El derecho a la verdad




Se habla mucho del derecho a la libertad de expresión y malditos son los gobiernos que tratan de limitar sus fronteras. Este dogma es la referencia para los grandes conglomerados que detienen los principales medios de comunicación para decir y escribir todo lo que les conviene. Que sea cierto, medio cierto o totalmente falso, poco les importa. Lo importante es que el mensaje transmitido sirva a sus causas.

Las guerras en Irak como en Afganistán, particularmente en Libia, Siria y ahora en Ucrania y Venezuela han puesto y ponen en evidencia que el uso de los medios de comunicación no está en función de la verdad, sino de los intereses de quienes les controlan. Los hechos y los artículos no faltan para ilustrar este uso engañoso de los medios de comunicación para justificar ante la opinión pública las acciones que, si fueran conocidas por lo que son realmente, serían rechazadas y condenadas por los pueblos. La democracia oligarquía exige que los pueblos obedezcan a sus dirigentes y, en este sentido, que mejor decirles y demostrarles que los grandes enemigos de los pueblos son los que tienen que combatir ellos para que el mundo salga mejor de lo que es en la actualidad. Si estas guerras existen es por el bien de los pueblos y de la humanidad.

El ciudadano y la ciudadana de las clases medias y populares están informados, en general, de lo que sucede en el mundo por los medios de comunicación tradicionales. Estos medios son, en su mayor parte, interconectados y pertenecen a conglomerados que se alimentan a las mismas fuentes de información. Ello deja entender que lo que escriben, dicen y muestran no puede ser más que la verdad. Sus voces son convincentes, sus rostros amistosos, sus imágenes y fotos valen mil palabras. Sus huéspedes son siempre expertos y sus opiniones divergentes se concentran en consideraciones secundarias, una manera para demostrar que hay libertad de expresión y debate. Así, nos lavan el cerebro de manera a llenarlo de sus dichos.

¿Qué pasa entonces con el derecho a la verdad? ¿No tiene cada persona un derecho fundamental a la verdad, como aquel derecho a la vida, al respeto, a la justicia? ¿El derecho a la verdad no tiene la misma frontera que la que tiene el derecho a la libertad de expresión? ¿Qué herramientas tienen los gobiernos para hacer respetar este derecho a la verdad? ¿No son, a menudo, ellos mismos los cómplices?

Cuando las redes públicas de información amartelan diariamente unas medias-verdades y mentiras sobre la guerra en Siria, en Ucrania, o sobre Venezuela y los gobiernos progresistas de América Latina ¿en que se queda el derecho a la verdad de la ciudadana o ciudadano que somos?

¿No es el tiempo para una legislación sobre los medios de comunicación que ponga de relieve este derecho a la verdad, frontera a no cruzar en nombre del derecho a la libertad de expresión? De hecho, no se puede reconocer un derecho a la mentira de la misma manera que no podemos reconocer un derecho al homicidio o al asesinato. Por el momento, uno puede pensar que el derecho a la mentira existe.

¿Privar a una persona de la verdad, no es privarla de la fuente primera e indispensable a todo compromiso responsable?

Un viejo sabio de los tiempos antiguos dijo: "la verdad os hará libres." ¿No ha llegado el momento para una legislación capaz de imponer a los dueños de los medios de comunicación el deber de respetar el derecho a la verdad. Urge que los gobiernos y las instituciones internacionales hagan de este derecho a la verdad una prioridad. Por el momento vivimos mas con la mentira que con la verdad. Es como un eclipse del sol. Su luz se queda tapada.

Oscar Fortin
http://Humanisme.blogspot.com

Traductor: Marius Morin
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