"Es extraño ese Dios de los Estadios" "Ermita o estadio"

Trump en el funeral de Charlie Kirk
Trump en el funeral de Charlie Kirk

"Reflexión sobre la gran concentración político religiosa que presidió Trump el sábado pasado"

"No es respuesta, no es tanto contestación al mitin-misa en el gran Estadio, es más un tímido apuntar a la fe desnuda y sencilla, un discreto señalamiento del sendero que llevaba a la Ermita…"

¿Era sermón o mitin? ¿Hubiera podido acoger un gótico de grandes rosetones y penetrante luz tamaño desvarío? Es extraño ese Dios de los Estadios. En el inmenso aforo deportivo una devoción catártica, una proclama radical, fundamentalista sube alto el volumen. Llega a pitar en los oídos, a provocar cierta estridencia que se retransmite a todos los confines. El rencor humano es encumbrado, amparado sin rubor en razón de religión o Estado. Cuando se arma a Dios de vil metal y cuestionables intereses, necesitaremos más que nunca del silencio y su Dios discreto de paz, pesebre y desierto.

¿Era templo o cancha? Cuando el hombre más poderoso de la tierra agarrado a una cruz, amparado en su credo, clama en alto venganza tras una mampara de cristal; cuando Dios queda convertido en peligrosa munición arrojadiza, cuando la fe del odio llena Estadios de cien mil personas…, ¿qué haremos con nuestra búsqueda de cueva o ermita, con nuestra fe pequeñita, tantas veces vacilante, discreta del amor fraterno, el perdón y la reconciliación?

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¿Qué haremos con la religión de nuestros mayores que nos conminaron siempre a olvidar la ofensa, a compadecer al abusador, al agresor antes que al agredido? ¿Qué espacio restará para la fe que no condena a muerte, sino que alienta vida? Cuando los magnates aseguran tener a Dios de su parte, de su fortuna, de su megalomanía, ¿dónde hallaremos al Dios sencillo que prefiere quedarse en la calle, fuera del Estadio y del Estado, con los que no tienen entrada, ni sitio en medio de los humanos?

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Nos quedaremos con el Dios peregrino, de gastadas sandalias, alejado de las torres rascacielos. Cuando afirman que Dios está con su nación, con ellos y sus abusos, con su errada ambición de ser grandes a costa de los otros, no reivindicaremos otro Dios, no lo proclamaremos, no lo abanderaremos. Nos camuflaremos en la gélida nada, aparentaremos ateísmo de larga gabardina y dilatada trayectoria. No ataremos a Dios a ningún trapo, a ninguna nación, a ninguna porción exclusiva de humanidad. Cuando nos quiten hasta las palabras no las buscaremos. Nos quedaremos con nuestros silencios permitiendo que la Presencia brote, se empodere lentamente, aflore sin ningún abono, altavoz, ni padrino. Nos quedaremos callados, vacíos de discursos, proclamas y sermones que lleguen del mundo despistado.

No tenemos ya nada que defender, menos aún al Espíritu sin Nombre, al Amor sin condición. No lo encerraremos en Estadios deportivos gigantescos ningún sábado por la noche. No tenemos necesidad de pasear nada, menos aún lo ínfimo que hayamos podido descubrir del Innombrable en nuestro seno. Nos quedaremos con lo puro, generoso y noble que nuestra memoria desempolve; con nuestras certezas personales, intransferibles, con nuestra Conciencia emergente, con nuestra sed de retiro y soledad, que rehúye las grandes concentraciones y sus multitudes fervorosas.

Sólo la viuda del activista asesinado se atrevió con el perdón. Puede llevarse Trump a Dios al frente de sus ejércitos, de sus negocios, a presidir sus mítines-misas transmitidos al mundo entero. Nosotros nos encomendaremos a Aquél que caminó descalzo, a Aquél que sólo quiso amar y sanar, que prometía una Vida que no se acaba y cuyo Amor nunca supo del reverso del odio.

El Dios de Trump avanza pero nosotros no le pondremos barricada. Sólo nos despertaremos más temprano. Remontaremos la cumbre, saludaremos al Sol, fuente de vida y de amor. Nos quedará el corazón abierto para seguir orando, infinitamente agradeciendo. Nos quedará el silencio, la capacidad de asombrarnos y maravillarnos ante Creación; nos quedarán los pies para seguir danzando, glorificando y las manos sudorosas para seguir, hasta el último instante, construyendo aquel otro mundo junto a nuestros hermanos.

Charlie Kirk

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