Apostoles y profetas son las dos columnas de la Iglesia (1)



Si Yo preguntaba al conjunto de los cristianos “¿CUÁLES SON LAS FUNDACIONES DE LA IGLESIA?”, es muy probable que un buen número respondiera que son los apóstoles y sus sucesores, aquéllos mismos que recibieron la misión de llevar el mensaje de Jesús y su Evangelio hasta los confines de la tierra. Sin duda sería igualmente la respuesta de varios Pastores, cualquiera que sean los niveles jerárquicos donde se encuentren. Pero aquí Pablo, ese apóstol que estableció las bases de las primeras comunidades cristianas, dando vida a la institución eclesial, nos dice que los apóstoles no están solos, que hay otros socios equivalentemente importantes, los profetas. Así pues, según Pablo, los apóstoles con los profetas constituyen las fundaciones de la Iglesia cuya piedra angular es él mismo Jesús. Dirigiéndose a los cristianos de Éfeso, tiene estos propósitos con respecto a la edificación de la Iglesia:

“Ustedes han sido integrados en la construcción cuyas fundaciones son los apóstoles y los profetas, y la piedra de ángulo es el mismo Jesucristo. Él es quien garantiza la solidez de toda la construcción y la hace elevarse para formar un templo santo consagrado al Señor. )

Esta referencia de Pablo a los apóstoles y a los profetas no está sin recordarnos la presencia del profeta Elías y la de Moisés en la transfiguración de Jesús (Mc 9, 2-4). ¿No es Moisés, el apostol, quien representa la Ley de Dios mientras que Elías, quien representa al Profeta que revela el sentido y el espíritu de la Ley? Así pues, la Ley sin la presencia del profeta se convierte rápidamente en “letra muerta”, mientras que la profecía sin arraigo en el espíritu de la Ley se convierte prontamente en charlatanismo. Asi habla tambien el papa Francisco:

"Cuando en el pueblo de Dios no hay profecía, el vacío que deja es ocupado por el clericalismo: es ese clericalismo que le pregunta a Jesús: ‘¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Con qué legalidad?'. Y la memoria de la promesa y la esperanza de seguir hacia delante se ven educidas solo al presente, ni pasado ni futuro esperanzador. El presente es legal: si eres legal vas hacia delante.g>

Pero cuando reina el legalismo, la Palabra de Dios no está y el pueblo de Dios que cree, llora en su corazón, porque no encuentra al Señor: les falta la profecía. Llora "como lloraba la mamá Ana, la mamá de Samuel, pidiendo la fecundidad del pueblo, la fecundidad que viene de la fuerza de Dios, cuando Él despierta la memoria de su promesa y nos empuja hacia el futuro, con la esperanza. ¡Este es el profeta! Este es el hombre del ojo penetrante que escucha las palabras de Dios": relación al Sanedrín y a los grandes sacerdotes que asumían la dirección, ¿no se hizo profeta recordando sin cesar el sentido que se debe dar a la Ley revelada por Dios que no puede, en ningún momento, confundirse con las leyes establecidas por los grandes-sacerdotes mismos? Así pues, el hombre no está al servicio del Sabbat, sino el Sabbat al servicio del hombre; no vino para salvar a quienes se creen perfectos, sino a los que se saben pecadores; el mandamiento del amor de Dios y él del amor al próximo contienen toda la ley y los profetas. Allí son los correctivos que sólo el profeta puede aportar y que el apóstol debe tener en cuenta.

Si la presencia de apóstoles en la institución eclesial no deja lugar a duda, pero no pasa lo mismo con la presencia de los profetas. En efecto, ¿cuál es el lugar que ocupan los profetas siendo uno de los dos pilares de la Iglesia? Obviamente los profetas están presentes por todas partes en las comunidades de base, en los distintos medios eclesiales, en las universidades, pero en la organización y la vida de la Iglesia, ¿cuál es el sitio que se les reconoce? ¿Constituyen una referencia tan digna como la de los apóstoles? ¿Se les da la palabra en las instancias más elevadas del poder? ¿Pueden ellos mismos improvisarse y tomar la palabra en estos medios sin deber pedir el permiso y aún pedir menos de lo que deben decir o no? ¿Se podría imaginar un cónclave compuesto tanto de profetas que de apóstoles?

¿Cómo se puede distinguir al verdadero profeta del charlatán? Pablo nos da ya algunos índices. En primer lugar que su palabra “esté de acuerdo con la fe” (Rom 12,6), y en segundo lugar que la comunidad de los creyentes reconozcan, en su actuar, la fe que les hace vivir. “Con respecto a los profetas, que hablen dos o tres y que los demás juzguen lo que ellos dicen.” (1Cor 14,29) A estos índices, podríamos añadir que los verdaderos profetas están empeñados profundamente en su fe, atestiguando por su vida de los valores del desprendimiento, del compartimiento, del don de sí mismo, llegando a veces hasta la muerte. Su palabra no es moneable como no lo es tampoco su vida. Sólo para citar a algunos, yo voy a mencionar a l’abbé Pierre, ahora fallecido, que ha recordado al Sanedrín de hoy que la Iglesia no se vivía en la sacristía pero en los barrios pobres con los sin techo. En este mismo ímpetu, podemos mencionar a estos profetas en América Latina que desamuraron la teología tradicional para hacerla una Palabra viva de liberación y salvación al servicio de los despojados. Obviamente es el caso de Mons Romero, de Dom Elder Cámara, del padre Ernesto Cardenal, y también de la gran mayoría de los teólogos de la liberación, donde varios de ellos fueron asesinados. Más cerca a nosotros, hay Jean Vanier, este testigo vivo de Jesús en nuestro mundo. Comparte su vida con minusválidos intelectuales y en su nombre y en nombre de Jesús, toma la palabra para recordar allí donde está Dios y allí donde se deja encontrar. Cada uno puede proseguir identificando a estos verdaderos profetas que recorren los barrios de nuestras ciudades y que toman la palabra.

La historia nos confirma desgraciadamente que estos profetas están a menudo apartados, perseguidos y, en algunos casos, ejecutados bajo las miradas silenciosas de los mismos con quienes comparten las fundaciones de la Iglesia. Algo para hacer reflexionar al Papa, los Obispos, los sacerdotes y todos los creyentes. ¿Somos de los que hacen callar a los profetas o de los que, como Nicodemo, se

a ellos para comprender mejor el sentido de lo que viven?titución eclesial el espacio que les permita ejercer plenamente su función? Está claro que no dependen de los apóstoles, ni los apóstoles de ellos mismos, pero de Jesús, piedra de ángulo de la Iglesia. ¿De verdad, no es abriéndose a los mensajes de los profetas que la Iglesia encontrará toda su vitalidad?¿Las comunidades cristianas de los cinco continentes no podrían identificar ellas mismas a estos profetas portadores de un mensaje que revela el sentido del compromiso cristiano para el tiempo en que vivimos? Así podríamos tener a 122 cardenales (pastores) y a 122 profetas para elegir al sucesor de Pedro. Algo para dar de la Iglesia otra imagen. El hecho único de pensar que las comunidades cristianas estén puestas a contribución en la delegación de los profetas, como lo sugiere Pablo cuando dice “que los creyentes juzgan”, da inmediatamente una idea de apertura a una nueva era de Iglesia.

Oscar Fortin
24 febrero de 2014
http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php

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