SIN “EL PAN DE VIDA”

Con los datos, las cifras y las prospecciones sociológicas tan fiables de las que se dispone dentro y fuera de la Iglesia, resulta aproximadamente acertado descubrir el tiempo que le resta a la institución eclesiástica actual para ponerle el punto y aparte. En la esfera de los milagros sobrarían estas consideraciones, pero los milagros son los milagros - “hechos que no pueden ser explicados por las leyes de la ciencia o de la naturaleza “-, y estos no son “pan comido”.

En la reflexión “Nos quedamos sin Eucaristía”-PAN DE VIDA-, me sirve de guía e inspiración, uno de los obispos de las 69 diócesis, cuya edad media ronda los 65 años de edad, integrada en el medio rural de la “España vacía –“vaciada”-,  y cuyos sacerdotes también cuentan en su DNI con edades que superan los 66 años.

-Me he visto obligado a tener que cerrar el Seminario en el curso presente. El “Mayor” tan solo contaba con cuatro alumnos en los cursos de Teología y Cánones; y el “Menor”, convertido en Colegio Concertado, y con coeducación, los aspirantes al sacerdocio, por ahora, apenas si rebasan la docena.

Así las cosas, la Iglesia - esta Iglesia- se acaba. Parroquias y templos en los que se celebraba la santa a misa hasta tiempos recientes, han sido clausuradas, jubilándose las campanas que durante toda la vida convocarona la comunidad a los actos de culto,  de modo especial a la celebración de la Eucaristía.

La causa de panorama tan desolador “religioso” no está ni solo ni fundamentalmente en la falta de curas, sino en que, ni a chicos, ni a jóvenes, ni a mayores, los ritos, las ceremonias, las homilías y las celebraciones en general, les gustan, no les interesaban y soberanamente se aburren,  por no entender el lenguaje,  ni el verbal, ni el de los signos, de la celebración eucarística. Con plena tranquilidad de conciencia, tacharon de sus agendas dominicales el precepto de la misa y sanseacabó.

Convencido de que sin misa no hay Iglesia, y de que las soluciones para problema tan grave no se vislumbran por ahora, sino que dan la impresión de enrarecerse aún más, aparte de rezar y de lamentar situación tan dramática, es indispensable movilizar cuantos resortes puedan al menos paliarla. La aportación del dato de la paganización  generalizada hoy en el mundo, y que, casi por igual, afecta a otras Iglesias y religiones,  apenas si sirve para otra cosa que para diluir el problema,  suscitando consolaciones falaces.

Pero al menos debiera servirnos para formularse, entre otras, algunas preguntas, cuyas respuestas podrían ser otros tantos puntos de examen de conciencia coincidentes con la realidad de la vida y no con las ensoñaciones de los “santos” oficiales, o de los candidatos a serlo.

¿En qué cabeza cabe que se estén quedando sin Eucaristía, comunidades cristianas de verdad, por razones estrictamente canónicas, de por sí mutantes, de que unas leyes todavía vigentes impidan que la mujer por mujer, esté incapacitada para presidir las celebraciones eucarísticas?, ¿Qué clase de teología es la que sostiene y mantiene los artículos del Código de Derecho Canónico y de la Liturgia? ¿Cómo se explica que no se registren ya en la Iglesia, y en la misma sociedad, movimientos reivindicadores de los derechos y deberes de las mujeres, aun imbuidas estas de que el hombre, por varón, es criatura predilecta de Dios? ¿Puede la Eclesiología amparar la idea  de que, de no haber curas, célibes, y “ordenados in sacris”, la Eucaristía tendrá que dejar de celebrarse en la España vaciada o por vaciar?.

Los enemigos de la Iglesia están, y actúan, dentro de ella misma y además lo hacen con mucetas, doctorados “in utroque”, y con “santas” e inquisitoriales posibilidades y licencias para condenar en esta vida y en la otra  a quienes defiendan lo contrario a lo establecido, o por establecer, ya de modo inminente y a plazo fijo.

Un ordenamiento teológico medianamente culto y pastoral jamás podrá admitir el hecho de la desaparición de la Eucaristía de multitud de comunidades por la sola circunstancia de la marginación de la mujer por mujer, así como del seglar por seglar.

¿Seguimos tomando al pie de la letra aquello de que el hombre, solo el hombre y por varón, es criatura de Dios -dios mismo-, sin Biblia sin Evangelio y con los ojos tapados y sin conexión con la realidad de la vida?

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