"Bastó una valerosa y oportuna sílaba para desconcertarnos por entero" La luz de Rosalía
"Tras 'Lux', los defensores de la capilla única y amurallada tienen sobrados motivos para ensanchar su pentagrama y doctrinario o echarse a temblar"
"La sed de 'Lux', a la que canta Rosalía en su último y revelador disco, es en realidad la urgida sed de luz, de paz y genuino amor del mundo entero"
"El credo masculino y absoluto ha salido algo malparado de ese estudio de grabación al otro lado de las aguas"
"Tras prolongado tiempo profano, estamos volcando para dentro. 'Los domingos' y fiestas de guardar escucharemos esa Rosalía blanqueada a la vuelta de sus ventoleras y laberintos internos… Urgimos de la nota aguda, culminante de ópera que nos catapultara a alguna suerte de nirvana"
"El credo masculino y absoluto ha salido algo malparado de ese estudio de grabación al otro lado de las aguas"
"Tras prolongado tiempo profano, estamos volcando para dentro. 'Los domingos' y fiestas de guardar escucharemos esa Rosalía blanqueada a la vuelta de sus ventoleras y laberintos internos… Urgimos de la nota aguda, culminante de ópera que nos catapultara a alguna suerte de nirvana"
A su relación con Dios sólo quiere ponerle lirismo místico y canción. De repente, con la inocente magia de su privilegiada garganta se carga sin quererlo siglos de dogma, severas pautas y estrechos catecismos. Mañana habrá capillas para todos los gustos y colores. Si innumerables son los Caminos hacia la Cima, también los campamentos base. Su sagrario sin altar fue un acolchado estudio de grabación en Los Ángeles. Su ascesis se prolongó durante dos años. Como quien no quiere la cosa, a cuánta juventud no hará que torne su mirada hacia lo Alto. Tras “Lux”, los defensores de la capilla única y amurallada tienen sobrados motivos para ensanchar su pentagrama y doctrinario o echarse a temblar.
Rosalía confiesa que llevaba toda su vida preparándose para esto. En realidad, la cantante, tan a menudo sexy y provocadora, la estaba tramando en el mejor de los sentidos. Estaba presentando la fe de una forma inspirada y bella para el gran público, estaba dando tremendo empujón a la trascendencia despojada de etiqueta: “Puede haber una forma más inclusiva y abierta de entender la fe y la espiritualidad”. Nos ha ganado con su confesión sincera, con su fe en ese Dios sin fronteras, apasionado por el sonido y la música.
Bastó una valerosa y oportuna sílaba para desconcertarnos por entero. La soltó inesperadamente en el corazón de la gran ciudad. La sed de "Lux", a la que canta Rosalía en su último y revelador disco, es en realidad la urgida sed de luz, de paz y genuino amor del mundo entero. Hay que saber descubrir la luz fuera de donde acostumbramos encontrarla. Hay otra sacralidad más allá de la que habitualmente frecuentamos; otras formas, a menudo insospechadas, de llegarse al Innombrable. El credo masculino y absoluto ha salido algo malparado de ese estudio de grabación al otro lado de las aguas.
Su hastío del mundo y del submundo, que ella misma, en alguna medida, había fomentado, nos ha beneficiado a todos. No hay por qué dudar de que su voluntad de remontar en altura sea genuina. Mejor ese algodón celeste, en el que la encumbrada artista flota, que el bajo astral, al que por lo general, la música moderna nos invita. No somos quién para juzgar en el nuevo álbum eventuales dosis de frivolidad o oportunismo. Toda oportunidad es bendita si hace tornar la mirada hacia la "Lux"; si hace brotar sincero interés por Ella, si alienta su sed a la vuelta de los desengaños.
“Se le rompió el amor…” y se fue en pos de las santas de los más diferentes tiempos y latitudes. Si ella se pone en camino de ese superior Edén, cuántos, cuántas no querrán tomar la misma Senda. Quizás se cansó de los raperos, de los chicos de barrio que no terminan de cobrar altura, que no sobrevuelan asfaltos. El ancho saliente de sus gorras quizás les impide gozar la caricia del Sol. No nos sorprende que la universal cantante haya ido tras la mística femenina, tras un “hit parade” menos mediático y más oculto. Transmuta el desencanto y vuelve al mundo con compañía inestimable.
"'Buena nueva' constituye aquello que eleva, que embellece, que acerca hacia Dios. La popular catalana cumple todos los requisitos"
No importan los devaneos previos si un día tomamos vestimos un hábito claro y enfilamos a la luz. Mejor cantar a las que lo dieron todo, que a quienes lo quieren todo para sí. No es de extrañar que con esa voz dentro de su pecho, haya decidido trazarse ese horizonte excelso, haya ido tras Simone Weil, Hildegarda de Bingen, Juana de Arco o Santa Olga de Kiev… Su singular devoción por la música ya era algo divina, de otro mundo. Esa devoción no tardó en agenciarse nívea túnica y lanzarse a correr por Callao. “Lux" es, por encima de todo, “buena nueva”. “Buena nueva” constituye aquello que eleva, que embellece, que acerca hacia Dios. La popular catalana cumple todos los requisitos.
Tras prolongado tiempo profano, estamos volcando para dentro. “Los domingos” y fiestas de guardar escucharemos esa Rosalía blanqueada a la vuelta de sus ventoleras y laberintos internos. Nosotros también hemos errado despistados, hemos necesitado nutrir un espíritu abandonado. Urgimos de la nota aguda, culminante de ópera que nos catapultara a alguna suerte de nirvana.
“Lux-lucis”, en realidad nuestros mayores, más que a declinar, más que a seguir a Caesar en sus brutas correrías por la Galia, lo que querían era que aprendiéramos a cantar sublime en latín.
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