Desgraciadamente, nadie puede dudar hoy, cuando ya nos hemos adentrado en el siglo que se ha marcado metas tan remotas e inalcanzables como las de terminar con el hambre en el mundo y conseguir una igualdad tan justa como la de género, que a la mujer le sigue tocando la peor parte en el reparto de los roles sociales y, lo que todavía es peor, en el de la valoración personal. Y la cosa es así porque en el quehacer humano imperó, impera e imperará el derecho de fuerza. De hecho, la democracia, que valoramos como la cumbre de la civilización, ni reduce las hambres ni alcanza igualdad más que en su nivel más bajo, en el hecho de que nadie pueda meter una papeleta en la urna por uno mismo, aunque, al hacerlo, una gran mayoría no sepamos, en el mejor de los casos, ni a quién elegimos ni para qué va a servir nuestro voto. En el peor, hasta es posible que nuestra ignorancia, la demagogia de que somos víctimas o las lentejas que por ello a veces se nos ofrecen nos jueguen una mala pasada, como parece que ahora ocurre en España.

Dicen que la naturaleza es sabia y, la verdad, son pocos los apoyos de un aserto tan redondo, cuya posible veracidad tiene que esperar necesariamente al balance final, exactamente igual que cuando los cristianos decimos que “Dios toma nota” y valoramos el más allá como un ajuste de cuentas. Lo digo porque, obviamente, la mujer, vadeando una expresión grosera, además de usada y mancillada por el machismo, es vapuleada por una naturaleza que la golpea muchas veces donde más le duele, en su condición de mujer, en su maternidad. Todo esto viene a cuenta de que hoy celebramos el “día internacional del cáncer de mama”, ese mal bicho que hace que se pudran las células de la fuente alimenticia del recién nacido, el carcinoma lobulillar, o las de su conducto a la boca hambrienta del bebé, el carcinoma ductal.

Esta celebración, promovida por la OMS, busca sensibilizar y concienciar a las mujeres sobre la importancia de realizarse un examen de mamas regularmente a fin de detectar cuanto antes cualquier signo o anomalía en sus senos. Algo más de un 12% de las mujeres, es decir, una de cada ocho, padecerá cáncer de mama a lo largo de su vida. El cáncer no es nunca un mal huésped que se nos cuela en casa a hurtadillas y de noche, sino una degeneración celular que, desde sus mismos inicios, envía mensajes que deberíamos saber captar para ponernos en guardia antes de que la cosa vaya a mayores. De ser previsores y poner manos a la obra, serían muchos los cánceres que ni siquiera llegarían a desarrollarse, contando, claro está, con que la sanidad cumpla su papel, cosa que hoy por hoy está lejos de conseguir.

En términos generales, se recomienda a todas las mujeres que se hagan los controles periódicos previstos por la sanidad de cada país, que lleven una dieta sana y equilibrada y que hagan ejercicio físico, pues todo ello reduce los riesgos de padecer no solo este tipo de cáncer, sino también todos los demás. No aburriré al lector con estadísticas que son archiconocidas, pero digamos que solo en España se diagnostican cada año más de 33 mil casos de cáncer de mama, cifra que lamentablemente va en aumento, y que la supervivencia de las afectadas es, a cinco años, de un noventa por ciento. No hay que olvidar que se trata de un cáncer que también afecta a los hombres, aunque lo haga en un porcentaje muchísimo menor debido a la condición y función de sus propias mamas.

La celebración de este día tiene como emblema un lazo rosa que hoy veremos en muchas solapas y pancartas de publicidad como reclamo de atención y solidaridad. ¡Ojalá que la conciencia de tan gran preocupación femenina y de la dolencia física y psicológica, que tantas mujeres padecen a causa de un cáncer tan sensible, contrarreste el cruel tributo que tantas veces exige la maternidad! Casos de mujeres he conocido en el que los destrozos mentales causados por el cáncer de mama son mucho más dolorosos y duraderos que los físicos.

Dado el espacio consumido por este primer bocado del día, aludiré brevemente a las dos curiosas historias que la mañana nos pone encima de la mesa. La primera se refiere al enlace matrimonial que tuvo lugar, un día como hoy de 1469, entre los Reyes Católicos, los del “tanto monta monta tanto”, cuando ambos eran príncipes aspirantes a sus respectivos tronos. Digo “curiosa” porque se trató de un matrimonio a hurtadillas, que se basó en documento eclesial falso, por lo que en vez de en matrimonio terminó en lo que fue vilipendiado como un amancebamiento incestuoso. Al no querer meterse en líos monásticos, el papa Paulo II les denegó la bula necesaria de dispensa que los contrayentes necesitaban por ser primos, pero ellos se hicieron con una bula falsa, firmada por un papa que llevaba ya cinco años muerto. Dos años después, en 1471, Sixto IV legalizó ese matrimonio con la conocida como “bula de Simancas”, bula de la que supo sacar buen partido el futuro papa de marras Alejandro VI. Aunque solo sea por aquello de que “Dios escribe derecho con renglones torcidos”, lo cierto es que, en medio de mil dificultades y trapisondas, entonces comenzó a crecer y florecer una España realmente gloriosa, que esperamos que no se agoste en estos tiempos en que las dificultades y trapisondas no hacen más que seguir creciendo.

La segunda historia curiosa es la de nuestra jugosa peseta, tan humilde y decreciente, pues nació un día como hoy de 1868 para vivir 134 años y fenecer tan devaluada que fue necesario juntar más de 166 para conseguir un triste euro. Larga historia que va pareja con la de España. Su nombre va acorde con su humildad al proceder etimológicamente del catalán, ¡qué curioso!, con el significado de “piececita”. Simpática ella, la pobre peseta, tantas veces devaluada, ha recibido muchos nombres populares, tales como: pela, cala, rubia, o los de duro y pavo (cinco pesetas), y propiciado los de pesetero, pasta gansa, perras (perronas y perrinas, calderilla, para las monedas de diez y cinco céntimos), talego (billete de mil pesetas) o kilo (un millón de pesetas). Nadie podrá negar que la peseta, que tanto ha modelado nuestro destino, sigue formando parte de nuestra cultura. Lástima que siempre haya sido el suyo un recorrido en declive, pues pasó de tutearse con el dólar a tener que juntar más de ciento cincuenta para ponerle cara. La llegada del euro salvador supuso, sin embargo, una devaluación rápida simulada que en algunos casos fue de más del 50%, pues un café pasó en poco tiempo de cien pesetas a un euro y un kilo de filetes de ternera, de dos mil pesetas a veinte euros. De la peseta nos queda la herencia del “pavo”, el duro endurecido que ahora es el euro.

La mañana concluye con una entonación de esperanza en medio de la peor de las tormentas, si exceptuamos nuestra infausta guerra civil, esa que algunos se empeñan en que siga dándonos dolores de cabeza. Lo digo porque, un día como hoy de 1931, nació Manolo Escobar, el rey de la canción popular española, coronado por 19 películas, 35 discos de oro y más de 6 millones de copias de “Viva España”, récord de ventas durante muchos años. Sirva este simple recuerdo como agradecimiento y homenaje a un hombre que dio de sí mucho más de lo que recibió y a quien la vida sometió a duras pruebas a lo largo de sus 82 años y cinco días.

Importante lección la que la mañana nos deja para nuestro acervo cristiano con la presencia dolorida de la mujer sobre la mesa, las trapisondas políticas de reyes “católicos”, la humildad sufrida de nuestra humilde “piececita” que, con su sabor catalán, encuadró a toda España durante más de un siglo, y la larga vida de un hombre sufrido que no hizo más que inyectar sangre en nuestras venas. Ser cristiano no es, en definitiva, más que ser “humano”, pues el cristianismo nace del hecho de que Dios lo es en Jesús. Los cristianos no deberíamos olvidar nunca que no somos hijos de una constitución dogmática o de un conjunto de verdades de formulación intocable, sino testigos vivos del timonel Jesús que, con su Espíritu, sigue gobernando la barca en que nos toca cruzar la tempestad de nuestro tiempo.

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