Iglesia y mundo moderno
Iglesia y mundo moderno
Sin la Iglesia resultaría ininteligible el mundo moderno. La civilización europea existiría, pero sería distinta ya que la institución eclesial ha tenido entre sus manos ser una gran maestra, la educadora de Europa. El mandato que leemos en Mateo 28,18 lo deja bien claro “Id, pues, enseñad a todas las gentes… todo cuanto yo os he enseñado”. Una enseñanza que, con la globalización de la cultura y la expansión cristiana, se ha paseado por todo el mundo
Pero hoy esa labor educativa se ha olvidado y la Iglesia no está de moda por varias razones. Su mucho poder generó anticlericalismo y deseo de arrebatarle parcelas. También dificulta la comprensión de su origen divino, en nuestras sociedades familiarizadas con la idea de que el poder viene de abajo arriba, no se entiende que en la institución eclesial venga de arriba abajo. El momento fundacional proviene del Evangelio San Mateo 16,18 donde Jesús se dirige a Simón y le cambia el nombre “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. El derecho divino de los reyes parte de este mismo principio, reciben el poder directamente de Dios y no tienen que dar cuentas al pueblo.
Y aunque la Iglesia es independiente y no es esclava de ninguna época, ha tenido que bailar con todas ellas lo que le ha supuesto una fuente de conflictos permanente. En Dios se identifican la autoridad y el poder, pero en el mundo se diversifican generando una tensión entre ambos: la autoridad espiritual y el poder temporal. La liturgia vaticana y las normas de las realezas se sustentan en que son signos del poder divino y sus instituciones priman la tradición sobre la modernidad
En esta situación nos encontramos hoy con los intentos de democratizar nuestra institución para hacerla más cercana y comprensible a nuestros contemporáneos. Por estos derroteros pasa la idea de corresponsabilidad de los laicos e incluso los recientes sínodos sobre la sinodalidad. Yo me pregunto ¿sobre qué principio se sustentaría dar poder a los laicos? Y más aún ¿sobre qué norma se sustentaría el poder femenino vetado de la autoridad durante siglos? ¿Tiene el Papa la autoridad para repartir el poder que le ha conferido Dios a personas que no han recibido el sacramento del orden?
Me interesa conocer la respuesta, ante las múltiples reticencias, para poder seguir avanzando por estos caminos nuevos que nos acercan a la sociedad en la que vivimos ya que, de no hacerlo, me temo que la Iglesia seguirá haciéndose cada día más incomprensible especialmente para las mujeres