Los Curas del Miedo

No se trata de las curas del miedo, con mención sanante para cuantos remedidos puedan aportar las ciencias antropológicas en su diversidad de tiempos, motivos y versiones. En esta ocasión se pretende hacer estricta referencia a los sacerdotes, llamados curas en su bendita acepción popular, al servicio ministerial del pueblo de Dios. Los curas, expertos en el oficio de la edificación de la Iglesia, han de dedicarse, por vocación, al ejercicio de la salvación, sobre todo por los caminos de la común unión, síntesis humilde y gloriosa del mensaje y testimonio de Cristo Jesús.

. El evangelio y la doctrina veraz de la Iglesia, rechazan sustantivamente los miedos, pese a que a algunos traductores bíblicos y tratadistas de la catequesis y de la teología tal aserto les pueda parecer inexacto y hasta blasfemo. Lo del temor de Dios, por poner un ejemplo, no tiene por qué vincularse literalmente con el mensaje cristiano.

. En la pedagogía eclesial los miedos se han hecho, y siguen haciéndose presentes y activos, pero no exactamente por la eficacia educadora que entrañen, sino como salvaguarda de intereses, unas veces espurios, y otras influenciados, y al dictado, de ingenuas, indoctas y tremebundas sugerencias. La educación por sí misma en el miedo, no es merecedora de nombre y actividad tan sagrada, y mucho menos en la Iglesia y sus alrededores.

. Quienes por oficio o por ministerio mencionan, amenazan y hacen uso de los miedos, como instrumentos de formación y progreso, la jubilación y el exilio llaman a sus puertas con urgencia y descalificación profesional a perpetuidad Los miedos deseducan, por lo que son han de ser- objetos y sujetos de anatemas y reprobaciones. Personas, miedos e hijos de Dio jamás coincidirán el la historia de la salvación.

. La alegría es educadora perfecta. Sin alegría, la educación no es educación. Las posibilidades integrales de niños y mayores en orden a lograr el desarrollo y la perfección como personas y como hijos de Dios, se malogran, con sus correspondientes y tristes incidencias negativas, en la colectividad, también en la Iglesia.

. No sé si por falsa concepción de la Iglesia, por deformación personal o colectiva, por ascendencias ascéticas mal planteadas o digeridas, o por propia frustración, -tal vez por eso del celibato en algunos casos-, el hecho es que a la alegría no se le rinde el culto debido en la Iglesia , y en ocasiones, hasta se le hace objeto de pecado y de penitencia, siendo los sacerdotes sus administradores principales.

. Al listado dramático de personas tristes que generan la sociedad y sus circunstancias, la desviación o carencia de la educación para la alegría en la Iglesia es espeluznante. La gente el pueblo de Dios- está afligido, angustiado, dolorido y acongojado, aún sobrando razones para fundamentar sobre ellas tantas, tan sublimes y tan firmes esperanzas.
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