El otro Catecismo

. Es larga la historia de los catecismos, que en los primeros tiempos de la Iglesia fue libro-extracto-resumen de adoctrinamiento catecumenal y que después se concretó en catálogo-nomenclator-inventario de “contenidos esenciales de la doctrina católica tanto de la fe como sobre la moral”, cuyas fuentes son la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Sagrada Liturgia y el Magisterio de la Iglesia. Personajes y acontecimientos que influyeron en la redacción del Catecismo fueron Martín Lutero, San Pedro Canisio, el Concilio de Trento, -San Pío V-, San Roberto Belarmino, San Pío X, Napoleón Bonaparte -“Catecismo Universal”-, Concilio Vaticano II-, Directorio General de Pastoral Catequética y Catecismo de la Iglesia Católica. A la mayoría de los españoles adoctrinaron en la fe y en la moral los PP. Astete, Ripalda, Claret, y el “Catecismo Nacional” del año 1957, con bases en el Concordato firmado entre el Gobierno Español y la Santa Sede el año 1953.
. Es de utilidad destacar que los catecismos al uso no son compendio de dogmas o de verdades de fe. Contienen y exponen también otras calificadas como de “doctrina católica” o “teológicamente ciertas”. Tener en cuenta tal condición es de interés al juzgar reacciones y comportamientos de algunos en desacuerdo, discordancia o disconformidad con contenidos y redacciones del Catecismo, sin que ello incluya descalificación o anatema por parte de los celadores oficiales de la fe y de la moralidad en la Iglesia.
. Comprensibles unos, y otros no tanto, muchos son los motivos por los que también a los catecismos les acechan tiempos de inseguridades, renovaciones y cambios, sin que sea necesario reseñar que no todos ellos, ni mucho menos, sean merecedores de reprobaciones, censuras o castigos. A veces, lo serán -o deberían serlo-, de aprobación y hasta de elogio.
. Y el hecho es que son numerosos los ejemplos que contienen y ofrecen los catecismos como “doctrina” y “comportamiento” cabalmente cristianos, que precisan ya de calificación distinta, en similar proporción y medida a otros que los desautoriza y a los que, no obstante, con elemental visión de futuro, se les puede señalar ya fecha de autorización, reconocimiento y, en felices ocasiones, hasta de canonización.
. Teólogos, tanto o más calificados como los recopiladores oficiales de los textos del Catecismo –de su selección y configuración-, muestran ya su disconformidad con razonamientos e interpretaciones legítimas a la luz de la vida y de las ciencias antropológicas y de las exigencias de la fe y, esto no obstante, y hasta que pudieran integrarse en futuras ediciones de Catecismos, habrá de transcurrir mucho tiempo, innumerables inquietudes y desasosiegos, sin descartar desautorizaciones hasta “en nombre de Dios”.
. La terminante condición de monolitismo sacral que se les presupone, y de la que alardean los mismos catecismos, no es beneficiosa para la publicación como tales, ni para la Iglesia, ni para los teólogos y menos para el Pueblo de Dios. Al comprobar este su ineficacia, contraposición y lejanía de no pocos de sus problemas y del mundo en general, lo rechaza sistemáticamente y en plenitud, o difícilmente lo tiene en cuenta, y más cuando teólogos de renombre y con autoridad piensan y adoctrinan en mayor sintonía con la vida y con sus problemas personales, familiares e institucionales, sometidos además a los cambios propios del desarrollo y progreso inherentes a la naturaleza humana. Es tan importante y decisivo para la vida de muchos su relación con la fe, que la catalogación de sus principales verdades jamás habrá de enunciarse y perfilarse como bloque o sillar, y sí como algo orgánico, viviente y dinámico.
. La Iglesia necesita hoy otro Catecismo. Un Catecismo teológicamente en consonancia y comprometido con la vida. Con la de ahora y con la del “Más Allá”.Comprometido y fiel a Cristo-Jesús, más que a la institución que refundaron los hombres a lo largo de los siglos y de sus intereses y de la que se puede asegurar con contundencia evangélica que no pocos de sus capítulos ni los protagonizan ni los inspiran el mismo Cristo y su mensaje de salvación universal. Un Catecismo doctrinalmente serio y adulto de verdad y sin concesiones a la comodidad, a las rutinas y a la frivolidad intelectual.
Foto: © Catherine Hadler