La Virgen y el Pilar: cristiano y pagano

La Virgen María es la madre de Jesús: se trata de una aspecto esencial e histórico del cristianismo, de ahí la importancia de la figura de María y su maternidad en nuestra religiosidad popular. Pero he aquí que en esta religiosidad popular la Virgen Madre aparece bajo el aspecto de múltiples Vírgenes en diferentes lugares, de diferentes modos y con diversos nombres. El monoteísmo o unitarismo cristiano parece expresarse popularmente a través de una especie de politeísmo o pluralismo pagano, a través de múltiples imágenes de la misma Virgen bajo advocaciones diversas, todas convergentes empero en la compresencia benéfica de la maternidad divina de María y su influjo positivo, curativo o sanativo, milagroso.

En este aspecto religioso, el catolicismo ha sido más asuntor del paganismo que el protestantismo, que recela de toda superstición pagana y de toda contaminación mágica. En efecto, la Iglesia católica ha sido en esto más abierta y tolerante cultural y cultualmente, menos crítica o iconoclasta, bautizando o cristianizando antiguas tradiciones paganas, como ha mostrado el Círculo Eranos. Entre estas tradiciones paganas sobresale el culto tradicional a la Diosa Madre en sus diferentes advocaciones precristianas, que sin duda ha servido de trasfondo simbólico para la posterior veneración popular de la Virgen María. No se olvide que tanto en la Iglesia ortodoxa como en la católica, aunque no en el protestantismo, la Virgen María es la madre de Dios, por cuanto es la madre de Jesucristo.

Así que la Virgen María, como madre de Dios, se sobrepone al culto pagano a la Diosa Madre de los dioses, un culto matriarcal, matrial o matricial que se extiende por todo el mundo antiguo, como ha mostrado la arqueóloga Marija Gimbutas entre otros. Por eso no extraña que su título de Madre de Dios (Theotokos) provenga de Éfeso, el ámbito cultual de la vieja diosa Artemisa, la Virgen Fértil, y desde allí se propague a tantos centros marianos o mariológicos. Hay así cierta continuidad intrigante y positiva entre la antigua religiosidad cósmica (pagana) y la nueva religión espiritual (cristiana), ya que el auténtico cristianismo no destruye la naturaleza sino que la espiritualiza. Podríamos hablar de un proceso de sublimación de la maternidad natural, así como de su trasfiguración espiritual en el catolicismo.

La maternidad natural es el pilar o columna vertebral de la propia naturaleza en su sentido pro-creador, y por tanto el arquetipo fundamental de la antigua cosmovisión pagana de la vida. Por su parte, la maternidad natural espiritualizada es el pilar o columna vertebral de la religión católica. No extrañará entonces que el fundamento matricial del mundo se asocie en el paganismo al símbolo del árbol, la columna o el pilar, como en Creta y el mediterráneo, lo mismo que lo hace nuestra Señora del Pilar en un contexto cristiano. El Pilar de la Virgen Madre junto a las aguas madres del Ebro, es una especie de árbol de la vida mineralizado, como diría Arthur Evans, un símbolo que condensa la energía cósmica a modo de protección ritual y vital, ya que representa el basamento de la vida, la fundación y fundamento del ser, la matriz de la existencia, el origen matrial del universo y su carácter arquetípico de ónfalo u ombligo del mundo.

A partir de estas consideraciones generales, podemos observar en la Virgen del Pilar una especie de versión ecuménica o dialógica entre la religiosidad cósmica (pagana) y la religión espiritual (cristiana). El Pilar simboliza la base o basamento natural, con su simbología de piedra cuasi mágica de jaspe, mientras que sobre el pilar natural se yergue la Virgen símbolo de la sobrenaturaleza y la espiritualización cristiana. El Pilar se convierte así en una Piedra simbólica de encuentro cordial (petra cordis) entre paganos y cristianos, naturalistas y sobrenaturalistas, hombres y mujeres de buena fe, abiertos a cierta trascendencia. Por otra parte, no hay que olvidar que la propia Virgen del Pilar es la patrona de la Hispanidad, una hispanidad entrecruzada tanto por motivos paganos como cristianos.

De esta manera, ecuménicamente, la Virgen del Pilar puede/podría representar la concordia de las religiones y de las culturas, un símbolo de la paz religiosa, cultual y cultural. Pues no en vano es visitada tanto por los peregrinos cristianos como por los turistas cada vez más diversos y dispersos o disipados. A partir de aquí, unos y otros podemos contemplar en el templo, templete o cueva de la Virgen sobre el Pilar en Zaragoza, la figura de la Gran Madre (Magna Mater) cristianizada sobre el árbol mineralizado de la vida, la piedra sagrada que condensa la energía cósmica espiritualizada, el eje del mundo evocado por Mircea Eliade como mediación de tierra y cielo, naturaleza y sobrenaturaleza, materia y espíritu, inculturación o cultivo del alma.

Una tal mediación de inculturación o cultivo del alma, se realiza precisamente en el medio o médium simbólico del ánima o alma matrial del universo, representada por la Virgen Madre y su totemismo matricial (Matrix mundi). En este contexto, la Piedra sagrada es la piedra de toque de una religiosidad pagana y cristiana, la piedra como materia condensada o embarazada de energía espiritual, la materia que proviene del latín “mater”: la madre nutricia o sustentadora.
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