Ojea: "José, el gran personaje del Adviento"

En el IV Domingo de Adviento, Monseñor Oscar Ojea, obispo emérito de la diócesis de San Isidro, reflexionó sobre el Evangelio del día. Según el obispo argentino, “este domingo nos encontramos con este gran personaje del tiempo de Adviento que es San José”, destacando tres aspectos de la vida de este gran santo, patrono de la Iglesia Universal.

Confianza total en Dios

En primer lugar, invitó a pensar “en la angustia de José, que amaba a María, su prometida, y de pronto ella aparece con un embarazo”. Ante esa situación se preguntó: “¿Cómo se habrá sentido José?” Ojea ha destacado “la decepción de José, su soledad, que rumiaría en su interior. Y, sin embargo, en la noche el ángel del Señor le revela que ese hijo es fruto del Espíritu Santo”. Para el obispo, “la reacción de José es inmediata. La obediencia al Espíritu, la fe, la fe arrojada, la fe abandonándose todo en Dios; que decide a cuidar al niño y a proteger a María y decide poner toda su vida allí solo colgada de la palabra de Dios. Ha pasado de la soledad, de la decepción, de la tristeza. Quería denunciarla, no quería denunciarla a María y la iba a abandonar en la más absoluta soledad. Y ahora ha pasado a la confianza total en Dios. Ha pasado a la fe y a vivir este encargue de cuidar al niño y de cuidar a la Madre”.

El segundo aspecto de la vida de José que destaca Ojea es “su valentía creativa, diría el Papa Francisco en su carta sobre San José”. En palabras del obispo argentino, “José cuando es sorprendido por la adversidad puede rearmarse. Pensemos en un hombre que tiene que ir al exilio, que tiene que compartir lo que significa como sufrimiento el vivir en otro país con otra lengua, quizá el tener que realizar otros trabajos, otro tipo de adaptación, otro tipo de sufrimientos, el sufrimiento propio del migrante. Y, sin embargo, José acepta estos desafíos. José se lanza a cumplimentar estos desafíos”.

Respetar la voluntad de Dios

En tercer lugar, ha resaltado “la imagen de Padre que le da José al niño. El niño aprende a conocer a Dios Padre a través de la imagen de José. Es José trabajando, José enseñándole, José besándolo, José cambiándole los pañales. Es José, es la ternura de José que no dice una sola palabra, que es el puro corazón del Evangelio, el puro corazón que cree. José no retiene al niño en su propio movimiento como guardándoselo para sí, no es un padre posesivo, sino que respeta la voluntad de Dios y respeta el camino de Jesús. Es un padre que orienta, pero al mismo tiempo que deja libertad”.

Finalmente, llamó a pedir al Señor “poder nosotros junto a esta figura extraordinaria del Adviento esperar al niño con el silencio de su oración, con la entereza de su caridad y con la valentía de su fe”.