“VIVIR COMO UN CURA”

Con el fin de espantar susceptibilidades indefensas en unos, e irritables en otros, con riesgos de de producir en los demás heridas absurdas y sin sentido, me doy prisas en señalar que el dicho de “vivir como un cura” –“vivir muy bien, con poco esfuerzo y entre abundancias y lujos”- , constituye hoy una de las tonterías anti-clericales más bochornosas, y chocantes que puedan coleccionar o aplaudir los coleccionistas de bobadas académicas. La reflexión sobre el tema es de perenne actualidad y provecho.

  • Se descarta ya desde el principio la idea de algunos, de que tal dicho tuviera su origen político-religioso en tiempos del Nacional-Catolicismo, en los que a los curas y asimilados se les y trataba y consideraba como “diosecillos” todopoderosos y sabelotodo. En las colecciones gramaticales y en la literatura hispana de todos los tiempos, los “curas, canónigos, obispos,, pachás, marajás, reyes, príncipes, emperadores y determinados miembros privilegiados de los estamentos militares… fueron señalados como sujetos del “buen vivir”, además, del “mejor comer”, verbos absolutamente intercambiables, que aluden a la “calidad de vida tranquila y regalada”.

  • No obstante, popularmente, y tal vez por cercana, se generalizó la figura del “cura”, como modelo y aspiración más frecuente, posiblemente a consecuencia de su identificación “religiosa” en esta vida, con la complementariedad  de la otra, dado que a la felicidad-felicidad en cristiano, no se le asegura su condición de premio, si no es también el del cielo eterno….

  • Es verdad que hubo tiempos y lugares en los que, por diversidad de razones, espirituales y materiales, -y aún político- religiosas-, en los que socialmente los curas en los pueblo, y los obispos en las ciudades, formaban parte principal y activa de “las fuerzas vivas de la localidad”, con todo lujo de aditamentos, privilegios y poderes, obsequios, regalos, y sin faltarles la suculencia de la “buena mesa”, con los selectos productos que los devotos contribuían a compensarles en parte, al no poder participar de otros placeres, canónicamente prohibidos.

  • Pero aquellos tiempos, aunque perduren los “dichosos” dichos, palabras o sentencias, pasaron, o están a punto de pasar, y lo de “vivir –comer- como un cura” carece de veracidad y sentido, pese a que determinados casos lo contradigan como excepciones, porque “de todo hay, o puede haber, en la viña del Señor”

  • Los curas- curas, con especial y sacrosanta mención para los rurales, no viven bien. Viven –perviven- en todo orden de cosas como unas personas más de las que ministerialmente sirven a la comunidad, con los dones, posibilidades y limitaciones que caracterizan a cualquier profesional u obrero. Huelga referir que, dada la escasez de vocaciones sacerdotales, en determinados días festivos del año, comarcas y lugares, los curas no pueden dar más de sí, ni siquiera físicamente…Carecen de tiempo para atender religiosamente las parroquias encomendadas.

  • Vistas y estudiadas las necesidades no solo religiosas de sus demarcaciones pastorales, sino otras relativas al desarrollo integral de la comunidad, tanto personal como colectivamente, carecen de las mínimas posibilidades de entregarse a unas y a otras, por falta material de tiempo y de medios, sin que ni siquiera sus propios obispos, en ocasiones, “les echen una mano”.

  • Como todavía el trabajo extra-“religioso” de los curas no está bien visto en determinadas latitudes, por obispos y aún por seglares, y la generosidad diocesana es tan parca y metódica, hay curas que económicamente no lo pasan bien, sino todo lo contrario. Poco más o menos a como les acontece al resto de los “currantes” o laborantes del pueblo.

  • Hay situaciones familiares, sociales o vocacionales, en las que los curas tuvieron que pasarlo, y lo pasan, rematadamente mal. Pienso por ejemplo, en aquellos, quienes después de larga y responsable meditación, tuvieron que optar por dejar la actividad pastoral, secularizarse y contraer matrimonio, -“por lo civil o por lo canónico”-, no solo sin contar con medios para afrontar la nueva vida, sino hasta condenados “en el nombre de Dios” por el resto de la comunidad y de la jerarquía a la que sirvieron. Aquí, ahora y siempre, un recuerdo agradecido y religioso para estos colegas.

  • No cabe duda de que “vivir-comer” como un cura”, es y seguirá siendo todavía, signo y titular para incitar la lectura de determinadas informaciones frívolas y anticlericales…Pero si rezumaran alguna pizca de verdad todas y cada una de las sílabas del dicho, ¿Cómo se explicaría la alarmante falta de vocaciones registrada hoy en el sector?. Un punto de reflexión teológico- pastoral y canónico muy adecuado también para obispos impasibles, y poco, o nada, “franciscanos”,
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