¿Espiritualidad antes que religión?

He estado leyendo las comunicaciones de varios teólogos del Tercer Mundo promocionada por EATWOT, que se reunieron en el mes de septiembre del año pasado en Belo Horizonte (Brasil). Se trataba de analizar la situación de las religiones en sus países con especial interés en la católica. Participaron Gilbraz Aragao, Victor Codina, Josef Estreman, Ivone Gebara, Grazio das Neves, Deivit Montealegre, Alejandro Ortiz, Juan Diego Ortiz, Luigi Schiavo, Tina Balasuriya y María Corbi, la mayoría de América Latina.

Las intervenciones fueron diferentes pero se percibía un tono de fondo común:los creyentes se estaban dividiendo en dos campos, aquellos que se habían instalado en las tradiciones del pasado y los que, tras la crisis de su fe, habían optado por un paradigma pos institución. Desgraciadamente éstos últimos crecían continuamente, un aumento en paralelo con el avance de sus estudios y el abandono de la fe infantil, superando con creces a los otros. Este análisis de la religiosidad de estos países emergentes, me pareció muy semejante a la trayectoria que han sufrido las naciones occidentales de Europa.

Con respecto a nuestra Iglesia, algunos consideraron que su discurso jerárquico, dualista y con pretensiones universales, no invitaba a la autonomía del sujeto, razón por lo que era rechazada. Todas las teologías protegen el poder “Tú eres Pedro” pero olvidan que puede ser corrupto “apártate de mí, Satanás” Para otros, el desafío está en no ofrecer lo divino mediado a través de la jerarquía, sino tratar de que los individuos se relacionen directamente con Dios pues es más importante que los hombres aumenten su espiritualidad, que convencerles de la bondad o dogmas de nuestro credo. En cuanto a éstos, la revelación se tendrá que comprender como un espíritu no ligado a la letra, de aquí que el nuevo paradigma que emerge, hereda una tradición a la que no tiene que quedar sumiso.

Como conclusión conjunta ofrecen la idea de que las religiones son construcciones históricas, contingentes y cambiantes que no hay que confundir con la espiritualidad. Su origen está en nuestro mundo, aunque se haya colocado en manos de Dios y al ser construidas por nosotros, tenemos el derecho a cambiarlas, a dar nuestra propia interpretación para que no dificulten la espiritualidad de nuestros contemporáneos. La humanidad vivió sin religiones la mayor parte de su existencia y no fue una catástrofe.

Estamos viviendo un tsunami religioso con abandono de gente y pérdida de credibilidad en muchas religiones. Algunas jerarquías, prefieren defenderse numantínamente con la mejor intención, pero hunden a sus propias instituciones al impedir su evolución. Es el fin de un mundo, el de determinadas religiones agrario - neolíticas y tenemos que volver a reinventarnos. Ayudemos a lo que tiene que morir, sin pena, para que pueda nacer lo nuevo que facilite a que la gente pueda vivir su espiritualidad en profundidad. Lo difícil es encontrar donde está esa novedad necesaria para parar la sangría y que los hombres encuentren a Dios.

Las últimas palabras de este colectivo, preocupado por la deriva que ven en sus pueblos, son una petición de ayuda para un futuro trabajo colectivo sobre “Propuestas prácticas sobre las que trabajar”. Yo no estoy en condiciones de valorar su análisis, pero algunas de sus conclusiones me han dado que pensar. Es una realidad que muchos católicos están abandonando los templos y buscan, en otros lugares, calmar su sed de Dios lo que me hace preguntarme ¿En nuestra Iglesia, damos más importancia a las creencias y a los ritos, que a fomentar la espiritualidad de nuestros fieles? ¿Estaríamos dispuestos a renunciara parte denuestra tradición, si viéramos que era un impedimento para el crecimiento de la espiritualidad? ¿No habría que crear muchos más ministerios para la atención de los católicos que, en muchos lugares, están como rebaño sin pastor?

A quién le interese profundizar en el tema puede entrar en esta página http:internationaltheologicalcomission.org/Voices que ofrece todas las intervenciones.
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