Se regalan Mitras

Se esté o no plenamente de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, entre las acepciones de la `palabra “mitra” destacan las de “toca alta y apuntada que en las grandes solemnidades recubre la cabeza de obispos, arzobispos y otras personas eclesiásticas que tienen este privilegio”, así como “cúmulo de rentas de una diócesis, archidiócesis, obispos o arzobispos”. Aunque la pastoral o la liturgia tuvieran que alambicar alguna de las sílabas de las definiciones anteriores, es obligado tenerlas presentes como referencias “oficiales” en la convivencia.. Si se completa la información con el dato de que los antecedentes de la mitra enlazan con los ornamentos militares y sacerdotales de “Mitreo”, dios de los persas y griegos. El uso del término “litúrgico” sería el más apropiado. Las palabras son signo y señal de inteligencia, y, “hablando con corrección, es como se entiende la gente”.

. Sí, se regalan mitras. Hasta ahora, sus destinatarios posibles son los sacerdotes, hombres, por supuesto, aunque no hay que perder la esperanza de que, al igual que ya ha acontecido en otras Iglesias, tan cristianas como la católica, lleguen también a ser las mujeres posibles aspirantes legítimas. Y las mitras se regalan ya, entre otras razones, porque ninguna de las dos acepciones académicas referidas se distingue ya de ser poseedora de atractivos pastorales convincentes como para ser justificación suprema para ejercer de obispo.

. El hecho es que hay sacerdotes en España que se negaron a aceptar el ya inminente nombramiento episcopal. Las coordenadas en las que por “imperativo jerárquico” –y hasta sociológico- ha tenido, y todavía tiene, que encarnar la figura episcopal como tal, no les está pareciendo ya a sacerdotes de hoy otras tantas referencias teológicas al servicio del pueblo de Dios. El esquema que estos sacerdotes tienen de la Iglesia, y su práctica, hasta podría suponerles a sus diocesanos ocasiones de escándalo que, por ahora, no están capacitados a asumir. La seguridad de que el resto de sus “hermanos en el episcopado” y sus respectivos Presidentes de las Conferencias Episcopales no habrían de darles el “Visto Bueno” preceptivo a doctrinas y comportamientos renovados y renovadores, les dificulta la aceptación de su nombramiento con tranquilidad de conciencia.

. Lo de “autoridades civiles, militares, locales, autonómicas y eclesiásticas”, en festividades patronales y actos sociales, no son del agrado netamente eclesial, prefiriendo no engrosar la nómina de las “fuerzas vivas” en las provincias- diócesis para las que fueron designados. Los ejemplos en este sentido que sus antecesores hicieron perdurar no les parecen suficientemente eclesiásticos como para “sacrificar” los compromisos pastorales que su condición sacerdotal les asignara por exigencia de fidelidad con el evangelio y con la esencial concepción de la Iglesia.

. Aun cuando algo se note en la relación con los “recortes ornamentales”, las tramoyas que misteriosamente encubre la práctica episcopal litúrgica, o para-litúrgica, la poda ha de ser mucho más efectiva y notoria. Además de que el “nombramiento” tendrá que ser “elección”, con activa participación de sacerdotes y laicos, los signos externos habrán de ser incuestionablemente religiosos, con el humilde, y veraz, convencimiento, de que los actuales no llegan a serlo.

. De entre los más significativos signos eternos destacan las mitras, merecedoras de estudio e inspección detallada. Las mitras son artilugios paganos. Cualquier contenido resonancia o recuerdo religioso, y más con lo cristiano, es impensable. La mitra es atavío antiestético y anacrónico. Tanto personal como colegialmente su uso proporciona y encumbra espectáculos teatrales. Distraen y divierten. Separan y alejan. Estorban. Además, molestan Las “funciones” religiosas en las que las mitras son atuendos y ostentaciones episcopales, poseen toda clase de elementos propios de la “función –“representación de una obra teatral”- , y poco o nada de religión y de culto. Una persona seria, formal, respetable y circunspecta, por muy obispo /a que sea, hoy por hoy no puede emperejilar su cabeza con la mitra. Nadie lo entendería en la Iglesia, y mucho menos los jóvenes. Una religión que tan absurdamente añada un misterio como el de las mitras, a los misterios teológicos, se incapacitaría para, inteligible y salvadoramente, facilitarle el camino al mensaje de Cristo.
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