Duelos de frontera: Tercera edad y algo de migraciones "Decíamos ayer"

Tercera edad
Tercera edad

"El migrante tendrá seguramente que recorrer un largo trayecto hasta sentirse integrado. Hasta sentir que la propia identidad también forma parte de alguna manera de la sociedad en la que vive"

"En esta situación, ¿cómo puede el migrante irse forjando una nueva identidad que ya no puede ser nunca más la del lugar de procedencia y todavía no es la del lugar de nuevo asiento? Algo parecido sucede en las pasos de frontera de las distintas edades"

"Es necesario vivir y acompañar en el tiempo y el espacio del duelo migratorio lo que se pueda asumir de la historia pasada que marca e impulsa tras el cruce de fronteras"

"El duelo del traspaso hacia la vejez también traspasa años y edades. Porque solo tan solo cuando se realiza el conveniente duelo por lo anterior se hace posible sacar partido al presente"

Agradecido escribo. Movido por la suavidad primaveral con la que ahora estoy entrando en la tercera edad, sin desvincularme (Dios me libre) de tanto dolor e injusticia como se produce en estos ámbitos. Especialmente en los – incontables- que no tienen posibilidad de hacerlo con paz, y seguridad vital. Muchas veces producida por las estructuras de anteriores de acompañamiento e integración de donde se viene, tan condicionados por los estratos sociales, las desigualdades, e incluso a través de sistemas institucionalizados de cuyas prestaciones los mayores dependen, parcial o totalmente, para sustentar su existencia. Es importante tener en cuenta que el adulto mayor depende fuertemente del Estado, ya sea por la regulación de las jubilaciones o por los servicios de salud. Con un significado particular que afecta a este sector ya que puede implicar no poder continuar con actividades, roles y hasta con la limitación de cuidados básicos como la compra de un medicamento por ejemplo. 

El viaje de tus sueños, con RD

Viene esto a punto de la necesaria preparación para entrar en esta edad y en mi caso, caer en la cuenta de lo mucho que están haciendo los emigrantes para acompañar con especial sensibilidad y amabilidad (los latinos son expertos en ello) a nuestros mayores. “A ellos”, me recordaba  D. Ciriaco Benavente un gran obispo de Migraciones que tuve de Presidente “les hemos entregado lo mejor que tenemos: “Los niños… y los mayores”.

Cuidados
Cuidados

El encuentro valioso con compañeros que viven esta etapa me ha hecho reflexionar la distinta experiencia que supone que entre los 70 y los 90 años pueden primar ciertos olvidos que producen dolor, nostalgia y melancolía incluso sensación de fracaso… O bien la confianza agradecida para seguir con la misión relevadora para facilitar que no se produzcan más brechas interiores o de desafección y rupturas intergeneracionales. Que ya tenemos demasiados muros y quiebras  que saltar al respecto

Por ejemplo, me produce cierto dolor la sensación de olvido de muchas cosas, de desubicación, de girar la cabeza de un lado a otro para saber por ejemplo el piso o lugar donde algunos mayores se encuentran (espacial o vitalmente). O el dolor por lo vivido que no se volverá a vivir. Al menos de la misma manera.  

Traigo a la sazón un cuento muy corto cuyo autor es el escritor mejicano Luis Felipe G. Lomelí.

‘El emigrante’

Texto completo:“-¿Olvida usted algo? – Ojalá”.

Ya veis: no puede olvidar lo que le constituye.

La memoria olvidará datos, nombres etc  (más de hoy que de ayer o antes de ayer) pero la identidad del migrante o de la persona mayor, y su dignidad está forjada a través de duras y/o bellas experiencias que van moldeando su personalidad a golpe de educación y cultura, integraciones, voces, raíces, gestos, etc. Y también de desprecios e ignorancia. Mantenidos y/o recibidos, adquiridos y/o descubiertos. La inmigración se convierte así en un duro itinerario que nunca se olvida. No solo un viaje exterior, en el emigrante y por edad transfronteriza en los mayores, sino un difícil itinerario interior a ir repasando y reposando. Y todo se lleva pegado al alma. Y quiérase o no hay un duelo migratorio a asumir con paz y con posibilidades inmensas de crecimiento. También para contemplar el presente de los ancianos que cada vez ( me incluyo) se va centrando más en lo esencial y no tanto en lo anecdótico o pasajero que no es nada fundante ni dador de sentido 

"No solo un viaje exterior, en el emigrante y por edad transfronteriza en los mayores, sino un difícil itinerario interior a ir repasando y reposando. Y todo se lleva pegado al alma. Y quiérase o no hay un duelo migratorio a asumir con paz y con posibilidades inmensas de crecimiento"

Hace días para favorecer este camino de tránsito fui a Salamanca , uno de esos lugares castellanos de la España vaciada que remite a lo esencial y que facilita el la tranquilidad y la convivencia – apacible como la ciudad charra, la de la piedra dorada) - para “llenarla” y “llenarme” desde mis pequeños pasos compartidos con otros. Es verdad.

Qué ver en Salamanca en 1 dia - Cualquier destino es bueno

Algún día paramos en la Universidad, en al aula donde Fray Luis de León pronunció la famosa frase, en la reintegración a su cátedra. Y al fin libre de procesos inquisitoriales, se reintegró a la Universidad de Salamanca. La tradición pone en sus labios el «decíamos ayer» («Dicebamus hesterna die») al retornar su cátedra. Palabras que han pasado a la historia como la reafirmación de una mente libre resistente al viento y a las mareas. Y con el eco posterior en Miguel de Unamuno, que también según la tradición popular de la Universidad de Salamanca, pronunció las palabras del fraile en su primera clase tras ser restituido como rector tras la dictadura de Primo de Rivera.

El migrante tendrá seguramente que recorrer un largo trayecto hasta sentirse integrado. Hasta sentir que la propia identidad también forma parte de alguna manera de la sociedad en la que vive. Y, mientras tanto, se vivirá muchas veces como fuera de lugar pues lo natural es “permanecer” donde uno ha nacido, el lugar de la indubitable pertenencia. En esta situación, ¿cómo puede el migrante irse forjando una nueva identidad que ya no puede ser nunca más la del lugar de procedencia y todavía no es la del lugar de nuevo asiento?. Algo parecido sucede en las pasos de frontera de las distintas edades. 

Releamos algo al respecto en el discurso de Amin Maalouf al recibir el premio Princesa de Asturias de 2010: “La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo. Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad”. O en la exclusiva y a mí me parece insultante frase simplista de “esta es nuestra hora” que a veces se formula y activa, de manera excluyente también en la convivencia intergeneracional a veces imprescindible.

Algunos recordaban más de una vez, –a mi me parece de manera excesiva y provocadora – la exterioridad de  cómo llaman la atención las identificaciones religiosas externas de los jóvenes. No en todos pero sí en bastantes que – aunque fuera necesario como corrección de modelos anteriores que teníamos los mayores - en muchas veces son ahora mismo fotografías recurrentes para desvalorizarlos o primar nuevo momentos o movimientos. Como esas fotografías en color sepia sin contextualizar que a veces marcan y exponen para afirmar las propias identidades y decisiones. Estamos en tiempos de bisagra de generaciones. No lo olvidemos.

Me impactaba, en la experiencia preparatoria para la tercera edad, el esfuerzo por ofrecernos puentes y no muros respecto, por ejemplo, a las cuestiones ecológicas, las brechas digitales, el necesario enfrentamiento ante la proximidad de la muerte o la vulnerabilidad de la enfermedad. Incluso nos ayudaban sobre la llamada Inteligencia artificial (¡Que expresión tan  contradictoria!). Pero sobre todo me quedo con la creciente disponibilidad y crecimiento hacia y en la llamada gerotrascendencia. Muchos emigrantes son testigos y acompañantes silenciosos de los mayores en la fidelidad a sus prácticas religiosas. Y me parece que lo viven con paz y sintonía aunque no en sus formas y celebraciones. 

Voy terminando. Revivo de nuevo la experiencia en la llamada “Capilla del Encuentro” (mejor espacio religioso de 2018 según La Asociación Faith & Form, de Washington y con respaldo vaticano, buscando la unión entre la arquitectura y la teología). Inspirada en la Tienda del Éxodo (Ex 33, 7: «Moisés trasladó la Tienda y la plantó fuera del campamento, y la llamó Tienda del Encuentro. Si alguien quería consultar al Señor, salía del campamento e iba a la Tienda del Encuentro»). Esta Capilla en el Centro de Espiritualidad salmantino “San Ignacio de Loyola” como lugar de silencio y oración para encontrarse con Dios según su impulsador Cristóbal Jiménez, SJ. Ya se sabe: Sentir y gustar.

También allí con el fondo con los ecos migratorios que tanto se me acercan, recordando el mandato de la acogida, “Ensancha el espacio de tu tienda” de Isaías 54,2. Imaginándome rodeado de migrantes en sus breves descansos. Con la luz diurna o la de la noche. La luz que se abre desde el interior del corazón o a través de una cortina envolvente de lamas entreabiertas en la capilla que tamiza la luz y que enmarca el sagrario en el centro, suavizándolo con luminosidad blanca y/o roja…

Tienda de encuentros de culturas, de identidades, de razas y lenguas. Y de personas de varias generaciones. Extendiendo la lona. Mientras las recurrentes historias venían a mi memoria sobre lo mucho que repetíamos “Te acuerdas de…”. O por seguir nuestro hilo  de aquellos “Decíamos ayer”. O de lo que hacíamos. 

"El duelo del traspaso hacia la vejez también traspasa años y edades. Porque solo tan solo cuando se realiza el conveniente duelo por lo anterior se hace posible sacar partido al presente"

Es necesario vivir y acompañar en el tiempo y el espacio del duelo migratorio lo que se pueda asumir de la historia pasada que marca e impulsa tras el cruce de fronteras. El duelo del traspaso hacia la vejez también traspasa años y edades. Porque solo tan solo cuando se realiza el conveniente duelo por lo anterior se hace posible sacar partido al presente. Sin límites cuando apunta a la luna y a las estrellas. Las que brillan, tras el atardecer. Que así nos los decíamos al regresar paseando tras una visita al llamado “Cielo de Salamanca, esa  pintura mural de 1480 en la bóveda de la antigua Biblioteca de las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca. 

Al lado de donde Fray Luis de Leon retomó su vida como un paréntesis injusto de silencio. Y que incorporaba el pasado sin rencor. Para seguir enseñando. 

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