Y no encontraron sitio en la posada: Europa vuelve a cerrar la puerta

CIEs

Europa vuelve a legislar desde el miedo: los centros de internamiento de extranjeros en terceros países, un grave riesgo para los derechos humanos, crecen en silencio

Europa
Europa

Aprovecho el nuevo formato de esta página, que generosamente me acoge y que agradezco sinceramente, para volver a advertir sobre una realidad que crece en silencio: los centros de internamiento de extranjeros en terceros países, que numerosos organismos y medios califican ya como un grave riesgo para los derechos humanos.

Europa vuelve a legislar desde el miedo.

Mientras tanto, el Evangelio —antiguo y siempre vivo— sigue llamando a la puerta con el rostro del migrante.

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Antes de nacer, ya le habían cerrado la puerta.

No había entonces reglamentos ni fondos de solidaridad. No existían centros de retorno ni discursos sobre seguridad. No había un lenguaje administrativo pulido ni una aritmética fría de cuotas. Solo una frase breve, casi silenciosa, que atraviesa los siglos como juicio y como profecía:

«Y no encontraron sitio en la posada».

Frontera Europa
Frontera Europa

Hoy esa frase vuelve a ser denuncia en Europa.

No resuena en los parlamentos, pero habita en los márgenes: en las salas de espera sin nombre, en los centros de internamiento, en los campamentos improvisados donde el tiempo se detiene. Se escucha en cuerpos cansados, en miradas que han aprendido a no esperar demasiado, en historias reducidas a expedientes. Vuelve encarnada, como entonces, en quienes llaman a una puerta buscando simplemente vivir.

Más de sesenta organizaciones de la sociedad civil europea han alzado la voz. Hablan de retrocesos graves, de un endurecimiento severo de las garantías legales, de una deriva que erosiona los estándares básicos de derechos humanos. Denuncian detenciones prolongadas —a veces superiores a veinticuatro meses—, recursos cada vez más inaccesibles, obligaciones impuestas a quienes apenas pueden sostenerse, sanciones que castigan la fragilidad.

La ley se endurece.

El lenguaje se enfría.

El rostro desaparece.

Particular inquietud provocan los llamados centros de retorno en terceros países. Se presentan como soluciones técnicas, eficaces, inevitables. Pero, más allá de las palabras, la realidad es otra: la externalización del sufrimiento, el desplazamiento de la responsabilidad, la tentación de alejar el dolor para no verlo. Allí, los derechos humanos quedan en suspenso, como si la dignidad pudiera detenerse en una frontera.

¿Es esta la única política migratoria posible? ¿No existen caminos distintos al rechazo, la detención y la expulsión?

Europa protege sus muros.

Y, en ese intento, arriesga su alma.

Pero no basta con denunciar. También es necesario preguntar de otro modo.

¿Es esta la única política migratoria posible?

¿No existen caminos distintos al rechazo, la detención y la expulsión?

CIE Aluche
CIE Aluche

Inspirados por Fratelli tutti, sabemos que solo la solidaridad efectiva con los más vulnerables convierte la ley en justicia y la política en humanidad. La tradición humanista y cristiana recuerda que las migraciones no se gestionan solo en las fronteras, sino mucho antes: en los países de origen, en las causas profundas que obligan a huir —la pobreza estructural, los conflictos armados, el expolio de recursos, la crisis climática, la ausencia de futuro—.

Sin una implicación real en la cooperación internacional, sin políticas serias de desarrollo y sin justicia económica global, las fronteras seguirán siendo escenarios de sufrimiento repetido.

Invertir en desarrollo no es ingenuidad: es prevención.

Promover educación y empleo digno no es caridad: es corresponsabilidad.

Apostar por vías legales y seguras no es debilidad: es humanidad organizada.

La historia ya nos habló de esto.

También entonces se pidió alojamiento.

También entonces se invocaron el orden, la norma, el censo.

También entonces se respondió que no había sitio.

Jesús de Nazaret nació fuera, en los márgenes, donde nacen los descartados. No porque faltara espacio físico, sino porque faltó espacio interior. La posada estaba llena de razones sensatas, de cálculos prudentes, de excusas comprensibles. Estaba llena de todo, menos de misericordia.

Frontera
Frontera

Hoy, cuando se acepta la devolución de personas a lugares donde su vida o su libertad están en riesgo, cuando se gestiona la migración olvidando nombres propios y causas estructurales, el Evangelio deja de ser un relato piadoso y se convierte en una interpelación directa.

No es solo una cuestión política.

Es una cuestión moral.

Y, para quienes creemos, una cuestión radicalmente evangélica.

Porque cada persona expulsada sin garantías vuelve a escuchar aquella frase antigua.

Porque cada frontera cerrada revela un fracaso colectivo.

Porque donde no hay sitio para el pobre, tampoco hay sitio para Dios.

La pregunta permanece, dirigida a Europa, a sus gobiernos y también a nosotros:

¿Habrá sitio esta vez?

Parlamento europeo
Parlamento europeo

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