Hay quien siembra confusión para poner en entredicho la figura del diácono Ante los bulos: Amor hasta el extremo

Diácono
Diácono

Si algunos mensajes buscan degradar la figura del diácono y enfrentarla con la del presbítero, esta historia nos recuerda que ambos ministerios se complementan y se enriquecen mutuamente en el único sacerdocio de Cristo.

Y que, en última instancia, lo que da credibilidad a la Iglesia no son los rumores ni las polémicas, sino la capacidad de sus ministros y de su pueblo de amar hasta el extremo

En los últimos tiempos, las redes sociales se han convertido en un espacio donde circula todo tipo de noticias, comentarios y hasta disposiciones inventadas que, aunque aparezcan adornadas con gráficos y afirmaciones rotundas, carecen de toda veracidad.
Recientemente comenzó a difundirse un mensaje en el que se afirmaba que los diáconos, al impartir la bendición con el Santísimo Sacramento, no podían hacerlo cubiertos con el paño humeral, puesto que no actuaban in persona Christi capitis, como lo haría un presbítero. La noticia se presentaba como una supuesta norma litúrgica y se acompañaba incluso de ilustraciones que pretendían darle autoridad.

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Sin embargo, esta información es absolutamente falsa. Ningún documento de la Iglesia establece semejante distinción y, por el contrario, la normativa litúrgica vigente afirma con claridad que tanto el sacerdote como el diácono son ministros ordinarios de la exposición y de la bendición eucarística.
El uso del paño humeral no es una concesión exclusiva a los presbíteros, sino un signo que manifiesta que la bendición no procede de la persona del ministro, sino de Cristo mismo presente en el Sacramento.

Bulo
Bulo

Es inevitable preguntarse qué intención anima a quienes fabrican y difunden tales mensajes. No parece que se busque esclarecer dudas litúrgicas, sino más bien sembrar confusión y poner en entredicho la figura del diácono. Se trata, en definitiva, de una estrategia que tiende a degradar su ministerio y a suscitar tensiones artificiales con los presbíteros. La misión de unos y otros, sin embargo, nace de una misma raíz sacramental y se despliega en comunión al servicio del Pueblo de Dios. Alimentar divisiones no solo es injusto, sino contrario a la verdad de la Iglesia y a la obra del Espíritu.
Frente a estas dinámicas que introducen rivalidades, resulta especialmente valioso recordar testimonios que desmienten de raíz la lógica de la confrontación. Uno de ellos ha conmovido recientemente a la Iglesia: la historia de un párroco que decidió donar parte de su hígado a la esposa de un diácono permanente gravemente enferma y en peligro de muerte. Este gesto, profundamente evangélico, revela con elocuencia lo que significa la comunión de los ministerios y la fraternidad cristiana.

El diácono Dave Bablick, Ginny Bablick y el padre John Anderson
El diácono Dave Bablick, Ginny Bablick y el padre John Anderson

Ginny Bablick, esposa del diácono Dave Bablick, sufría desde hacía años una enfermedad hepática hereditaria que iba debilitándola progresivamente y para la cual solo un trasplante podía ofrecer una salida. La lista de espera era larga, y los intentos de encontrar un donante compatible dentro de la familia resultaron fallidos. Fue entonces cuando el padre John Anderson, que durante una década había sido párroco de su comunidad, se ofreció a someterse a las pruebas médicas necesarias para donar parte de su hígado. Lo hizo en silencio, sin decírselo a Ginny, para no generar falsas expectativas. Tras superar todos los exámenes, y con la autorización de su obispo, decidió dar el paso.
En enero de 2015 se realizaron las operaciones en el Hospital Universitario de Wisconsin. El padre Anderson entregó alrededor del 65% de su hígado, en una intervención larga y compleja que comportaba riesgos importantes, incluso de muerte. Ginny, sometida también a una cirugía de más de quince horas, recibió ese órgano que le devolvió la vida. El proceso no estuvo exento de complicaciones y recuperaciones dolorosas, pero con el tiempo ambos pudieron rehacerse y dar testimonio de la grandeza de lo vivido. Ginny, que antes apenas podía caminar, recobró vitalidad y fuerzas, sorprendiendo incluso a sus nietos, que nunca la habían visto con buena salud. Por su parte, el padre Anderson confesó que la experiencia lo había transformado interiormente, haciéndolo más sereno y consciente de la profundidad de su vocación.

Diacono cubierto por el paño humeral en la plaza de la Almudena de Madrid
Diacono cubierto por el paño humeral en la plaza de la Almudena de Madrid

La historia se difundió ampliamente y despertó una ola de oración y solidaridad en la comunidad. Vecinos, parroquianos y desconocidos de otros lugares se unieron para apoyar a la familia Bablick y al sacerdote. Fue, en palabras de los protagonistas, un signo visible de cómo el amor de Cristo se manifiesta en la entrega concreta y radical. La frase del Evangelio de Juan resuena con fuerza en este testimonio: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. El padre Anderson no murió, pero dio algo tan esencial como parte de sí mismo, devolviendo la esperanza y la vida a una familia entera.

Este relato contrasta con la mezquindad de los mensajes que intentan enfrentar a sacerdotes y diáconos. Allí donde algunos buscan sembrar sospechas y dividir, aparece un testimonio luminoso de fraternidad y comunión

Este relato contrasta con la mezquindad de los mensajes que intentan enfrentar a sacerdotes y diáconos. Allí donde algunos buscan sembrar sospechas y dividir, aparece un testimonio luminoso de fraternidad y comunión. Un presbítero y un diácono unidos en el servicio y en la fe, no por rivalidad, sino por un vínculo indestructible de amor y entrega. La Iglesia no se edifica desde las falsedades que circulan en internet, sino desde estos gestos de verdad que hacen visible el Evangelio en el corazón de la vida cotidiana.
En definitiva, frente a la tentación de la división y la mentira, el testimonio de este sacerdote que entrega parte de su cuerpo para salvar a la esposa de un diácono se convierte en un signo elocuente de lo que realmente sostiene a la Iglesia: la caridad, que todo lo une y todo lo renueva.

Abrazo entre sacerdote y diácono
Abrazo entre sacerdote y diácono

Si algunos mensajes buscan degradar la figura del diácono y enfrentarla con la del presbítero, esta historia nos recuerda que ambos ministerios se complementan y se enriquecen mutuamente en el único sacerdocio de Cristo. Y que, en última instancia, lo que da credibilidad a la Iglesia no son los rumores ni las polémicas, sino la capacidad de sus ministros y de su pueblo de amar hasta el extremo.

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