Podría ocurrir en Madrid, en la próxima Pascua… Padre e hijo ordenados diáconos

Diáconos
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"En distintas diócesis del mundo, en los últimos años, se han vivido escenas que han sorprendido por su fuerza simbólica y su belleza pastoral: la ordenación conjunta de un padre y de un hijo al diaconado, uno como diácono permanente y el otro camino al sacerdocio"

"Estos acontecimientos, que en principio podrían parecer anecdóticos o excepcionales, se han convertido en signos elocuentes de cómo la fe transmitida en la familia puede madurar en dos vocaciones que, sin dejar de ser distintas, se encuentran en el mismo sacramento y en la misma misión de servicio a la Iglesia"

"El testimonio de las diócesis de Cincinnati, Ogdensburg y Green Bay muestra que este tipo de acontecimientos emocionan a las comunidades y las fortalece"

"Precisamente en la diócesis de la capital de España se da la posibilidad de que algo semejante ocurra la próxima Pascua"

En distintas diócesis del mundo, en los últimos años, se han vivido escenas que han sorprendido por su fuerza simbólica y su belleza pastoral: la ordenación conjunta de un padre y de un hijo al diaconado, uno como diácono permanente y el otro camino al sacerdocio. Estos acontecimientos, que en principio podrían parecer anecdóticos o excepcionales, se han convertido en signos elocuentes de cómo la fe transmitida en la familia puede madurar en dos vocaciones que, sin dejar de ser distintas, se encuentran en el mismo sacramento y en la misma misión de servicio a la Iglesia.

Uno de los casos más recientes se vivió el 26 de abril de 2025 en Cincinnati. Chris Jasek, padre de familia, fue ordenado diácono permanente mientras su hijo Daniel recibía el diaconado camino del presbiterado en la Basílica Catedral de San Pedro en Cadenas. El itinerario de ambos había sido muy diferente: Chris, tras más de quince años de sentir la llamada, había ido posponiendo su formación para dedicarse a la crianza de sus hijos junto a su esposa. Cuando las circunstancias lo permitieron, inició un camino serio de discernimiento y de preparación que lo llevó a decir “sí” a un servicio público en la Iglesia. Daniel, por su parte, descubrió en su etapa universitaria la alegría de un encuentro personal con Cristo, se involucró en actividades de misión y, después de un tiempo en el mundo profesional, optó por entrar al seminario. Nunca imaginaron que su vocación se cruzaría en un mismo día y en una misma celebración. Padre e hijo, revestidos con la estola cruzada, mostraron a la comunidad que la vocación no es un asunto privado, sino una semilla que crece en la vida familiar, en la comunidad y, finalmente, en el altar.

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Algo semejante ocurrió en Ogdensburg, Nueva York, en octubre de 2023. El diácono James Carliny su hijo Leagon recibieron la ordenación diaconal en la misma celebración. James, después de años de compromiso laical y de experiencias misioneras en Nicaragua, había encontrado en la llamada al diaconado un nuevo modo de servir. Su hijo Leagon, marcado desde la adolescencia por el testimonio de sacerdotes jóvenes y por la experiencia del campamento diocesano, se decidió por el seminario. Los caminos de ambos fueron distintos, pero providencialmente confluyeron en una misma fecha, incluso después de que el obispo Terry LaValley sugiriera retrasar unos meses la ordenación del hijo para que padre e hijo pudieran compartir juntos ese momento único. El mismo Leagon confesaba que lo vivía como un hecho fundante: era la primera decisión verdaderamente irreversible de su vida, una opción permanente, mientras que su padre lo contemplaba con la emoción propia de quien entiende por dentro lo que significa entregar la vida a Cristo Siervo. La comunidad de San Pedro, en Plattsburgh, fue testigo de una celebración inédita en la diócesis y profundamente catequética: la fe, vivida en el hogar, se hacía ministerio en dos generaciones.

La historia de los Parker, en Green Bay, también refleja este fenómeno. El 7 de mayo de 2016, David Parker y su hijo David Parker Jr., fueron ordenados diáconos el mismo día. El padre había sentido la llamada años antes, pero había postergado el proceso por motivos familiares. El hijo, tras un camino de discernimiento en la vida religiosa, avanzaba hacia el sacerdocio. El encuentro de ambos en la ordenación fue descrito como un momento histórico para la diócesis. La comunidad entera lo vivió como un regalo de Dios, y el propio papa Francisco, cuando el hijo le contó el hecho en Roma, lo calificó con sencillez: “¡Qué hermoso!”.

Estas experiencias demuestran que no se trata de meras coincidencias. En la gran mayoría de las diócesis, la ordenación de diáconos permanentes y transitorios se celebra conjuntamente, lo que facilita que, cuando confluyen estas circunstancias familiares, pueda darse el testimonio de un padre y un hijo recibiendo el sacramento en la misma liturgia. La fuerza del signo es enorme: expresa la continuidad de la fe en la familia, la riqueza de carismas que se complementan y la unidad del servicio eclesial.

El diácono Liam Hosty y su padre, el diácono Tom Hosty, salen en procesión de  St. Barnabas en Indianápolis el 27 de abril de 2024

Precisamente en la diócesis de la capital de España se da la posibilidad de que algo semejante ocurra la próxima Pascua. Todo indica que un padre, que ha culminado su formación para el diaconado permanente, y su hijo, que como seminarista está en puertas de recibir el diaconado camino al sacerdocio, podrían ser ordenados en la misma celebración. Las circunstancias parecen favorables: este curso no son muchos los seminaristas que recibirán la ordenación diaconal, lo que permitiría dar un realce especial a este acontecimiento, sin perder el carácter comunitario de la ceremonia. Además, al igual que en otros lugares, la ordenación conjunta reforzaría el mensaje de que la familia es un verdadero semillero de vocaciones y que la llamada de Dios se abre camino en paralelo dentro de una misma casa.

La imagen de padre e hijo revestidos con la dalmática en el altar de la catedral tendría un impacto profundo, no solo en los presentes, sino en toda la diócesis. Sería un recordatorio de que el ministerio ordenado sigue siendo un camino lleno de sentido para jóvenes y adultos, que la fe transmitida en el hogar puede fructificar en un servicio eclesial concreto, y que el Espíritu Santo continúa suscitando respuestas generosas en tiempos en que la secularización parece avanzar. La ordenación conjunta, lejos de ser un detalle anecdótico, se convertiría en un signo catequético y profético: mostraría que en la Iglesia no hay vocaciones aisladas, sino que todas nacen, crecen y se sostienen en la comunidad de fe.

El testimonio de las diócesis de Cincinnati, Ogdensburg y Green Bay muestra que este tipo de acontecimientos emocionan a las comunidades y las fortalecen. En todas ellas, la ordenación compartida de padre e hijo fue vivida como un regalo del cielo y como un impulso renovador para la vida parroquial y diocesana. Cerca nuestra, la posibilidad de vivir esta experiencia la próxima Pascua aparece como una ocasión providencial que no debería desaprovecharse. Porque, al final, lo esencial no es la rareza de la circunstancia, sino lo que revela: que Dios sigue llamando, que la familia puede ser cuna de vocaciones y que el servicio humilde en la Iglesia es capaz de transformar la vida de las personas y de las comunidades enteras.

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