Entrevista con la autora del libro 'Cuidemos la vida Consagrada' Hortensia López Almán: "El Derecho Canónico debe prohibir rotundamente que una monja sea castigada sin juicio"

Hortensia López Almán
Hortensia López Almán

Hortensia López Almán, autora del libro 'Cuidemos la vida Consagrada' de la Editorial Círculo Rojo

En el libro, la autora analiza la vida religiosa desde la experiencia al estar 20 años en un Convento de Clausura, hasta su secularización

"Propongo en mi libro la creación de un organismo que ayude a los religiosos y sacerdotes que se secularizan a adaptarse a su nueva vida"

"A las monjas muchas veces nos tratan como a niñas o como discapacitadas mentales, que no tienen capacidad de tomar decisiones por si mismas, ni se tienen en cuenta sus sentimientos, sus criterios, sus deseos"

A la edad de veintiún años, Hortensia López Almán ingresa en un convento de la orden de Carmelitas Descalzas. Tras veinte años de vida religiosa, después de haber vivido en tres conventos, de verse envuelta en graves problemas, decide secularizarse.

Ahora, en este libro 'Cuidemos la Vida Religiosa', Hortensia López Almán hace un breve repaso de su estancia en los conventos y las razones por las optó a abandonar la Orden y secularizarse

- Vd. en el libro que acaba de publicar dice que hay que cuidar la vida consagrada, ¿a su juicio qué aspectos se tienen que cuidar dentro de la vida consagrada?

Lo primero y fundamental que hay que cuidar en la vida consagrada es la doctrina católica, hay muchos errores doctrinales entre los religiosos. Muchas monjas no conocen bien el catecismo.

Otro aspecto a cuidar es la atención por parte de los obispos, a los que están encomendados los conventos de clausura. Los obispos deben abandonar la indiferencia con que tratan los problemas de las religiosas, hacer un seguimiento de las denuncias que reciben, dar una atención personal a las monjas, desligándolas de la priora. Para el gobierno de la vida contemplativa femenina se echa en falta madres provinciales y madres generales, pues los obispos son en su mayoría sacerdotes diocesanos, no tienen experiencia de vida religiosa, y además son hombres. Hay cosas propias de mujeres que no entienden, y algunos temas las monjas necesitan hablarlo con mujeres.

"El Derecho Canónico debe mejorar en algunos aspectos, por ejemplo, prohibir rotundamente que una monja sea castigada sin juicio, suprimir los capítulos de culpas, contemplar la edad máxima para los cargos de priora, supriora, consejera y maestra de novicias"

Hay que formar desde el postulantado en la libertad y en el respeto hacia los demás.

Me he encontrado con mucha frecuencia, tanto entre las monjas como en religiosos, religiosas y sacerdotes, críticas hacia otros religiosos y sacerdotes porque su forma de vida y su pensamiento son diferentes y los consideran mal a su propio juicio. Esto hace un daño grandísimo —además de ser injusto y totalmente falto de caridad—.

Hay que educar en la libertad de tomar las propias decisiones sin anatematizar ni despreciar a los que se secularizan, enseñando que los dones de Dios son sin arrepentimiento, que la vocación es una llamada personal y depende de la conciencia de cada uno, que vida religiosa es aquella en la que se profesan las verdades de la fe, se lleva una vida de oración, se cumplen los mandamientos de la Ley de Dios y se frecuentan los sacramentos.

El convento, el hábito, son importantes, pero siempre secundarios y supeditados a esto. No educar en el miedo, si no en la libertad de espíritu. Y por supuesto hay que educar y no controlar, formar personas adultas y libres, solo cuando se actúa con libertad se da gloria a Dios.

Por último crear programas terapéuticos, como el programa del que hablo en mi libro —Kairós—, para ayudar a los religiosos en los momentos de crisis. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las personas que se secularizan tienen entre treinta y cuarenta años. Y es que cuando llega un momento de crisis el religioso encuentra poca ayuda.

- El libro es prácticamente autobiográfico, en el sentido que expone su vida como religiosa carmelita de vida contemplativa durante más de 20 años. Así es, analizo la vida religiosa desde mi experiencia.

¿El trato de sus superioras hacia Vd. constituía en muchos casos abusos de autoridad, desprecio, maltrato, escuchas telefónicas, etc...?

Sí. No solo hacia mí, sino hacia las demás. Esto es algo que la Santa Sede tiene que tomar muy en serio, porque además de ser pecado, todos estos actos son delitos penalizados por la ley, y tarde o temprano acabarán en los tribunales. Por ejemplo, los capítulos de culpas están constituidos para la corrección fraterna, pero no es la corrección fraterna lo que yo he visto y experimentado en ellos, muy al contrario, en ellos se da con frecuencia el desprecio, el escarnio, la humillación, cuando no el insulto.

La Santa Sede puede y debe suprimirlos. Como digo en mi libro, si los obispos no hacen nada, habrá que recurrir a los jueces, y tarde o temprano alguien lo hará, porque las víctimas necesitamos justicia, vernos apoyadas, defendidas, protegidas. Y además, sabemos que cuando un problema interno de la Iglesia llega a los tribunales, de ahí salta a la prensa y a la opinión pública. Y luego el católico de a pie tiene que soportar mucha carga, porque los católicos recibimos discriminación, persecución, y muchas veces no es más que porque la Santa Sede tarde mucho en tomar decisiones y poner en orden las cosas.

- Hortensia, ¿se arrepiente de haberse secularizado?

No. Eché en falta en su momento apoyo y la adecuada ayuda que necesitaba en las circunstancias en que me encontré, pero no estoy arrepentida de haberme secularizado.

- ¿Cuándo sale del convento se encuentra con la fuerza física y psicológica de enfrentarse a la vida civil?

No, por ello caí en una profunda depresión. Es por eso que propongo en mi libro la creación de un organismo que ayude a los religiosos y sacerdotes que se secularizan a adaptarse a su nueva vida. Es algo a lo que los religiosos tenemos derecho después de haber dado la vida por la Iglesia.

- ¿Cuéntenos un poco como se produjo este proceso hasta verse fuera del monasterio, que con tanta ilusión entró cuando tenía 20 años de edad?

Fue un proceso lento, porque el problema fundamental de estos casos no es si tienes o no vocación, tú lo sabes bien —y esta no es la cuestión por más que haya quien quiera verlo desde ese punto de vista para justificar la mala atención que se da al religioso que se seculariza—, el problema es a dónde vas y en qué circunstancias. Si la salida fuera más fácil, menos traumática y no te vieras despreciado, todo sería diferente. Pero vamos, que si dejé la vida religiosa fue porque no encontré en la Iglesia la ayuda necesaria para cumplir mi vocación, porque quemé todos los cartuchos antes de solicitar el indulto de secularización.

- ¿Cómo vive su nueva situación en la vida?

Bien en todo menos en el tema laboral, no encuentro un trabajo estable.

- Hortensia, en el libro que acaba de publicar y que lleva por título: 'Cuidemos la vida religiosa'; a modo de conclusión, entre otras cosas expone que es necesario que el trato a un consagrado sea personal y que nunca se vea condicionado por lo que dice su superior.

Claro, porque a las monjas muchas veces nos tratan como a niñas o como a discapacitadas mentales, que no tienen capacidad de tomar decisiones por sí mismas, ni se tienen en cuenta sus sentimientos, su criterio, sus deseos. Siempre el “a ver qué dice la priora”. Hasta el punto de no dar crédito a lo que una monja dice sino es corroborado por la priora.

- Finalmente, ¿algo más que añadir?

Varias personas me han pedido una segunda parte. Doy por concluido lo que quería decir, pero estoy dispuesta a escribir otro libro hablando de lo que estas personas quieran saber. Es un proyecto que tengo, recoger preguntas y a partir de ahí escribir la segunda parte que me piden.

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