El Cantar de los Cantares
He estado buscando en la liturgia católica referencias al Cantar de los Cantares y lo he debido de hacer mal porque no he encontrado ninguna. Tan es así, que este libro bíblico es totalmente ignorado por la mayoría de los laicos y me parece una pena.
Trata del amor humano que sirvió para los místicos de prefiguración del amor divino, del amor de Dios por sus criaturas. Lo malo es que este maravilloso trabajo de los místicos cegó la fuente inicial que era simplemente el amor de dos jóvenes entre sí. Muchos autores españoles han remedado sus estrofas consiguiendo maravillosas páginas de literatura religiosa y humana, como hiciera San Juan de la Cruz
En este momento de una sexualidad desenfrenada y falta de poesía convendría volver a estos versos que describen a los amados en términos poéticos. Es verdad que utilizan simbología anticuada ya que, para el pastor, el pelo de la amada es semejante a las mejores cabras que pastorea. Pero no sería difícil cambiar estos símbolos por los que utilizan los anuncios de champús para dejar el pelo brillante y sedoso, por el que desea pasar la mano el varón.
Tengo la impresión de que como estos versos son obra fundamentalmente de mujer a los hombres no les resultan atractivos, porque reflejan una ternura que a los varones se les ha vedado durante siglos y les da vergüenza o no la entienden. Solo se atreven a utilizarla en la intimidad de la pareja
Estos maravillosos versos también pueden servir para misas de funeral. El amor humano tiene momentos sublimes e inalcanzables en otros amores, pero no puede llegar a la plenitud que solo se alcanza cuando se da el paso que conduce a la muerte. En el capítulo 5, 2-5 se habla de una puerta que atraviesa el amado y que puede sugerir el umbral de la muerte ya que el joven no vuelve a aparecer. Y la amada llora y lo busca desesperadamente, incluso pide a sus amigas que le ayuden a encontrarlo
Creo sinceramente que ha llegado el momento de traducir los versos del Cantar de los Cantares a nuestro lenguaje porque sería para la Iglesia Católica una forma de reconocer el amor humano, al que tantas veces le ha puesto peros por miedo a sus consecuencias. Muchas veces, no solo nuestra institución, estos amores de juventud fueron vedados, por razones varias no siempre adecuadas, como los guardias que impiden a nuestra joven su intento de unirse con su pastor.