La distancia entre los dedos

Acabo de terminar el último libro, La distancia de los dedos, de Pilar Huerta Román, una carmelita descalza que escribe como los ángeles, y que trata de un problema que tenemos los hombres de hoy…, y de siempre. No paramos de buscar metas que nos dejan siempre con la insatisfacción de que hay otros logros que alcanzar y, en esa búsqueda incesante, somos incapaces de gustar del día a día, el Carpe Diem, del que hablaban nuestros ilustres ancestros. El título recuerda a la pintura de la capilla Sixtina en que el dedo de Dios se acerca mucho al del hombre

Esta nueva obra de Pilar se aleja de las anteriores,  El telar de la palabra y Mejor será que hilen, que eran estudios bíblicos desde la espiritualidad teresiana, para introducirnos en un relato en el que un protagonista varón intenta, aunque no lo sabe, un viaje para encontrar la felicidad con quien podemos identificarnos todos los lectores. La autora nos explica la génesis del libro en un pasaje de Ignacio Larrañaga en, Del sufrimiento a la paz, que habla de cumbres elevadísimas, cada vez más lejanas, que marcan la vida de los seres humanos y como son inaccesibles nos dejan tristes, desmoralizados e inquietos

            El relato nos ofrece encuentros del protagonista con otras personas que tratan de infundirle serenidad y abrirle los ojos para que sea capaz de disfrutar del camino. Son gente sensata a la que no escucha y que recuerda cuando tiene un accidente en su vida que le hace parar y reflexionar llegando a la conclusión de que la felicidad se encuentra en uno mismo. La autora inicia cada capítulo con una frase de escritores célebres y el libro termina con un texto de Jesús Barranco, a manera de posfacio. La editorial San Pablo adorna la obra con ilustraciones bonitas y atractivas

            ¿La subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz inspira esta obra? Cada persona se nutre de sus circunstancias y una carmelita no puede olvidar a los grandes pensadores del Carmelo, mientras que ver lejana la cima de la felicidad nos permite pararnos a pensar y descubrir que la cumbre del Amor la llevamos dentro de nosotros, en el interior intimo mio, de San Agustín. Una idea que no es nueva pero este libro nos permite recordarla de una forma muy sugerente

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