ENMIENDA LA TOTALIDAD

Lo mismo dentro que fuera de la Iglesia, las “cosas” iban, o estaban, más o menos igual que en la actualidad. La única diferencia consistía en que o no se sabían, o se sabían tal y como oficialmente interesaba, y ahora se sabe todo o casi todo…El milagro es obra de la gracia de Dios y de la bendita democracia, con lo que “vivir en el mejor de los mundos” pasó a ser referente de muerte eterna y de la otra.

 En tan atractivo proyecto de ser y actuar entre los seres humanos, hasta llega a ocupar lugares de privilegio nada menos que la forma de enmienda, mediante la que resulta posible, viable y deseable corregir, eliminar de errores, leyes y determinaciones que se juzguen perjudiciales, o no convenientes, para la colectividad. Cuando el error sobrepasa ciertos límites y causa perjuicios notables, y estos se generalicen de alguna manera, es factible adjuntársele a la enmienda la calificación de “totalidad”, con los debidos requisitos, normas o leyes.

Con eso de que los conceptos de “Iglesia” y de “democracia”, jamás llegarán a matrimoniarse, aportaron además, según algunos, argumentos que no tuvieron “categoría” entre los pecados, dignos de anatematización, y de “enmienda a la totalidad”, y menos en beneficio del pueblo, por su carácter de “abominables, malditos” y condenados”, y “en el nombre de Dios”. La Santa Sede y Nuestra Santa Madre la Iglesia, “por los siglos de los siglos” , serían y tendrían que seguir siendo, santas –santísimas- desterrándose de ella la frase penitencial y evangélica del “Semper reformanda”, aplicable por otra parte a todo organismo viviente.

Con respeto, amor, cautela, prudencia y discenimiento constructivo, me limito a apuntar algunos de los referentes eclesiásticos y eclesiales en los que la reforma y enmienda a la totalidad se demanda con religión y presteza.

En cuanto se relaciona con la Iglesia –mujer, es indecente el trato –maltrato- vigente, aún en leyes y en comportamientos. Cualquier programa político entraña más evangelio que el Código de Derecho Canónico, enemistado de por vida con ella y a la que le hurta hasta parte de sus derechos humanos. La Biblia, la Eclesiología, la Teología, y la Moral, sobre todo la sexual, compiten entre sí, en la tarea de despersonalizar y “cosificar” a la mujer.

La “Iglesia pobre y de los pobres” no pasa de ser un eslogan de falsa e impiadosa publicidad que, a consecuencia del engaño que comporta, suscita y proclama desdenes y ausencia de interés tímidamente religioso.

A la presentación y ejercicio de la autoridad por parte de obispos, arzobispos, cardenales, curas, frailes y otros miembros de la clerecía, lel sobra el término “sagrado” del servicio, que es lo que auténticamente los identifica, después de despojarlos de cuantos feudalismos mantienen…

Enmienda absoluta a la totalidad, representada, vivida y residenciada en palacios episcopales, ornamentos sagrados, títulos “eminentísimos”, capas magnas, -con sus cinco metros de cola-, y añoranzas de sillas gestatorias…Con tales aparejos quedan soberanamente cercenadas las más lejanas posibilidades de diálogo, con olvido y desprecio de que este - el diálogo- es lo que hace ser Iglesia a la Iglesia.

Cualquier residuo que aparezca en el ejercicio-ministerio sacerdotal con sabor y emolumentos a “carrerismo eclesiástico automáticamente se hace proclive a que la enmienda a la totalidad lo descalifique y profane…

El más leve pensamiento, uso y disfrute del nombre y de la condición de Iglesia por parte de la jerarquía, prescindiendo de los laicos y laicas, le significará a la institución eclesiástica la asignación legal de enmienda a la totalidad, si su régimen fuera democrático.

Con idénticas razones lo será la Iglesia predicada y vivida como complejo de culto y de pecado, y no como medio e instrumento al servicio al pueblo, en permanente actitud de adoración a Dios.

A los responsables del Santoral- Año Cristiano, y de la sagrada liturgia en general, dada la capacidad que estos libros poseen en orden a educaren la fe a los cristianos y aspirantes a serlo, les afectará de por vida y por ministerio, el temor a que la enmienda a la totalidad descalifique sus ideas y comportamientos con los que se comprometieron por razones más o menos “vocacionales”.

De modo y manera “ultramontanas”, hubo papas que aceptaron y reclamaron para sí hasta títulos esperpénticos como los de “Su Santidad, Santo Padre, Soberano Pontífice, César, Rey Altísimo, el más amado de los reyes, Príncipe Mayestático, Regente Supremo, Máximo Soberano del mundo, Rey de Reyes, Vicario de Cristo, Vice- Dios de la humanidad, Primado Universal e infalible…

¿Hay quien dé más, o firmamos ya, y por fin, unánimemente una o varias enmiendas a la totalidad?

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