Mucho más apoyo al Papa Francisco

Hemos dedicado dos comentarios recientes a apoyar al Papa Francisco, sobre todo ante los ataques de que ha sido víctima de los sectores más ultraconservadores e integristas de la propia Iglesia católica, es decir, de los de la propia casa. Eso mismo le pasó a Jesucristo: pertenecía a la religión de Israel, en ella había sido educado, pero se daba muy bien cuenta de que aquella religión plagada de ritos, de imposiciones, de preceptos y leyes (613 mandamientos), no solo no daba respuesta a las necesidades más perentorias de la gente, sino que la esclavizaba, le hacía sufrir, la explotaba, y solo favorecía a sus dirigentes, como los escribas, los sacerdotes del templo de Jerusalén, los fariseos, los letrados. Jesús los acusa de imponer grandes cargas a los demás y de que ni un dedo movían para ayudar a llevarlas (Mateo 23,4-15). Aquellos dirigentes ponían toda la fuerza y todo el empeño en lo sagrado, en lo religioso, en el culto del templo, y los irritaba que Jesús ayudara a la gente, porque a Jesús acudían todos los que sufrían, los enfermos, los que pasaban hambre, los que se sentían agobiados y marginados, que eran multitud; y en cambio aquellos dirigentes acudían a El para acusarlo de violar las leyes religiosas del Templo, de que era un blasfemo, impostor, subversivo y poner en peligro la estabilidad del país (Ver Maros 2,7; Mateo 27,63; Lucas 23,2; Juan 11,58).

Jesús puso el mayor interés y esfuerzo en lo humano, en el bien de la gente, en la dignidad de las personas, en la satisfacción de sus necesidades más importantes, como la salud, la alimentación, el valor de cada persona, y en especial la de los pobres, maltratados, despreciados, marginados, excluidos y vilipendiados, como los niños y las mujeres, es decir, en lo que le preocupa a todo el mundo, a cada persona, en lo que a todos nos interesa. Jesús nunca exigió sumisión, obediencia y sometimiento a ningún ser humano, porque Jesús no quería súbditos, sino seguidores, compañeros de camino y luchadores por el bien de todos. Esto le resultó muy duro a Jesús, hasta el punto que los letrados (los que se consideraban los entendidos) le acusaron de tener dentro a Belzebú, el jefe de los demonios, y curar a los enfermos por su poder (el Evangelio de hoy narra la curación de un leproso. En 2019 aun había más de 202.000 leprosos en el mundo, según la OMS). Jesús tenía una gran resistencia sicológica y espiritual para resistir semejantes ataques, que cada vez iban a más, hasta el punto de querer matarlo despeñándolo por un barranco (Ver Lucas 4,29), lo que al final acabaron consiguiendo de la autoridad política, pidiéndole a Pilato, condenarlo a muerte y nada menos que muerte de cruz, la más cruel que entonces existía. Pero Jesús estaba tan convencido de su misión y su mensaje, que se enfrentaba a todo, y hasta cuando estaba agonizando en la cruz tuvo la grandeza y el valor de decir: “Padre, perdónales, que no saben lo que hacen”.

Jesús se sentía el servidor de todos (Marcos 10,45) y quería responder a aquellas gentes que acudían a El en multitud porque encontraban en Jesús respuesta a sus carencias, necesidades y aspiraciones más profundamente humanas, como la salud, la alimentación (el primer instinto del ser humano: lo primero que hacemos nada más nacer), además de sentirse acogidas, comprendidas, respetadas, queridas. Su humanidad era de tal grandeza que, por atender a la gente, dejaba de comer y descansar, porque, literalmente dice el Evangelio que “se le conmovían las entrañas” (Evangelio de Mateo 15,32) al ver a la gente tan llena de penurias y necesidades. Nunca les manda ir al templo a orar, sino que Jesús los acoge, los comprende y acepta, sean como sean, de tal manera que los lleva espontáneamente a Dios y por eso “alababan a Dios diciendo: un gran profeta ha surgido entre nosotros y Dios a visitado a su pueblo” (Evangelio Lucas,  7,16-17).

Francisco quiere renovar la Iglesia, es decir, renovarnos a todos,  para que ella y nosotros seamos fieles seguidores de Jesucristo, para hacer en este mundo lo que El hizo. Pero si en vez de ayudarle a él y ayudarnos unos a otros le ponemos y nos ponemos palos en las ruedas, nunca haremos en este mundo lo que debemos hacer como seres humanos y más como creyentes, seguidores de Jesús.

Hay algunos puntos que son de máxima prioridad:

a)Conferir a las mujeres en toda la estructura de la Iglesia las mismas facultades, que tienen los hombres. A lo mejor es necesario redefinir esa estructura jerárquica y esas facultades, pero, sean las que sean, que hombres y mujeres participen indistintamente en todas ellas. Es necesario acabar con la marginación histórica de la mujer en la Iglesia y así reparar una injusticia de muchos siglos, cometida contra ellas. La situación actual de marginación total de la mujer en la Iglesia se hace cada vez más insostenible. Jesús no actuó así con ellas, y les confió el hecho cumbre de su vida: la resurrección. Este solo hecho ya debería ser más que suficiente para darles el máximo reconocimiento en la Iglesia, pero parece que hay muchos, incluidos jerarcas, que no leen el Evangelio.

b)En consecuencia, es necesario cambiar a fondo la composición del organigrama de toda la Iglesia de arriba-abajo, para conseguir una paridad real hombres-mujeres, para que la Iglesia sea antropocéntrica y no totalmente androcéntrica como ahora, y el patriarcalismo pase a la historia, y que a las mujeres no se les impida absolutamente nada por el hecho de ser mujeres, de tal manera que no haya distinción alguna entre ser varón o ser mujer en la Iglesia.

Nota.-Francisco acaba de designar a tres mujeres para formar parte del C9, o sea, del Consejo de Cardenales del Vaticano, entre ellas una Obispa anglicana, para “desmasculinizar” la Iglesia de cara a la segunda parte del Sínodo.  Una de ellas, Linda Pocher, afirmó: "El Papa está muy a favor del diaconado femenino, está tratando de entender cómo ponerlo en práctica". Falta mucho, mucho, por hacer, pero algo es más que nada. Anímate, hermano Francisco, a dar pasos cada vez más firmes en esta dirección.

b)Poner los bienes de la Iglesia, de manera racional y responsable,  al servicio de los más empobrecidos y necesitados de este mundo.

c)Democratizar la Iglesia, para que la Comunidad Cristiana participe en la elección de las personas que necesite la Comunidad, distinguiendo bien entre Elección y Ordenación.

d)Abrirse a reconocer a otras opciones cristianas, que tienen objetivos comunes de construir el Reino de Dios en este mundo para el bien de la Humanidad y la Creación.

Hermano Francisco: Falta mucho por hacer. Jesús dijo: “A nadie llaméis Padre sobre la tierra, porque todos vosotros sois hermanos”. (Mateo 23,9) ¿No te parece que sobran esas simplezas de Santo Padre, de Reverendísimo, de Su Excelencia, eso de vivir en Palacios? Tu te fuiste a Santa Marta, muy bien. Pero, los Obispos y Cardenales, ¿no deberían seguir tu ejemplo y dejar todos ellos sus palacios y dedicarlos para servicios comunitarios, como para acoger a inmigrantes, a sin techo, a mujeres maltratadas, a niños de la calle, desahuciados…? ¿Dejar los anillos de oro extraído de la tierra con trabajo de sangre de niños esclavos? ¿Dejar báculos lujosos, coches de gama alta? En una familia normal, todo está al servicio de todos: en la propia Iglesia, ¡cuánto nos falta para ser familia, cuánto nos falta para ser hermanos! ¡¡¡Y en el mundo!!!

Fíjate, Francisco, cuánto falta por hacer para que:

-Se acaben los ricos para que se acaben los empobrecidos.

-Se acaben los opresores para que se acaben los oprimidos.

-Se acaben los grandes para que se acaben los pequeños.

-Se acaben los fuertes para que se acaben los débiles.

-Se acaben los injustos para que se acaben las injusticas.

-Se acaben los maltratadores para que se acaben los maltratados.

-Se acaben los violentos para que se acabe la violencia.

-Se acaben los guerreros para se acaben las guerras.

-Se acaben los abusadores para que se acaben los abusados.

-Se acaben los ambiciosos para que se acabe la ambición.

-Se acaben los traficantes de droga para que se acaben los drogadictos.

-Se acabe la ambición de tener, para que se acabe la ambición de poder.

Para acabar con todo esto tan difícil, Hermano Francisco, NECESITAS MUCHO MAS APOYO: que el Espíritu Santo de Dios te dé fortaleza, capacidad de decisión y acierto para seguir adelante y que tu y el Sínodo que has convocado con participación de toda la Iglesia, marquéis un antes y un después en su vida para que cumpla su misión en el mundo con plena eficacia liberadora integral, inmanente y trascendente, siguiendo el mismo camino marcado por Jesús.

Cuanto más busquemos todos contigo esos objetivos más feliz será la Humanidad, más felices serán todas las criaturas, y más felices seremos cada uno de nosotros.

Feliz domingo a tod@s.-Faustino

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