La passion de Cristo según Mel Gibson

Ya estamos entrando en la semana de la passion, momento que nos invita a profundizar nuestra fe al mismo tiempo el camino por el cual nos conduce.





Una película de la cual se habló mucho cuando salió, en 2004, en las pantallas de televisión y de cinema. Ante todo porque se trataba de Jésus de Nazareth, personaje central y fundamento de la fe cristiana, pero también por la forma con la cual el realizador Mel Gibson relató la pasión de Cristo y evocó el misterio que lo llevó a la muerte en la Cruz.

Algunos comentaristas han traído un alumbrado importante sobre el carácter más o menos histórico, en el sentido que lo entendemos hoy, en cuanto a ciertas referencias, palabras, actitudes e importancia dada a unos episodios de esta pasión. Del otro lado, nadie puso en duda el carácter absolutamente histórico de Jesús, "un hombre sabio que tuvo muchos seguidores entre los judíos y no-judíos, condenado a muerte por Pilatos, bajo la presión de los notables de aquella época. Los historiadores y expertos van a seguir discutiendo probablemente mucho tiempo aun de la densidad religiosa y política de este evento. Ello no impide que, desde los comienzos, este evento haya movilizado suficientemente a personas para dar nacimiento a lo que más tarde se convertirá en cristianismo. No es cualquier acontecimiento que pueda tener ese efecto. Este evento pone en evidencia el testimonio de los primeros cristianos que se debe añadir, también, al testimonio del historiador Flávio Josefo.


Más allá de las lecturas históricas que podemos hacer sobre la pasión de Cristo, hay la lectura política, teológica y mística de este acontecimiento. Si estamos conmocionados por la violencia de la flagelación y crucifixión, no debemos olvidar el odio y la implacable crueldad de la cual somos testigos, puesto que de algún modo la llevamos adentro. La historia de los pueblos, de las Iglesias de todos los tiempos y de todos los continentes está llena de estos horrores. Si pudiéramos, por la magia de un láser espiritual, ver lo que sucede en las cárceles de cada uno de nuestros países, en las cámaras de torturas y en los lugares secretos del anonimato de las fuerzas de oposición, las imágenes proyectadas en la película serían un pálido reflejo.

Mientras yo visionaba la película, veía a Víctor Jara, un cantante chileno, que los soldados golpeaban y torturaban a la vista de miles de presos detenidos en el Estadio Nacional de Santiago de Chile tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Se le cortaba los dedos, pedazos por pedazos, pidiéndole de tocar la guitarra y cantar. También veía a este prisionero uruguayo en Argentina bajo los militares. Su nombre era Miguel Ángel Estrella y era un gran pianista. Se le introducía alfileres debajo de las uñas y se le pedía tocar el piano cuyo teclado estaba colocado sobre una mesa... ¿Cuántos han pasado por la misma escuela de tortura y muerte cuyas formas no tienen de igual que la atrocidad de la cual es capaz la imaginación humana.

Un torturador chileno se confió a una reportera y narró las diversas torturas de las cuales fue el autor. Su historia se encuentra en un libro titulado "ROMO, confesiones de un torturador". Historias de horror como es imposible. Todo esto con la bendición de los buenos pensadores de nuestras sociedades, de nuestras iglesias y de la masa de las gentes más o menos informadas de estos horrores. No somos diferentes de aquellos y aquellas que condujeron a Jesús a la flagelación, a la Cruz y a la muerte. Nuestra responsabilidad es quizás aún más grande porque después de dos mil años de cristianismo sabemos o deberíamos saber.

Más allá de este fresco de sufrimiento humano, la Pasión de Cristo nos indica el camino a seguir para salir de este círculo vicioso de la violencia. La película no deja ninguna ambigüedad en cuanto a la naturaleza de esta pista. Pedro debe retraer su espada, el Reino de Jesús no es de este mundo, si lo había sido su Padre le habría enviado ángeles para garantizar su seguridad. El nos dice de amar a nuestros enemigos, todo lo contrario de perseguirlos, torturarlos y matarlos. Nos invita a abrirnos a la verdad, lo que es muy distante de la mentira sistemática, del engaño y de la hipocresía. Como tal, no comparto la conclusión de algunas personas que tienen miedo que esta película venga a reforzar los cruzados de la guerra para el bien, como podría desearlo «una cierta América después del 11 de septiembre del 2001». Al contrario, ninguna guerra puede llevarse bajo la bandera de Cristo que nos presenta la Pasión de Gibson. Está a lo opuesto de quienes aspiran a construir un reino terrenal tal como lo quieren los imperios, envueltos con valores cristianos, pero sin justicia, sin compartimiento, sin perdón, sin olvido de sí mismo, sin la universalidad de los valores compartidos. Este Jesús va buscando la irracionalidad del amor que trasciende las contradicciones del odio, de la crueldad, de la ambición, para convertirlo en la ley de una nueva humanidad llamada a vivir en el Reino del Padre. Estamos lejos de la carrera a las armas, a las guerras preventivas o de conquistas, de los juicios sumarios en la manipulación de la opinión pública. La humanidad revelada en Cristo está a lo opuesto de la humanidad revelada en el poder de la dominación y manipulación.

Creyentes o no creyentes, estamos involucrados de una forma o otra en el destino de la humanidad cuyo porvenir se encuentra en los nuevos paradigmas del reino del Padre del cual Cristo nos hablo: servir sin dominar, compartir sin exigir, amar sin condiciones, perdonar sin reclamo, querer la justicia, la verdad, la vida. Esos paradigmas interpelan a todas las personas de buena voluntad sin distinción de color, de creencia, de pertenencia social y económica. Por lo tanto no es una cuestión de judíos o no judíos, de cristianos o no cristianos, de creyentes o no creyentes, sino una cuestión de fe en una Humanidad hecha para otra cosa que las guerras y el sufrimiento. Este es el reto que nos lanza el Cristo de la Pasión de Mel Gibson, así que los Evangelios.

Oscar Fortín, teólogo y politologo

Traductor : Marius Morin

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