Desayuna conmigo (lunes, 11.5.20) El precio de la libertad

La superpoblación mundial

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Lo de la libertad del título viene a cuento del inicio en media España de la fase 1 del largo retorno a la realidad que emprendimos la semana pasada. Está siendo la nuestra una libertad gradual, reconquistada fase a fase, que ha requerido mucha resistencia y paciencia y que ahora se va abriendo camino nadando entre dos aguas a fin de evitar que el virus nos lleve por delante o que la crisis económica nos deje en cueros.

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La mayoría de los españoles hemos sido “presos modélicos”, mansos y quietecitos en casa, que no se han dedicado a excavar túneles para sobrepasar los muros en que se han convertido las paredes de sus viviendas, conscientes de que los cantos de sirena de la libertad ahí fuera eran muy peligrosos no solo para nosotros mismos, sino también para todas las personas que queremos y con las que más o menos convivimos, como compañeros de trabajo, vecinos y amigos. Conscientes de que su precio era demasiado elevado, la mayoría nos hemos plegado dócilmente a todas las exigencias del enclaustramiento requerido y que ha dado al traste con muchas de las rutinas que antes nos esclavizaban.

Nada más natural, por ello, que el paso que hoy se da en media España sea recibido con alborozo por cuantos avanzan hacia la normalidad y con la sana envidia, inevitable, de quienes tienen que aguantar un poco más la reclusión en sus viviendas. ¡Ojalá que nadie vea en esto, por muy injusta que pueda ser la autorización que establece quién pasa y quién no, una especie de resucitación de las dos Españas!

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Esperemos que la estampida de hoy de cuantos ya podemos salir del corral no provoque males mayores y que la moderación requerida de los comportamientos impida que nos saltemos alegremente las barreras de la prudencia. La verdad es que todos, incluso los niños, los parados y los jubilados, necesitamos ponernos a trabajar algo, cada uno según sus cometidos y responsabilidades, para que la vida vuelva a su cauce y la sociedad en que vivimos no se agoste del todo. ¡Bienvenida sea la pequeña dosis de libertad que hoy se nos concede, aunque solo sea a la mitad de los españoles y aunque hayamos tenido que pagar un alto precio por ella! Y bienvenida lo será si realmente no tenemos que volver a pagar por ella un precio todavía más alto a causa de querer arañar imprudentemente algo más de la hoy concedida.

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Escandalizado, he oído decir a algunos que, como la población mundial necesita recortes periódicos para que los humanos no nos convirtamos en una marabunta, al no haber en nuestro tiempo guerras de exterminios masivos ni genocidios, le ha tocado al coronavirus el terrible papel de ángel exterminador para poner orden y concierto en el crecimiento abusivo de una población mundial que, si hace poco se cifraba en seis mil millones, hoy lo hace ya en casi dos mil millones más.

Además, gentes muy cualificadas ha habido que dicen que han dicho, y si no lo han dicho puede que lo hayan pensado, que los humanos vivimos demasiados años y que lo mejor que pueden hacer los viejos es morirse cuanto antes, para dejar vía libre a los jóvenes y no ser una carga para ellos. ¡Qué barbaridad! Además, siempre hemos valorado como un gran logro del progreso humano y un signo de calidad de vida el hecho de que hayamos sido capaces de elevar la duración media de la vida de los apenas cuarenta años de hace poco a los más de ochenta de hoy. ¡Y ahora, algunos nos vienen con que los viejos son una carga insoportable! Desde luego, hay gente para "to".

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El día de hoy nos trae recuerdos de linchamientos muy dolorosos, pues, un día como hoy de 1931, se inició en Madrid la quema de iglesias y conventos. Por pares o nones, a la Iglesia siempre le han tocado en suerte las persecuciones y los martirios. A nuestros padres y abuelos les tocó sufrir durante los tiempos prebélicos, bélicos y posbélicos infinitamente más que lo que hoy nos toca hacerlo a nosotros con el coronavirus. Desde luego, no es por la vía del coronavirus ni por la de la persecución de los cristianos ni por la de la guerra por la que la humanidad tendrá que frenar de algún modo la superpoblación mundial.

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A este respecto, nos viene bien recordar que, un día como hoy de 1960, se lanzó en EE.UU., la primera píldora anticonceptiva como uno de los mejores métodos para el control de la natalidad. Lo cierto es que ese control, aunque parezca que en Europa nos está dejando sin renovación generacional, ha conseguido detener en parte una explosión demográfica que hubiera causado muchísimos más problemas que los que hoy se plantean en todo el mundo. No siendo conejos sino seres racionales, se impone la racionalidad también en un campo tan delicado como es el de la natalidad razonable. Es una verdadera pena que la Iglesia católica, haciendo ascos a las virtualidades de la sexualidad humana, se haya cerrado en banda frente a un control necesario, valorado por ella invariablemente como inmoral. ¡Cuánto abuso de poder y cuánta ignorancia! La explosión demográfica descontrolada, puramente animal, como es la que propugnan las recomendaciones eclesiales en el sentido de que hay que tener los hijos que Dios quiera, está en el origen de muchos de los males que hoy afligen a toda la humanidad.

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El día nos deja, por lo demás, reminiscencias de tres personajes españoles que han dejado huella en nuestras vidas y que hoy cumplirían años de seguir vivos. Baste un recuerdo agradecido para celebrar esta efeméride. Un día como hoy de 1904, nacía Salvador Dalí, ”uno de los máximos representantes del surrealismo, conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas”. Doce años más tarde, en 1916, lo hacía Camilo José Cela, novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias y conferenciante; académico de la RAE y galardonado, en 1987, con el premio Príncipe de Asturias de las Letras; en 1989, con el Nobel de Literatura, y, en 1995, con el Premio Cervantes. Finalmente, en 1932, lo hacía Francisco Umbral, poeta, periodista, novelista, biógrafo y ensayista, de recia personalidad, cuyo estilo lo hace intraducible a otros idiomas y de quien Fernando Lázaro Carreter dijo que era “uno de los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX”, y Miguel Delibes que era “el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual”.

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Hay un nuevo renacer en España, sereno y renovador, que se ha iniciado esta mañana. Confiemos en que, contando con el buen juicio de la mayoría de los españoles, no se vea truncado por los ramplones intereses particulares de quienes quieren sacar algún beneficio, sea económico o político, de una situación de tanto sufrimiento colectivo. Llega el tiempo de una gran “hermandad española”, el tiempo de que se multiplique en todas direcciones la solidaridad que algunos grupos de profesionales han venido demostrando en tiempos tan difíciles, el tiempo de que una de las entidades más sensibles, como es la comunidad de los cristianos, rompa sus propias barreras institucionales para abrir cancha y dejar en libertad al Espíritu que suscita la solidaridad. Sería un gran acierto y también una gran esperanza que la Iglesia española pasara, también ella, de la fase cero a la fase uno.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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