Pensamiento de un filosofante
por Luis Garagalza
Universidad del País Vasco
Exposición
El pensamiento del filósofo o filosofante Andrés Ortiz-Osés responde a una filosofía del sentido y sinsentido del hombre en el mundo, coafirmando una dialéctica implicativa o dualéctica de los contrarios. El estudio del sentido existencial del hombre en el mundo se realiza a través de la elaboración de una Hermenéutica simbólica, en la que se distingue la cosmovisión matriarcal-naturalista (preindoeuropea y vasca), patriarcal-racionalista (indoeuropea y semita) y fratriarcal-personalista (Hermes heleno y cristianismo, democracia política), apostando por la re-mediación de los opuestos y la des-heroificación del hombre.
Esta crítica del heroísmo se proyecta en la idea biofísica de la “progreregresión”, la cual concibe la progresión o expansión del universo a costas de su regresión o impansión, al modo como la vida se paga con la muerte y Dios se afirma junto al negativismo del diablo.
Ello conduce a una filosofía cosmovisional de carácter coimplicativo o coimplicacional, que el autor denomina como coimplicacionismo simbólico. Se trata de una visión antiheroica que desemboca en la concepción del sentido como verdad encarnada o humanada, un sentido que se define como “sutura simbólica de la fisura real”. De este modo, el autor desecha tanto el absolutismo de la razón y la verdad, como su relativismo típicamente posmoderno, considerando el sentido como un “relaciocinio” en el horizonte de un relacionismo hermenéutico (en línea con el correlacionismo de Amor Ruibal).
Subyace a toda esta visión ortiz-osesiana una revisión simbólica del concepto tradicional de Dios, al considerarlo filosóficamente no ya como razón-verdad desencarnada, sino como símbolo del símbolo o arquetipo del simbolismo. Aquí simbolización dice significación, por lo que Dios sería el protosímbolo del sentido existencial. Este sentido existencial comparece en el “alma” como ámbito de intersección de la materia y del espíritu, redefiniendo el alma y lo anímico como afección o aferencia de sentido, traducible como amor.
Si el amor es la apertura radical a la otredad, la muerte es la apertura a la otredad radical (trascendencia). Amor y muerte sellan en la filosofía ortiz-osesiana un pacto simbólico de coimplicación de los opuestos. Por ello nuestro autor acaba definiendo el sentido de la vida como “amors”, síntesis de amor y muerte (mors). En este pacto se revela la coimplicidad de las diferencias en su relacionalidad ontosimbólica, complicidad que sería la clave del sentido latente del universo, pero también de su sinsentido patente.
Comentario
Mientras que la verdad clásica dice adecuación de la razón a lo real o de lo real a la razón, el sentido dice en Ortiz-Osés inadecuación entre la razón y la realidad. Esta inadecuación o contradicción sólo puede salvarse hermenéuticamente por la relación de la razón y lo real, mente y materia, espíritu y cuerpo, en el médium simbólico del “alma” como razón afectiva: en donde el corazón funge como “co-razón” de la propia razón.
Frente a la verdad abstraída por la razón de una realidad disecada, el sentido aparece aquí como el efecto del afecto, el logos del alma como conjugación de anima y animus, aferencia y referencia. Por todo ello, mientras que la verdad es adecuada a la realidad cósica, el sentido resulta inadecuado y sólo adecuado a la realidad humana o humanada, encarnada o existencial. Ello connotaría una filosofía antropológica, basada en un poshumanismo que no propone al hombre el papel central de la creación, sino el papel medial de tránsito o transición de una evolución abierta.
La consecuencia de todo ello es que nuestro autor no se sitúa en la modernidad propiamente tal, ni tampoco en la posmodernidad impropiamente tal, sino en lo que denomina la intramodernidad: la cual se describe como la búsqueda del sentido desde el alma o corazón de la modernidad. El reto de nuestra cultura del sinsentido es el sentido, pero un sentido no abstracto o absoluto sino relacional y abierto, por cuanto asunción o sutura del sinsentido dado. Desde esta perspectiva, el sentido aparece como la alteridad o alteración de lo real reificado u obturado, o sea, como otración u otraje, en expresión del autor, frente a la postración de lo real irrealizado.
Conclusión
En síntesis, el sentido (humano) es el criterio o baremo de realización de la realidad: una realidad amenazada de muerte por el sinsentido (inhumano).
Universidad del País Vasco
Exposición
El pensamiento del filósofo o filosofante Andrés Ortiz-Osés responde a una filosofía del sentido y sinsentido del hombre en el mundo, coafirmando una dialéctica implicativa o dualéctica de los contrarios. El estudio del sentido existencial del hombre en el mundo se realiza a través de la elaboración de una Hermenéutica simbólica, en la que se distingue la cosmovisión matriarcal-naturalista (preindoeuropea y vasca), patriarcal-racionalista (indoeuropea y semita) y fratriarcal-personalista (Hermes heleno y cristianismo, democracia política), apostando por la re-mediación de los opuestos y la des-heroificación del hombre.
Esta crítica del heroísmo se proyecta en la idea biofísica de la “progreregresión”, la cual concibe la progresión o expansión del universo a costas de su regresión o impansión, al modo como la vida se paga con la muerte y Dios se afirma junto al negativismo del diablo.
Ello conduce a una filosofía cosmovisional de carácter coimplicativo o coimplicacional, que el autor denomina como coimplicacionismo simbólico. Se trata de una visión antiheroica que desemboca en la concepción del sentido como verdad encarnada o humanada, un sentido que se define como “sutura simbólica de la fisura real”. De este modo, el autor desecha tanto el absolutismo de la razón y la verdad, como su relativismo típicamente posmoderno, considerando el sentido como un “relaciocinio” en el horizonte de un relacionismo hermenéutico (en línea con el correlacionismo de Amor Ruibal).
Subyace a toda esta visión ortiz-osesiana una revisión simbólica del concepto tradicional de Dios, al considerarlo filosóficamente no ya como razón-verdad desencarnada, sino como símbolo del símbolo o arquetipo del simbolismo. Aquí simbolización dice significación, por lo que Dios sería el protosímbolo del sentido existencial. Este sentido existencial comparece en el “alma” como ámbito de intersección de la materia y del espíritu, redefiniendo el alma y lo anímico como afección o aferencia de sentido, traducible como amor.
Si el amor es la apertura radical a la otredad, la muerte es la apertura a la otredad radical (trascendencia). Amor y muerte sellan en la filosofía ortiz-osesiana un pacto simbólico de coimplicación de los opuestos. Por ello nuestro autor acaba definiendo el sentido de la vida como “amors”, síntesis de amor y muerte (mors). En este pacto se revela la coimplicidad de las diferencias en su relacionalidad ontosimbólica, complicidad que sería la clave del sentido latente del universo, pero también de su sinsentido patente.
Comentario
Mientras que la verdad clásica dice adecuación de la razón a lo real o de lo real a la razón, el sentido dice en Ortiz-Osés inadecuación entre la razón y la realidad. Esta inadecuación o contradicción sólo puede salvarse hermenéuticamente por la relación de la razón y lo real, mente y materia, espíritu y cuerpo, en el médium simbólico del “alma” como razón afectiva: en donde el corazón funge como “co-razón” de la propia razón.
Frente a la verdad abstraída por la razón de una realidad disecada, el sentido aparece aquí como el efecto del afecto, el logos del alma como conjugación de anima y animus, aferencia y referencia. Por todo ello, mientras que la verdad es adecuada a la realidad cósica, el sentido resulta inadecuado y sólo adecuado a la realidad humana o humanada, encarnada o existencial. Ello connotaría una filosofía antropológica, basada en un poshumanismo que no propone al hombre el papel central de la creación, sino el papel medial de tránsito o transición de una evolución abierta.
La consecuencia de todo ello es que nuestro autor no se sitúa en la modernidad propiamente tal, ni tampoco en la posmodernidad impropiamente tal, sino en lo que denomina la intramodernidad: la cual se describe como la búsqueda del sentido desde el alma o corazón de la modernidad. El reto de nuestra cultura del sinsentido es el sentido, pero un sentido no abstracto o absoluto sino relacional y abierto, por cuanto asunción o sutura del sinsentido dado. Desde esta perspectiva, el sentido aparece como la alteridad o alteración de lo real reificado u obturado, o sea, como otración u otraje, en expresión del autor, frente a la postración de lo real irrealizado.
Conclusión
En síntesis, el sentido (humano) es el criterio o baremo de realización de la realidad: una realidad amenazada de muerte por el sinsentido (inhumano).