TODOS LOS “AÑOS” SON “SANTOS”

Al paso que vamos y tal, y como nos refieren los Boletines Eclesiásticos de las diócesis respectivas y las Hojas Parroquiales, averiguar el número de “Años Santos” ya declarados como tales en la Iglesia española, o en vías de que alcancen tan piadosa calificación canónica, resulta difícil tarea. Apenas si hay unos Informativos Religiosos en los que de alguna manera no aparezcan referencias a los “Años Santos” habidos o por haber. La constatación de hecho tan insólito y creciente obliga a plantearnos algunas reflexiones.

Los años -todos los años,- y los meses, los quinquenios , épocas, siglos , horas, minutos y segundos, son santos. Están santificados y redimidos tanto los tiempos como los espacios., en su variedad de versiones bíblicas, bajo el denominador común de que “Dios hizo bien todo lo que hizo”, y de que Jesús viviera y nos redimiera en tiempos y espacios concretos.

Lo de que la declaración “oficial” de un “Año” especial justifica la abundancia de posibilidades nuevas para intensificar la religiosidad y la fe de personas, gremios, colectivos, pueblos, Comunidades Autónomas y hasta países enteros, puede ser objeto de una petición ante quien corresponda, no parece suficientemente claro, y menos en casos singulares.

Tampoco lo son las excusas, pretextos, ocasiones, razones y argumentos que se esgrimen y aportan a favor de la consecución de esta “gracia” espiritual. Esculcar en las mismas, con sus leyendas, tradiciones, milagros y milagrerías, no hace más Iglesia a la Iglesia. Esta precisa ya, y lo reclamará en mayor proporción y urgencia de aquí en adelante, más seriedad y rigor en cuanto se relaciona con los referidos “argumentos”. El pueblo, por muy pueblo y “fiel” que sea, y así se presente y trate pastoralmente, no es ya el de anteayer, sino el de hoy y el de pasado mañana, por lo que le resulta más enojoso que se les inste u obligue a “comulgar con ruedas de molino”.

Óptima y santa razón es -sería- el fomento del peregrinaje en dirección al destino de los lugares sagrados que hacen ser santos a los “Años Santos”. El contacto con la naturaleza, el sacrificio peregrinante, la posibilidad de ampliar las relaciones entre unos y otros, el adoctrinamiento y práctica en la convivencia ... son factores auténticamente religiosos que, por otra parte, apenas si constituyen capítulos de cierta relevancia en las catequesis , homilías y Cartas Pastorales.

Así mismo es también santa razón la seguridad de que tales movimientos de masas, con la promesa de sus indulgencias y perdón de los pecados, generarán no pocos ingresos “extra” para santuarios, templos, catedrales e Iglesia en general, que los necesita para su mantenimiento y conservación, además depara el ejercicio de la caridad entre los necesitados. (Aunque con las indulgencias hay que ser y comportarse sanamente indulgentes, teniendo a Martín Lutero como salvadora referencia). El trato y conocimiento del mundo rural por el que transitan los caminos de peregrinación es educador de la fe y de las buenas costumbres, beneficiosos para unos y otros.

Aún por razones turísticas y de subsistencia en los frágiles tiempos económicos en los que vive el sector turístico, los “Años Santos” se justificarían con humildad y prudencia. El trabajo es rezo, oración, escuela de vida, academia de formación integral y de convivencia, adoración a Dios por el servicio a los otros, a imitación de Jesús…

Además de sobrar no pocos “Años Santos”, tal y como fueron concebidos y realizados, lo que en realidad acontece y hay que desterrar de la pastoral, es que curas, obispos y laicos, solo o fundamentalmente dediquen su tiempo y preocupación, a las ceremonias, procesiones y ritos, con lo que la “religión” se sigue identificando casi en exclusiva.

Los “Años”, y menos los “Santos”, no podrán profanarse jamás, tal y como ocurre con indeterminada frecuencia en la Iglesia, aportándose datos de mercadeos de signo diverso, y además “en el nombre de Dios”. Con las indulgencias y los “favores divinos” se juega con indecencia también en los “Años Santos”, por lo que no pocos de ellos pierden automáticamente condición tan sagrada y redentora.

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