Desayuna conmigo (sábado, 8.8.20) O spem miram…
… imple pater quod dixisti
La “azucena” en la mano, con que muchas veces se lo representa, responde a su exquisitez en todo lo referente a la pureza, a la castidad y a la virginidad. En su lecho de muerte, Domingo confesó: “doy gracias a Dios, cuya misericordia me ha conservado en perfecta virginidad hasta este día; si deseáis guardar la castidad, evitad todas las conversaciones peligrosas y vigilad vuestros corazones”, confesión que le creó remordimientos por lo que pudiera tener de vanagloria. En ese orden de cosas, se cuenta de él que en ese trance también se acusó de no haber podido doblegar del todo un sentimiento de complacencia que experimentaba solo cuando hablaba con las religiosas jóvenes. Desde luego, su voto solemne de castidad, que deseaba con la misma eficacia para sus seguidores, alcanzó en su vida el grado sublime de entrega total, en cuerpo y alma, a la obra de la predicación del Evangelio de Jesús. Es esta una pincelada que adquiere especial colorido en los tiempos que estamos viviendo, cuando tantísimos escándalos sexuales de clérigos y religiosos han puesto en un brete no solo el ser de la Iglesia, sino también la credibilidad del Evangelio.
Si la azucena refleja su virginidad, la pobreza de monje mendicante le lleva a pasar muchas necesidades, confiado siempre en que la Providencia de Dios proveería. No debemos olvidar que los dominicos son una orden religiosa “mendicante”, título que por sí solo, de tener alguna plasmación práctica en nuestro tiempo, acreditaría como es debido su predicación y sus obras pastorales.
La predicación como quehacer dominicano se ha expresado con concisión y elegancia en el eslogan a que debe atenerse todo buen dominico: “contemplata aliis tradere”, lo que, traducido libremente, significaría “cargarse de razón para hablar”. Vivimos tiempos en que la mentira, que no es producto de ninguna contemplación, sino de una perversa manipulación, se abre camino en la realidad que nos domina, reducida a la futilidad de un simple “relato” interesado o al burdo montaje de una “fotografía” oportunista. Relato y fotografía son, en nuestro tiempo, instrumentos perversos de manipulación. En este sentido, podría decirse que nunca los dominicos han tenido delante un campo más grande y más abonado para su trabajo si, de verdad, disciernen la realidad como es debido y tienen el coraje de entregar a los demás, con lenguaje alto y claro, el fruto de su discernimiento, es decir, de predicar hoy el Evangelio de Jesús, duela a quien duela y tenga las consecuencias que tenga. Cuesta tiempo y muchos esfuerzos llegar a delinear el auténtico rostro de amor del Dios que nos crea y del Cristo que nos salva y es muy peligroso, sobre todo en tiempos de tantos intereses torvos, denunciar corrupciones, exigir reparaciones y desbrozar caminos de humanización.
Recemos y cantemos hoy, junto con todos los “dominicos-in”: “¡Oh maravillosa esperanza / la que diste a los frailes que te lloraban / en la hora de tu muerte, / prometiéndoles que desde el cielo / les serías de más provecho! / Cumple, oh Padre, lo que dijiste: / ayúdanos con tus plegarias”.
No perdamos de vista que, desde sus orígenes, los dominicos se han gobernado por un régimen completamente democrático a la hora de designar todos los cargos de la institución, cosa que, por lo general, se ha atenido a los méritos reales de los candidatos propuestos y elegidos, democracia formal y material, no como ocurre en nuestras sociedades actuales en las que la democracia es solo formal debido a la demagogia con que se adornan no solo los candidatos, sino también los programas.,
Aunque sin salirnos del ámbito de la castidad-sexualidad, el día nos obliga ahora a hacer un giro de ciento ochenta grados para descubrir, además de la inmensa hermosura de la castidad en la vida de Domingo de Guzmán, la también inconmensurable gracia de la sexualidad en el cuerpo femenino, pues no en vano hoy se celebra también el “día internacional del orgasmo femenino”, hecho de gran trascendencia no solo para las muchas mujeres que han venido padeciendo sistemáticamente su privación, sino también para el equilibrio de la marcha general de la vida humana. Por otro lado, es llegado el momento de dejar atrás por completo la visión de la mujer como un mero instrumento de placer para el hombre y, sobre todo, la de valorar su cuerpo como “encarnación del demonio”, como permanente tentación y como carnaza de bajos fondos.
Está ya fuera de toda duda que la mujer tiene absolutamente los mismos derechos que el hombre y que solo las atrabiliarias sociedades machistas tienen reservorios intocables. Una de ellas, sin la menor duda, es la misma Iglesia católica al empecinarse en mantener costumbres que hoy resultan abiertamente abusivas y hasta escandalosas. En este contexto y viniendo de tan oscuros tinglados culturales, no es de extrañar que hayan sido muchas las mujeres que nunca o casi nunca alcanzaban en sus relaciones sexuales el orgasmo necesario para aquietar y expandir su personalidad y su propio cuerpo. Fieles al papel de sumisión que les ha confiado la sociedad machista, muchas de ellas no tienen reparos incluso en fingir sus propios orgasmos para que sus machos se sientan tales en vez de lo que realmente son, en hombres piltrafa, incapaces de conseguir que su hembra se sienta tal satisfaciéndola como es debido.
Esta celebración, que tuvo su origen en 2006 en Brasil como propuesta de un macho deudor, viene a recordarnos la capacidad transformadora de la sexualidad y la oportunidad que nos brinda para conocernos a nosotros mismos.
Aunque en Dinamarca se multe al esposo que no logra que su esposa alcance el orgasmo, “el verdadero objetivo de este día es concienciar a las mujeres sobre la importancia que tiene conocerse y explorar su cuerpo, para saber qué cosas les gustan, les causan placer o simplemente no son adecuadas para ellas. Pero, sobre todo, este día sirve para reforzar su autoestima y que se den cuenta de que ellas tienen voz y voto en todas las áreas de su vida, principalmente en la forma en que deciden cómo explorar su naturaleza sexual y con quién hacerlo”.
Tengamos en cuenta que el orgasmo de la mujer influye en su salud mental y dificulta la aparición de enfermedades como la demencia senil y el alzhéimer; que es una buena terapia contra las migrañas y los dolores de cabeza; que aumenta considerablemente su de por sí gran capacidad para aguantar el dolor; que le da felicidad y autoestima, además de que disminuye su estrés, favorece su sueño, mejora su flujo sanguíneo y la hace sentirse más joven.
El día nos lleva, por todo ello, a concluir que tanto la castidad como la sexualidad deben vivirse a fondo, en toda su pureza, por así decirlo. Cuando tal ocurre, ambas subliman el amor, aunque sea por distintos caminos. En la castidad, el hombre se entrega por completo a Dios y a su obra de salvación; en la sexualidad, el hombre y la mujer se entregan por completo el uno al otro, se humanizan y cumplen la encomiable misión de propagarse. Ambas son un don de Dios. El cristianismo está obligado a entender que las cosas son así y que nunca la mujer es un instrumento diabólico o una tentación, ni ocasional ni permanente, para hacer el mal. Bendito sea el Dios de nuestra fe por ambas hermosuras, por ambas plenitudes. “Contemplata aliis tradere”, es justo lo que se propone hacer este blog, animado por un “dominico-ex”.
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