Desayuna conmigo (martes, 14.4.20) La “res publica”

Blancanieves y la Cenicienta

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Como la de ayer, esta mañana nos presenta una mesa que aparentemente nada tiene que ver con el gozo pascual que nos inunda litúrgicamente estos días por la presencia permanente de Cristo en nuestras vidas.  Pero, remedando a Terencio, también nosotros, por lo que a nuestra misión de cristianos respecta, podemos decir: “homo sum, humani nihil a me alienum puto”, que, en nuestro propio lenguaje podríamos traducir por “soy cristiano, razón por la que nada de lo humano me es ajeno”, pues hablamos de una religión que parte de la encarnación, de un hombre-Dios concebido, engendrado o fabricado para el hombre.

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Lo dicho viene a cuenta de que el día nos sitúa en un escenario eminentemente político. Hoy se celebra el 89 aniversario de la proclamación de la Segunda República española en Valencia, hecho que ocurrió un día como hoy de 1931, tras la renuncia y marcha al exilio de Alfonso XIII.

La democracia española nos permite lógicamente afiliarnos al partido que queramos o no hacerlo a ninguno, igual que nos reconoce el derecho de votar o no votar en las elecciones, de elegir a uno de los partidos contendientes o no hacerlo a ninguno votando en blanco. Con ello quiero decir que en España puede haber y de hecho hay republicanos, ignoro si muchos o pocos (algunos conozco), que sueñan con poder implantar un día la tercera república española. Ello requeriría, claro está, la reforma de la actual Constitución y eso es ya harina de otro costal. Para muestra, ahí tenemos el nacionalismo separatista que, por no poder morderla, la tratan poco menos que como un trapo sucio, como basura.

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Ciertamente, en estos tiempos estamos viendo cómo muchos miran un texto tan trascendental para la política española con ojos, si no de hincarle el diente, sí con la esperanza de cercarlo y asaltarlo a base de tedio y aburrimiento. Por lo que se ve, han perdido de hecho toda esperanza de concitar la mayoría necesaria para una legítima reforma. Algo es algo.

Si uno se para a curiosear cuáles son las razones profundas que alimentan el republicanismo español, leyendo sus proclamas y programas, veremos que, además de satanizar la monarquía, maravilla la facilidad con que los republicanos se entusiasman con cuentos de hadas.

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Para no divagar sobre el asunto, baste fijarse en algo tan doloroso y actual como el drama que nos está causando el inhóspito huésped que se nos ha colado en casa. Pues bien, los republicanos españoles aseguran que, si nos gobernaran ellos en vez de la desastrosa y carísima monarquía que lo está haciendo, nos habríamos ahorrado no solo las casi veinte mil muertes que ya llevamos a las espaldas, sino también los demás enormes sufrimientos que toda la población española está padeciendo con sus más de ciento cincuenta mil enfermos, con las unidades de cuidados intensivos abarrotadas, con los profesionales de la sanidad pagando un tributo desorbitado por ejercer tan encomiablemente sus responsabilidades y con millones de españoles condenados por lo menos a dos meses de cárcel en la angostura de sus viviendas, además, claro está, de con el indecible sufrimiento moral que causa la soledad de los abuelos separados de sus nietos y de tantos muertos que no son acompañados por los suyos en su trance final ni honrados tras su muerte como es debido.

¿Cómo habrían conseguido obrar tan gran milagro? Muy fácil: ellos habrían sido capaces de montar una sanidad como Dios manda, con sobrados profesionales dotados de todo tipo de equipamientos necesarios y, además, le habrían  cerrado las fronteras al escurridizo virus. ¡Auténticos magos! De verdad que los españoles no sabemos lo que nos estamos perdiendo al mantener la parasitaria monarquía que nos está chupando la sangre sin que ni siquiera nos demos cuenta de ello. El reto que nos lanzan es claro: si queremos que España sea Jauja, no tenemos más que seguir su camino.

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Claro que no debería extrañarnos que incluso en este siglo veintiuno se nos pretenda entretener con cuentos. Dependiendo los gobiernos, como dependen afortunadamente, de los votos de los ciudadanos, la mayoría de los cuales proceden, a la hora de votar, por instintos primarios y se guían por las soflamas de los que consideran “los suyos”, de los que no se separarán aunque tengan que lanzarse por un despeñadero, no nos debe extrañar que todos los políticos hagan lo mismo: embaucar para ganar. Si en los períodos electorales tuviéramos la paciencia de ojear sus programas, veríamos claramente que todos coinciden en pintarnos de rosa el futuro si ganan ellos, porque ellos conocen muy bien todos los problemas de España y están en condiciones de resolverlos para beneficio de todos los ciudadanos.

De ahí a analizar críticamente la situación para informar a los ciudadanos como es debido y luego exponer las fuerzas reales con que cuentan para abordar esa situación y tratar de mejorarla, es decir, para darles a los ciudadanos la información necesaria a fin de que puedan proceder con criterio al emitir su voto, hay un abismo de diferencia.

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Luego ocurre lo que ocurre: el ganador se alza con el poder y, si te he visto no me acuerdo, porque lo que va a hacer, ante todo, es colocar a una pléyade de miembros y adeptos en puestos que requieren poco esfuerzo y tienen abultados emolumentos. Después, si todavía les queda algo, ya sabrán venderlo a buen precio a los ciudadanos. En otras palabras, se crea la clase o casta política, la de los privilegiados, embaucadores y charlatanes de oficio, holgazanes de profesión y despilfarradores sin miramientos, incluso en época de crisis agudas para el resto. Hablo, lógicamente, en términos muy generales, pero también muy ciertos, pues conozco políticos honrados, trabajadores y profesionales eficientes, que saben muy bien lo que se traen entre manos.      

La realidad es que la política debería ser una profesión a destacar entre las que realmente sirven a los ciudadanos, una profesión como está demostrando ser estos días la sanitaria, tan merecidamente aplaudida, o como está obligada a demostrar en todo tiempo la sacerdotal, por más esta última esté dejando mucho que desear en muchos ámbitos.

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Es inmoral aspirar a político para hacerse rico y vivir bien con poco esfuerzo. Obviamente, tenemos muchos políticos que no están mínimamente capacitados para ejercer su rol de servicio a los ciudadanos. No se trata de enriquecerse uno y mejorar su vida, sino de hacer ricos a los ciudadanos y mejorar sus vidas. El lema, esculpido en piedra en el frontispicio de cualquier edificio público, debería ser: “gobierno pobre en país rico”, en el que “pobre” significa austeridad, esfuerzo y eficiencia.

Sin salir del ámbito político, la fecha de la proclamación de la Segunda República Española nos lleva hoy al otro lado del Atlántico, para celebrar el “día de las Américas” con los muchos seguidores con que contamos en esas tierras, pues fue el 14 de abril de 1931 cuando se crearon las “Repúblicas Americanas”, hecho que fundamentó la celebración de este día. Diecisiete años más tarde ese hecho desembocó en la “Unión de los Estados Americanos". Hoy brindamos con todos ellos, deseando que se afiancen y agranden los lazos de amistad y fraternidad que nos unen a ellos.

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Ojalá que a uno y otro lado del Atlántico sean los mejores ciudadanos, los más honestos y los más cualificados los que, tras las elecciones reglamentarias, gobiernen nuestros países para beneficio de sus poblaciones. Ojalá que una de las lecciones imborrables que saquemos de los azotes del verdugo en que se ha convertido este maldito virus sea la de discernir bien en época de elecciones para votar con criterio a los mejores para beneficio de nuestros pueblos. Sabiendo que nada de lo humano nos es ajeno a la hora de enfocar nuestra irrenunciable misión evangelizadora, la elección de políticos de esa condición facilitaría mucho la labor de humanización que los cristianos debemos llevar a efecto, pues, cuanto más humanos seamos, mejor se seguirá encarnando Jesús en nuestro tiempo.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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