Manipulación

El dinero siempre estuvo ligado a la corrupción y al poder. También en tiempos de Jesús de Nazaret como recoge el Evangelio de hoy, y como le pasó a El mismo, en que el poder político-religioso sobornó a uno de los suyos para quitarlo de en medio porque estorbaba y amenazaba sus intereses.

“Dios creó el hombre a su imagen y semejanza, pero el hombre le devolvió el favor creando un dios a su imagen y semejanza” (Federico Nietzsche).

El texto evangélico de hoy termina con una frase lapidaria de Jesucristo: “No podéis servir Dios y al dinero”.

El dios dinero, es, justamente, el que hemos creado los humanos, el cual lleva a muchas personas a sacrificarle la honradez, la justicia, la ética, la lealtad, los sentimientos más nobles, incluso miles y miles de vidas humanas. El dios dinero es el ídolo más grande de nuestro tiempo, detrás del cual está la ambición absoluta de poder, están las guerras, las conquistas, los sobornos, la corrupción económica y política. Es el dios más cruel de todos cuantos ha conocido la historia de la humanidad, que cada vez amenaza más el futuro del hombre y del planeta.

Recordando las palabras que María de Nazaret, la madre de Jesús, pronunció en presencia de su prima Isabel: “El Poderoso… desplegó la fuerza de su brazo para dispersar a los soberbios, derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada”. Por eso no nos queda más remedio que decir:

-Qué se acaben los ricos para que se acaben los pobres.

-Que se acaben los grandes para que se acaben los pequeños.

-Que se acaben los poderosos para que se acaben los débiles.

-Que se acaben los injustos para que se acaben las injusticias.

-Que se acaben los manipuladores de Dios por las religiones para que se acabe la manipulación del hombre por ellas.

-Que se acaben los manipuladores del pueblo para que se acabe la manipulación de la gente, como vemos estos días en un país europeo, donde miles de personas permanecen en fila hasta 20 horas para rendir tributo, incluida incluso la genuflexión, a quien acumuló una riqueza de 427 millones de euros, viviendo además en suntuosas mansiones, mientras más de 1000 millones de personas pasan hambre en el mundo. ¡Qué buen resultado da mantener al pueblo en la ignorancia, en la ingenuidad, en la simpleza, en la credulidad, en el infantilismo, en una fe falsa, en la mitología, en la magia…!

“Qué sería de los pobres si no fueran los ricos”, dijo alguien, aludiendo a que la “limosna” del rico alivia la indigencia del pobre. La respuesta a esa ingenuidad es así de clara: “si no hubiera ricos no habría pobres”, porque los ricos (personas, países) son los culpables de la pobreza de los empobrecidos. Quien así lo entienda ha entendido algo de lo que pasa en este mundo.

Por eso, la fe, no es creer en Jesucristo, sino que la fe es seguir a Jesucristo, para hacer en este mundo lo que El hizo para el bien de la Humanidad y la Creación, para que todo ser viviente pueda vivir con dignidad en esta vida. Todo aquello que no nos lleve a compartir personal y solidariamente la realidad de los oprimidos no sirve para nada, porque sin compartir su realidad, todo lo demás son historias…

Por ejemplo, compartir solidaridad con las Mujeres de África que sufren elefantiasis en las extremidades inferiores y tienen que trabajar la tierra en esas lamentables condiciones.

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