María, Madre de Dios hecho hombre

Celebramos hoy la fiesta de María Madre de Dios. Pero Dios es un Misterio insondable para la capacidad humana. Está más allá de nuestra posibilidad de comprensión. Pertenece a una dimensión que nos supera, la que llamamos trascendencia, por eso lo calificamos como el TRASCENDENTE. De ahí que, a Dios, nadie de este mundo lo ha visto jamás. Nosotros estamos en la inmanencia y Dios está en la trascendencia, la cual es inasequible a nosotros. Por eso san Juan dice que a Dios nadie lo ha visto jamás.

Si bien es evidente que nosotros somos incapaces a llegar a Dios, El sí puede llegar a nosotros, y justamente es lo que ha hecho, haciéndose ser humano, y haciéndolo como lo hacemos nosotros, o sea, naciendo de una mujer, y lo hizo en Jesús de Nazaret, compartiendo en todo nuestra condición humana, pasando por uno de tantos, no como señor, no como poderoso, no como emperador, sino como un humilde esclavo, como nos lo enseña San Pablo en una de sus cartas (Filipenses 2,7). Así hizo suyas las penurias, las debilidades, las carencias, los sufrimientos, las impotencias, las limitaciones que experimentamos y tantas veces sufrimos los seres humanos.

Pues bien, esa mujer de la cual nació Jesús como ser humano, fue María de Nazaret. Dios se HUMANIZO en Jesús de Nazaret. Por eso nos dirigimos a María como la Madre de Dios. Dios se nos da a conocer en Jesús de Nazaret. Jesús no escogió ninguna reina, ni princesa, ni infanta, ni grandeza para hacerse ser humano. A la pregunta de quién es Dios, no tenemos más respuesta que lo que vemos en Jesús: que fue un ser lleno de humanidad, de fraternidad, de amor, de justicia, de comprensión, de bondad, de misericordia, de delicadeza, de ternura, de cercanía, de acogida a los más débiles, indigentes, enfermos, hambrientos, maltratados, despreciados, marginados. Por eso el Evangelio dice que Jesús pasó curando toda enfermedad y dolencia del pueblo. Pues bien, así es Dios. En el ser humano de Jesús conocemos a Dios y nos relacionamos con Él.

Seguro que muchos de esos grandes valores que vemos en Jesús, los recibió de lo que vio en su madre, María de Nazaret, una mujer pobre, sencilla, de una aldea casi desconocida y despreciada, que se calificaba a sí misma como “esclava del Señor”.

¡Ay, si los seres humanos nos hiciéramos esclavos unos de otros, para estar al servicio unos de otros, como Jesús y María, para compartir todo con todos! El mundo sería infinitamente más feliz, pero vivimos en un sistema neoliberal capitalista de mercado, que lamentablemente nos lleva cada vez más justamente por el camino contrario, y así hay tanta ambición, tanta injusticia, tanta desigualdad, tanto sufrimiento injusto y absurdo, tanta violencia, tanta guerra, tantas muertes injustas y prematuras para miles y miles de personas, y especialmente de niños y niñas, que no tienen culpa de nada…  Tu María, que huiste a Egipto para defender la vida de Jesús, toca la mente y el corazón de los seres humanos para cuidemos la vida de los niños y niñas como lo más santo y sagrado de este mundo, y veamos en ellos la presencia real del mismo Jesús. ¡Cuánto nos falta para hacer presente en el mundo al Buen Dios de Jesucristo!   

Empecemos por desearnos mutuamente un feliz año nuevo 2024. Faustino

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