Ahora que la olla de la política nacional está tan efervescente...

Jesús Mauleón, poeta y cura
17 jun 2015 - 23:01

Ahora que la olla de la política nacional está tan efervescente, me permito transcribir este poema que es una meditación ante el mausoleo de políticos triunfantes -más o menos- en la historia remota del reino navarro… El sepulcro puede verse en la cabecera de la nave central, frente al altar mayor, de la catedral de Pamplona. No se cantan las glorias pasadas de los sepultados. Se canta y se agradece la gloria y el regalo de la vida, que nos hace “reyes”, y ”aunque por plazo herido, / estamos por encima de todo lo que yace”).

SEPULCROS REALES EN LA CATEDRAL DE PAMPLONA

Como vosotros, García Ramírez, polvo Restaurador,

Sancho el Sabio con tu esposa Sancha

(la muerte sabia os sabe),

Teobaldo I, el Trovador sin voz y sin amante,

Enrique I, Felipe III, Carlos II,

el Malo para los franceses, y quién sabe si para el propio mal,

Carlos III, el Noble esqueleto en el mármol de Janin Lome de Tournay...

Como vosotros, huesos, huesos, huesos, por millones se lloran

en esta tierra de infanzones ,

clérigos, cortesanos

y plebeyos, plebeyos, plebeyos,

tierra que vosotros hubisteis por vuestra

y ahora la ocupáis en parte mínima

y en el sentido más aproximado.

Humanos fuisteis, y hasta descabezasteis

un sueñecillo heroico. Lo que hicisteis

narrado queda generosamente

en unas líneas de historia.

Pues bien, ahora nos toca

a nosotros vivir (apresuradamente

lo constatamos)

y, aunque por plazo herido,

estamos por encima de todo lo que yace.

Dueños somos del aire

de respirar, mandamos

en dos brazos,

una cabeza levantamos

que la vida corona.

Somos, perdón, más que reyes sin se nos compara con vosotros.

Reyes, yaced.

Ante la vida que nos alza

agachad vuestros restos apilados.

Monarcas nos llamamos, aunque pronto

nos quitarán este latido,

mucho mejor que un cetro,

y el oro muy precioso de la sangre en marcha.

La hora seca sonará

de abdicar.

Un empujón nos tumbará del trono

y nos allanaremos como todos

a vuestra estatura tan postrada.

(De Pie en la cima de sombra, 1986.

Obra Poética, p. 212).

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