Desayuna conmigo (sábado, 4.7.20) Como la vida misma

El futuro no nos pertenece

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La mañana nos pone encima de la mesa las mismas inquietudes, zozobras y esperanzas que a todo el mundo, salvo tal vez la de coger el coche y escapar a alguna parte con el propósito de sacudirse de encima la presión imperante y respirar mejor fuera de los muros de la propia casa. No parece que el calor que ya campea en nuestros pueblos y ciudades asuste demasiado al intruso que se empeña en alojarse en nuestros decrépitos cuerpos y que ahora, tras la fuerte batida a que lo hemos sometido, se nos cuela de forma sorpresiva por cualquier rendija que encuentre a su paso. De ahí, las alertas que nos produce descubrir cómo sigilosamente se nos está filtrando por algunas costuras abiertas en Andalucía, Cataluña, Aragón y algunas regiones más. Haberlo desalojado del todo de Asturias, por el momento, no es ningún privilegio. Desde luego, ese solo hecho, aun perdurando en el tiempo, no aliviará la tremenda presión laboral y fiscal a que los asturianos estamos sometidos.

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Mientras los gobiernos de algunas naciones de nuestro entorno tratan de facilitar al máximo la vida de sus ciudadanos, parece que los españoles, tan arrítmicos y extemporáneos como somos, haremos todo lo contrario, pues se amenaza con achicharrar más a impuestos a un pueblo que ha demostrado a lo largo de todos estos meses ser tan sufrido y sacrificado. ¡Bien vamos para que entre nosotros se asiente definitivamente la máxima injusticia social que cabe, la de una vida holgada y muelle para los gobernantes y sus adláteres, y la de dulces y suaves cadenas irrompibles para los demás ciudadanos, sus esclavos! Por ese camino y a ese ritmo no tardará en llegar el llanto y crujir de dientes. De Perogrullo resulta que, si el gobierno necesita más dinero, una manera fácil de conseguirlo es gastando menos, aunque la cosa no tendría gracia si se hiciera desatendiendo a los mayores, recortando la educación y descuidando la salud de todos. De todos es bien sabido que hay mucha tela que cortar en el ámbito de los privilegiados y de los zánganos orondo y que, para mayor inri, sigue habiendo mucho dinero sin recaudar en los subsuelos de la economía.

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Por lo demás, el día nos invita a una suerte de “comunión de empresas” que aúne nuestras escasas fuerzas para sostenernos mejor en nuestras flaquezas. Lo digo porque hoy se celebra el “día internacional de las cooperativas”, cosa que viene haciéndose el primer sábado de julio desde el año 1923. Con esa celebración se pretende atraer la atención sobre la importancia del cooperativismo a la hora de resolver los principales problemas que tienen planteados todas las naciones: “Las cooperativas son reconocidas como asociaciones y empresas a través de las cuales los ciudadanos pueden mejorar sus vidas de manera efectiva, mientras contribuyen al avance económico, social, cultural y político de su comunidad y país. El movimiento cooperativo también ha sido reconocido como un actor principal en los asuntos nacionales e internacionales”. El objetivo elegido para encauzar los esfuerzos de este año apunta hacia la mejora del clima por la acción de las cooperativas en beneficio del “desarrollo sostenible” deseado.

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El tema no deja de tener importantes conexiones, aunque no lo parezca, con el hecho de que hoy se celebre también el “día mundial de los delfines en cautiverio”. La sensibilidad para con unos animales que parecen ser los más inteligentes que conocemos dice mucho en favor de la sensibilidad necesaria con todo el medio natural cósmico, que es nuestro hogar y una de las cuatro grandes praderas en las que, según mi maestro fray Eladio Chávarri, los humanos pacemos. Afortunadamente, son ya muchas las naciones que han prohibido los delfinarios, por muy divertido y entretenido que a los humanos nos resulte contemplar los ágiles y elegantes movimientos de unos animales tan atentos y dóciles. ¿Razones? Debería ser suficiente saber que un delfín vive en el mar abierto hasta cincuenta años y que apenas lo hace seis en un delfinario. En un comunicado oficial para esta celebración se nos hace saber que, “en un mundo moderno y civilizado, el cautiverio de mamíferos marinos altamente inteligentes es similar al salvajismo medieval”. Y, sin la menor duda, la lucha por la libertad de esos animales es un paso adelante en favor de nuestra propia libertad, atenazada todavía hoy por tantas cadenas, visibles o invisibles.

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Dada la proyección internacional de esta página de Religión Digital y la convicción de que este mismo blog puede honrarse con la lectura de algunos seguidores allende los mares, hoy no podemos menos de levantar nuestra copa para brindar con y por el pueblo norteamericano. Mi propia estancia en Nueva York en el verano de 1970 me dejó muy buen sabor de boca y una gran satisfacción profesional, además de haberme granjeado allí muy buenos amigos. Al margen del cariz político de su gobierno e incluso de sus procedimientos económicos abusivos, lo cierto es que se trata de un pueblo trabajador, al que le cuesta ganar un dólar lo mismo que a los europeos un euro. Su historia, regada con tanta sangre, está sembrada de esfuerzos y sacrificios. La flexible unión que reina entre ellos les da agilidad y aumenta considerablemente sus fuerzas. Son muchas las veces que Europa ha tenido que mirar a los EE.UU. y llamar a sus puertas en demanda de auxilio.

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Hoy es el día de su fiesta nacional, el día de la declaración de su independencia del imperio británico, tras la guerra entablada contra él por trece de sus colonias en el año 1776. Aunque este año, dado el poderío con que allí parece moverse a sus anchas el dichoso coronavirus, la celebración sea más deslucida o incluso apagada, lo usual es que esta fiesta se celebre con gran despliegue de aconteceres festivos y lúdicos. Sin duda, ¡una gran fiesta para un gran pueblo! Así debió de entenderlo muy pronto Francia, pues solo diez años después, en 1886, y seguramente por su rivalidad con el imperio británico, les regaló la muy significativa Estatua de la Libertad, magníficamente emplazada a la entrada misma de Nueva York. Recodemos, por curiosidad, que Francia se gastó en la estatua un millón de francos y que el pedestal sobre el que se asienta le costó al pueblo americano 250 mil dólares.

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Por otro lado, una mirada rápida a la historia de este día nos obliga a fijarnos un segundo en el año pasado, cuando un sentimiento de noble condolencia nos embargó a muchos españoles por la muerte de Arturo Fernández, el distinguido actor de “personalidad definida y proverbial elegancia”, que tanto nos encandiló con sus maneras, su percha y sus picardías en las pantallas del cine y en los escenarios del teatro y que tanto sano orgullo insufló en la personalidad de la mayoría de los asturianos. Brindemos hoy por su saber estar y por el optimismo que siempre desplegó a su alrededor un hombre incapaz de desear, y menos de hacer, el mal a nadie.

Esperanza

Día de lucha y de esfuerzo el de hoy, de todo menos de relax despreocupado, por más que las carreteras hayan vuelto a llenarse de coches. Aunque el calor no parezca ser un gran aliado para combatir la pandemia que nos aflige y golpea, ahí seguimos nosotros mismos en el esfuerzo sostenido de acorralar lo más posible el bicho, y dispuestos incluso a ser sacrificados en el altar de la alta aristocracia actual en que parece haberse convertido nuestra muy mediocre clase política. Como cristianos, sabemos que los días e incluso los años pasan volando y que todo, absolutamente todo, lo que nos precedió, lo que nos acompaña y lo que ahí seguirá tras nuestra partida, está en las manos de un Dios, el nuestro, indefectiblemente amoroso, siempre providente. Por eso, haremos bien en esperar incluso contra toda esperanza, valga el oxímoron, porque el acto eterno de amor que nos crea es realmente eterno.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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