Decir la verdad, como a muchos de mis colegas periodistas nicaragüenses; me costó el exilio. Mi última singladura como corresponsal en Centroamérica

Dónde quiera que me encuentre, seguiré identificado con el ideal de una Iglesia pobre y para los pobres donde el centro sea los últimos, los descartados del sistema. 

Hay momentos en la vida de todo ser humano, que se siente uno con un especial sentido de responsabilidad. Yo creo haberlo asumido plenamente, desde mi condición de periodista.

Decir la verdad sobre lo que está ocurriendo en Nicaragua me costó amenazas de muerte de forma sistemática por medio de las redes sociales y un intento de atentado contra el coche de mi familia en Managua.

He sido cuatro años, corresponsal de Religión Digital en Nicaragua y Centroamérica. Ha sido el mayor honor pertenecer a esta casa. Agradezco la confianza que me brindaron desde el primer al último día su director José Manuel Vidal y su editor en jefe, Jesús Bastante Liébana.

Sin embargo, y con motivo de mi exilio; debido a diversos factores, me veo obligado a guardar mi grabadora y mi libreta y poner fin a mi etapa como periodista internacional. Al menos, por un tiempo.

Mis lectores, aquellos que me siguen desde mis primeros días en La Prensa saben que estas palabras no son nuevas. Las escribí, precisamente en diciembre de 2017, cuando anuncié que me retiraba de RD para darme un “año sabático”.¿Lo recuerdan?

El 2018, que parecía un año como cualquiera en Nicaragua tomó forma de huracán en abril de 2018, cuando un puñado de jóvenes patriotas salió a protestar contra enésima arbitrariedad del régimen que desgobierna Nicaragua –se protestaba contra un paquetazo neoliberal de medidas contra la seguridad social, finalmente aprobadas en febrero de 2019-.

La brutalidad gubernamental con la que se aplastó la protesta popular –con un saldo de 325 víctimas mortales, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH-, nos obligó como periodista a salir del año sabático y a ponernos en primera línea de la información sobre el desarrollo de los acontecimientos, en los cuáles la Iglesia jugó (y sigue jugando) un papel determinante.

Decir la verdad, como a muchos de mis colegas periodistas; me costó el exilio. A la luz de mi conciencia, he cumplido con aquello que consideré mi deber. Según datos de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro y la CIDH, al menos 70 periodistas y comunicadores –incluyéndome-, estamos en condición de exilio debido al ejercicio de la profesión periodística.

El exilio nunca es nada fácil, bonito o cómodo. Nunca está uno mejor que en su propia tierra. Sin embargo, para aquellos que no lo comprenden –ni quieren entenderlo-, ésta es la última decisión que se toma cuando está en peligro la integridad física de uno como persona o del núcleo familiar al que pertenece. Nicaragua es una dictadura, sin ambages ni matices, y por lo tanto no se puede dudar de la capacidad represiva del régimen de Daniel Ortega (los métodos de represión ejecutados por órganos de seguridad del Estado, paramilitares y fuerzas de choque, están debidamente documentadas por organismos como CIDH, Amnistía Internacional, Human Rigth Watch y la Oficina de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de Naciones Unidas).

Llegamos pues, juntos, a la última singladura de mi etapa en RD. Les reitero: Ha sido un honor escribir para ustedes, queridos lectores que se encuentran desde el otro lado del ordenador leyéndome, ya sea en la Patria Grande latinoamericana o en la querida España que hoy me acoge, o en la vieja Europa.

Dónde quiera que me encuentre, seguiré identificado con el ideal de una Iglesia pobre y para los pobres donde el centro sea los últimos, los descartados del sistema. Comprometido con un periodismo socioreligioso comprometido, responsable y totalmente independiente de cualquier poder, grupo o jerarquía.

Les recuerdo que si desean seguir en contacto conmigo o conversar sobre la actualidad de Nicaragua, pueden hacerlo a través de mi cuenta de Twitter: @israeldej94 y de mi correo electrónico: israeldej94@yahoo.es

¡Muchísimas gracias, y hasta siempre, amigos de RD!

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