La mirada del papa Francisco sobre la Iglesia y el Mundo




La exhortación apostólica del papa Francisco “ Evangelii Gaudium ”, inspirada por los imperativos evangélicos y el amor incondicional de los pobres, nos revela una Iglesia a convertir y un mundo a transformar. De hecho, la Iglesia, bajo distintos aspectos, se hundió en la mundanidad de los poderes y la superficialidad de una religiosidad, " mientras que la humanidad se encuentra en una gran indigencia", tomada como rehén por una minoría, hechizada por la idolatría del dinero.

El Papa Francisco es plenamente consciente de los límites de esta mirada que comparte como Pastor de la Iglesia universal y precisa con cuidado que no tiene la pretensión de detener la última palabra sobre todas estas cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. (Leer no: 16)

De este documento de más de 165 páginas, destacaré sólo algunos elementos que me parecen especialmente importantes tanto por su contenido como por la claridad del lenguaje utilizado para expresarlos.

EN PRIMER LUGAR UNA IGLESIA A CONVERTIRSE

El Papa Francisco no es un recién venido en esta Iglesia. La frecuentó como creyente, luego como jesuita, obispo y cardenal. Cruzó en su camino a muchos de estos protagonistas del poder eclesial, haciendo de la doctrina, su evangelio, y de los cultos litúrgicos y sacramentales, la práctica religiosa. Incluso fue un actor importante como cardenal de Buenos Aires, en Argentina. No obstante, su proximidad con los pobres le hizo descubrir el sentido de la misión evangélica y al mismo tiempo las grandes injusticias sociales en las cuales están sometidos los pobres y los dejados por cuenta. De esta experiencia, el papa llega a una primera conclusión para los y las que se consagran a la difusión del evangelio:

24. La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean.”


Así pues, la Iglesia debe desvestirse, salir de sí misma y estar allí donde están los más desheredados de la tierra: los pobres, los enfermos, los dejados por cuenta que son muy a menudo los extranjeros y ancianos. Allí, ella debe hacer su domicilio (su morada), no para dictar una doctrina o para imponer una moral, pero para acompañar con bondad y comprensión a este pueblo preferido de Jesús.

Un enfoque que va a sacudir a cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así que a muchos laicos que se han acostumbró a una religión y a una práctica religiosa hechas de servicios de culto, de gestión de sacramentos y de administración obviamente sazonada por algunas obras de caridad.

26. “Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin «fidelidad de la Iglesia a la propia vocación», cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo.” El Papa Francisco hace igualmente un diagnóstico de una determinada forma de mundanidad de la fe en algunos grupos.”

93. “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal... Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece correcto. Pero, si invadiera la Iglesia, «sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral.”

Prosigue su reflexión sobre esta mundanidad destacando sus efectos perversos.

97. “Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores ajenos y se obsesiona por la apariencia… Es una tremenda corrupción con apariencia de bien… ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!”

Ya ha llegado el tiempo para la Iglesia de reencontrar la conciencia et el espíritu de sus orígenes para volver a ser el autentico testigo del mensaje traído por Jesús al mundo.

26. “Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad.

TAMBIÉN UN MUNDO A CAMBIAR

Sobre este punto, el Papa Francisco se distancia de sus antecesores, siendo más preciso sobre el diagnóstico que hace del estado en el cual se encuentra la humanidad en estos tiempos que son los nuestros. La pobreza no es tanto el resultado de una falta de caridad de los ricos hacia los pobres, como la de un sistema establecido para favorecer a algunos grupos económicos y financieros en detrimento de la gran mayoría de los hombres, mujeres y niños de nuestro planeta Tierra. Los que piensan que, según las teorías “del derrame” todo crecimiento económico favorecerá una mayor equidad e inclusión social, se equivocan, dice el papa.

54 “Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.”

l Papa Francisco habla con más claridad sobre esta cuestión de un sistema enteramente dominado por el dinero y el mercado se encuentra en el número 202 de su exhortación. Según mi conocimiento, ningún papa ha sido tan preciso y tan claro.

202 “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales. [173

Tenemos en esta declaración algo para hacer reflexionar numerosos cardenales y obispos de los países del Tercer mundo, pero también y sobre todo, de los países dichos desarrollados. Sobre todas estas cuestiones de la inclusión social, la pobreza y las reformas estructurales de la economía y finanza que se nos imponen, recomiendo a las personas interesadas a consultar la referencia mencionada más arriba y a leer los apartados siguientes de la Exhortación:

mía de la exclusión [53-54]
No a la nueva idolatría del dinero [55-56]
No a un dinero que gobierna en lugar de servir [57-58]
No a la inequidad que genera violencia [59-60]
Economía y distribución del ingreso [202-208]
Cuidar la fragilidad [209-216]
El bien común y la paz social [217-237]
El diálogo social como contribución a la paz [238-258]

¿QUÉ CONCLUIR?

Tenemos aquí a un papa que no se toma por otro, pero simplemente por un ser humano sin otras pretensiones que la de poder compartir su comprensión de la misión de la Iglesia y del mundo en el cual vivimos. Un papa, más bien conservador en su doctrina, pero que debe inevitablemente hacerse violencia para ser fiel a los imperativos evangélicos, para exigir de la Iglesia una verdadera conversión, para denunciar este sistema económico y financiero que impone sus leyes del mercado y de la especulación financiera a la humanidad entera.

Para el Papa Francisco, la conversión de la Iglesia se realizará volviendo a lo fundamental del mensaje evangélico, y estando y viviendo con los pobres. Allí, la Iglesia encontrará su alma y la libertad del Espíritu para acompañar con amor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Todo lo demás (doctrinas, estructuras, derechos canónicos, jerarquías, sacramentos, cultos) deberá ajustarse a estas tres referencias pastorales inevitables: el Evangelio, los pobres y el acompañamiento.

Una exhortación apostólica que no ha terminado de hacernos platicar.

Traductor: Marius Morin
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