Puerto Venecia: realidad e ilusión

Puerto Venecia es el gran Parque comercial y de ocio en Zaragoza, cuyo nombre evoca la laguna veneciana. Y, en efecto, este gran Centro es como un cuadrado de comercios, salones y restaurantes, centrado en un lago o canal pintoresco. El Parque se yergue como un oasis en medio del desierto, como la apertura acuática de la ciudad por arriba, tras haberse abierto al río Ebro por abajo, ambas herencias de la Expo del agua.

Puerto Venecia recuerda los grandes Centros comerciales y de ocio en Canarias, nuestras islas afortunadas. Ocio y negocio se complementan en este islote de fantasía en tiempos de penuria. Este gran ámbito de encuentro ciudadano en los límites urbanos parece una burbuja: esperemos que no se desinfle, pinche ni estalle, y no lo parece habida cuenta de tantos visitantes.
Observo todo este ambiente lúdico como si se tratara de un globo coloreado de ilusión. La ilusión es la felicidad con burbujas, o sea, gasificada. Ahora bien, sin gas o ilusión no se puede sobrevivir, aunque la sola ilusión lleva a la inflación. De ahí la necesidad del ocio y el negocio, del esparcimiento y la compraventa.

Debo tener amigos tan sosos y decrépitos como yo mismo, ya que no me ponderaron semejante recinto multicolor, pero fui bien informado por mi joven sobrina. Lo he visitado en pleno verano, el día de la fiesta de la Trasfiguración de Jesús en el monte Tabor, desde cuya altura aún puede admirarse un panorama extasiante de Galilea a sus pies. Jesús era un galileo abierto de Nazaret, y no un judío cerrado de Judea, cuya rígida capital aún sigue siendo Jerusalén.
Ciertamente no me he trasfigurado en Puerto Venecia, pero me he quedado traspuesto, puesto que encarna la trasposición del yermo en humedad y de la sequedad en irrigación. Pictóricamente este Puerto portátil tiene que ver con el expresionismo fértil de Viola, emergiendo del impresionismo árido de Beulas. Acompañado de unos amigos vascos, deambulamos y degustamos junto al canal, al aire libre, la sólida gastronomía alemana, sublimada espirituosamente por la cerveza de trigo.

De esta guisa, rememoramos nuestros viejos tiempos de estudiantes en tierras germanas. Mientras que la cerveza común es de malta de cebada, la cerveza de trigo es de malta de cebada y de trigo, lo que le confiere un sabor suave y refrescante, achampanado. Al respecto, la cerveza de trigo es a la cerveza de cebada lo que el champán o cava es al vino.

Algunas personas reman lentamente en sus barquichuelos en el lago; en tierra ya firme un grupo de niños danzan sobre el agua de los surtidores a ras de suelo jolgóricamente. El contraste entre el fuego y el agua, el calor y los refrescos, el sol exterior y la refrigeración interior resulta aquí una auténtica vivencia cinestésica. La suave y bella música ambiente ayuda a la relajación y la ensoñación. Conviene volverse aquí un poco niño, en este ámbito ilusionista con su toque romántico en medio del desierto.

En este punto desertamos precisamente del desierto: esperemos que no se trate simplemente de un espejismo, palabra emparentada con la especulación. Por eso deseamos a Puerto Venecia realidad e ilusión.
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