Católicos y Santos

No sé en qué situación canónica se encuentre el procedimiento para conseguir en su día el reconocimiento “oficial” por parte de la Iglesia, de la santidad de los “Reyes Católicos”-“Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto-, para ascender “al honor de los altares”, con sus correspondientes prerrogativas, tal y como ocurrió con otros católicos, o no tan católicos. El fervor de algunos no ha decaído y, de vez en cuando, los medios de comunicación social lo magnifican de tal forma y convencimiento, que no tienen escrúpulo alguno en tachar de ateos, antirreligiosos y antiespañoles a quienes crean que las canonizaciones precisan en la Iglesia de mayores fundamentos, seriedad y seguridad.

. Hasta tiempos recientes la proporción “oficial” de santos /as “ascendidos al honor de los altares” se inclinaba acentuadamente al favor de los reyes, reinas, y “católicos, apostólicos y romanos de noble ascendencia”, tal y como refieren los textos hagiográficos. Últimamente esta “santidad” se ha democratizado en cierto sentido y tal honor es compartido también por miembros de la plebe.

. A la mayoría de cristianos, y no cristianos, les dio siempre la impresión de que la realeza-nobleza acaparara tantos capítulos del Santoral, mientras que a los pobres-pobres –“pobres de Cristo”-, se les reservara tan pocos e irrelevantes milagros. Ser declarado santo/a , perteneciendo y ejerciendo de reyes o nobles, en tiempos medievales y en otros, no deja de ser un verdadero y sorprendente prodigio de virtud y santimonia, a no ser que otras razones también pudieran haberse hecho presentes.

. De entre los argumentos movilizados y decisivos para el logro de la declaración “oficial” de la santidad de los Reyes Católicos, además de la condición de “catolicidad”, descuella el dato de haber firmado el Decreto de Expulsión de sus Reinos” a todos los judíos. Los historiadores disienten si fueron razones de fe, o económicas , las que justificaron esta medida, con sus consecuencias inherentes al reconocimiento público de su condición de perseguidores de la religión cristiana, con historias e historietas de dudosa verosimilitud, cuando no, conscientemente fingidas. La historia es historia y las interpretaciones son interpretaciones.

.En tiempos recientes confesó el Papa Francisco que “por raíces comunes, entre el pueblo judío y el cristiano, este jamás podrá ser y ejercer de antisemita”. La afirmación “franciscana”, efectuada cn solemnidad, sin protocolos y con sacramental veracidad a nadie se le ocurrirá interpretar a la luz de criterios que no sean evangélicos.

. Por supuesto que estos han de obligar a deshollinar el Santoral, eliminando del mismo a unos “santos”, con la justa retribución de su reemplazo por otros, que sufrieron idénticos sacrificios, desconsideraciones, discriminaciones y horrores. La exculpación de que aquellos fueron otros tiempos, habrá de acelerar los cambios y reformas que exijan posibles reparaciones , pero jamás reiteraciones e insistencias tan horribles, interesadas y disparatadas.

. Como el Santoral es espejo del alma de la Iglesia, es posible que las palabras del Papa muevan a muchos a desistir de sus gestiones por canonizar a los Reyes Católicos, identificados en gran manera , y a veces, actuando al dictado, de intereses de tipo económico, con olvido de que el capítulo de la expulsión de los judíos de España es uno de los más tristes y dramáticos de la historia de la Iglesia. Es cristiano y convivencialmente preferible, que los reyes, por muy católicos que se los siga definiendo, estén donde están y ni nos molestemos, ni les molestemos, intentando permutarles sus solios.
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