Que hoy se celebre el día mundial del trasplante de riñón y del glaucoma pone sobre la mesa de este desayuno duros trances e intensas emociones personales. Son dos temas de andar por casa tras las tensiones sufridas en el ámbito familiar y en el de la amistad. Ambos trances tuvieron afortunadamente resultados más que satisfactorios.

Hace solo unos meses, un matrimonio de muy buenos amigos se sometió a un trasplante de riñón en vivo, de la mujer al marido. Frente al imparable deterioro renal de este, tras averiguar que los riñones de su mujer eran completamente compatibles, ella ni siquiera dudó un instante cuál era su deber. Tan intrépida como generosa y complaciente, se puso sobre la mesa de operación a aguantar cuanto tuviera que aguantar.

Tan magnánimo gesto, conocido de antemano por sus familiares, amigos y convecinos, contó con el unánime apoyo y reconocimiento de todos. Mientras las operaciones estaban teniendo lugar hace solo unos meses, fueron muchas las oraciones emocionadas que movían las manos de los cirujanos mientras pedían la gracia de sus vidas al cielo. Todo el pueblo arropó con simpatía y afecto a un matrimonio de valientes a quienes la vida emplazaba a hacer algo heroico, una solidaridad honda entre vivos que debería ser, seguramente, más normal de lo que es. Afortunadamente, todo salió satisfactoriamente y hoy el matrimonio disfruta una vida normal. ¡Por muchos años!

Gestos como ese, cuando la vida humana se valora tan poco, rebobinan la marcha desenfrenada que llevamos para hacernos pensar en las cosas que realmente importan. Esta maravillosa solidaridad entre esposos viene a demostrar claramente que vale la pena vivir, incluso en un mundo tan ramplón y rastrero como el nuestro.

Por lo demás, mis acompañantes en el desayuno de esta mañana saben muy bien que soy de la opinión de que ningún órgano humano que siga siendo válido para desempeñar su función tendría que ser quemado o enterrado mientras haya un solo paciente que esté esperando un trasplante. España se siente muy orgullosa de ser líder mundial en la donación de órganos, pero no basta porque, al parecer, se necesitan muchas más donaciones para hacer frente a todas las necesidades. Mientras las donaciones tengan que ser razonablemente voluntarias, a todos se nos debería enseñar que es mil veces preferible que los órganos de un ser querido fallecido ayuden a un enfermo a vivir que sean inhumados o incinerados. Ojalá que pronto se imponga de tal manera la conciencia de que ningún órgano servible sea desaprovechado que para nadie sea traumático ofrecer una segunda vida a algunos de los órganos de un ser querido fallecido.  

El día me trae otro extraordinario recuerdo familiar en el ámbito del glaucoma. Tras haber dejado atrás años de mucha lucha y sufrimiento, un niño nacido ciego por glaucoma hace medio siglo, logró hacer una carrera superior y es hoy un eficiente profesional de la ONCE. Fue necesario derramar muchas lágrimas, aguantar muchas tensiones y sufrir incontables operaciones, pero aquel niño pudo finalmente recuperar suficiente visión para estudiar y ganarse por propio mérito un futuro digno. ¡Cuánta lucha y sufrimiento ayer con aquel niño desvalido! Pero también, ¡cuánta alegría hoy al verlo tan realizado en su profesión! Son muchos los seres humanos que se ven sometidos a dramas similares a causa del glaucoma a los que la vida no les permite salir airosos de tan amargo trance. Este es un buen día para reconocer su coraje y compartir su carga.

Por lo demás, en la mesa del desayuno de hoy encontramos otras delicias que favorecen la ingesta y animan la tertulia:  fue un 12 de marzo de 1894 cuando, en una tienda de golosinas de Vicksburg, Mississippi, comenzó a venderse una nueva bebida llamada “Coca-Cola”, bebida que, al parecer, ya entonces impresionó al dueño de la tienda y no ha dejado de hacerlo a los millones que la seguimos consumiendo en todo el mundo.

También un día 12 de marzo de 1919 nació Miguel Gila, el humorista cuya inventiva narradora rompió cuantos moldes le salían al paso para convertirlos en humor puro, un humor tan sorprendente que arrancaba inevitablemente las más distendidas carcajadas. Gracias, Gila, por habernos hecho reír tanto.

Este 12 de marzo también no trae el recuerdo de la muerte de Miguel Delibes, un gigante de la literatura española, ocurrida en un día como hoy de 2010. Gracias, Delibes, por habernos enseñado tanto. Seguro que ambos “Migueles”, Gila y Delibes, nos recuerdan, cada uno en su propio ámbito narrativo, al mismo Miguel de Cervantes.

Nutritivo desayuno el de hoy, henchido de fuertes emociones y de heroísmos solidarios y enriquecido con burbujeante refresco, sabroso humor y buena literatura. ¡Qué bello es el mundo cuando en él hay matrimonios como el de mis amigos y se abren caminos para que un niño nacido ciego llegue a ser un hombre de gran provecho! ¡Y qué acogedor cuando podemos hacer un alto en nuestro esforzado peregrinaje para relajarnos con una Coca-Cola sola o mezclada y solazarnos con la chispa humorística de un Miguel Gila o enriquecernos con la fuerza narradora de un Miguel Delibes!

¡Que aproveche, amigos! Ahí fuera pintan bastos. Pero seguro que nosotros seremos más audaces y mejores estrategas que ese condenado coronavirus que se ha atrevido a desafiar nuestra cordura. A veces, los humanos necesitamos enemigos como ese para darnos cuenta de que o unimos criterios y fuerzas o sucumbimos por lo que no debería ser más una fiebre pasajera. ¡Cuánto mejoraríamos si aprendiéramos la lección! A los cristianos, cuando menos, nos queda la seguridad de que Él está al tanto de tantas necesidades nuestras.

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