¡Benditas “Urgencias”¡ (de “La Paz”)

En esta ocasión y por lo que a mí personalmente respecta, no fueron los nefastos y traidores “coronavirus” los que me obligaron a abrirme paso, de prisa y corriendo, en dirección ambulatoria  al hospital madrileño de “La Paz”, en su sección de “Urgencias”, para ser atendido por los/as profesionales de turno. Fueron motivos o razones “cordiales”, es decir, cardiacas. De entre tantas y tan diversas impresiones percibidas durante las horas allí pasadas, destaco algunas, por supuesto que desde la relatividad correspondiente al sabio dicho popular de que “cada uno cuenta la historia como le va”.

 Que a la llegada te despojen de todo lo que llevas contigo, y te medio-vistan con una especie de proyecto de pijama-.delantal o de delantal-pijama, es de definitiva importancia. Una bolsa de plástico es la receptora del calzado, calcetines, calzones, calzoncillos y de cuantos elementos fueron y son del uso y disfrute de su poseedor, sin distinción de profesión, sexo u oficio. De esta “operación” inicial no se libra nadie. Hasta se me ocurrió pensar que a la misma habrían de someterse también los señores obispos en el caso de que la “urgencia” fuera con ellos, lógicamente con su respectiva bolsa en la que habrían de colocar sus cruz pectoral, anillo, solideo y hasta la mitra, si así lo hubiera requerido su “urgencia”….

 Iniciar el examen médico para diagnosticar como corresponde , “equipado” de esta manera, es decir, desnudo, es una verdadera gracia de Dios, síntesis perfecta de los “Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola” y aún de toda una Santa Cuaresma litúrgica.. Así, desnudos. Como se es y no como se está. Como Dios nos ve y nosotros estamos ante sus ojos. Por muchas y relucientes medallas y privilegios, ornamentos y fanfarronerías de las que somos sujetos u objetos, y nos enfundan, por razones litúrgicas, cívicas, sociales, profesionales o de cualquier otro tipo o consideración, tanto hombres como mujeres. En las manos de Dios y confiando en los/as profesionales, y en el marco y con el acompañamiento de unos y otras, compartiendo entre todos las esperanzas, la soledad y los miedos.

(¡Gracias, Berta, dra. González ¡)

“Sobresalientes” de calificación superior, merecen los/as profesionales que me atendieron, en la pluralidad de sus grados y menesteres. Sean o no académicamente “doctores”, tal grado, y “cum laude”, se lo tienen más que acreditado, ejerciéndolo con plenas garantías y efectividad en su disponibilidad permanente, atención prestado al enfermo, compasión, transmisión de esperanzas de seguir viviendo, amabilidad, puntualidad y respeto… El convencimiento de que toda profesión, pero tal vez más la de la sanación, participa y se identifica en tan notable proporción con la actividad “religiosa”, y aún la supera a la “vocacionada” con sus respectivos votos, normas y reglas aprobadas canónicamente, limita el temor de que precisamente en estos menesteres la falta de vocaciones en los noviciados no llegue a considerarse tan dramática como muestra serlo en la actualidad.

De todas maneras, a muchos les resulta al menos chocante, e inexplicable a veces, que nuevas Órdenes o Congregaciones religiosas dedicadas específicamente a la sanación no sean hoy registradas en las Curias Romanas o diocesanas, como lo fueran en tiempos pasados.

Desde mi experiencia personal en las “Urgencias de La Paz” como ciudadano normal y corriente, proclamo que el trato fue ciertamente ejemplar. Tanto o más que al que pueda prestarse en instituciones o servicios cualificados canónicamente como “religiosos”.

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