Dios a la vista, queridos ateos

La asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores, junto a otros grupos ateos, han organizado una procesión para el Jueves Santo próximo en el centro de Madrid. La harán coincidir con la tradicional procesión del Jesús del Gran Poder y la de Jesús el Pobre. Leo que el anuncio contiene expresiones provocadoras y, al menos figuradamente, incendiarias. A mí, que soy un modesto creyente, no me asustan los ateos. Me he encontrado con algunos en mi vida y jamás me han creado problema alguno de relación personal. Me he cruzado igualmente con agnósticos y tampoco he tenido con ellos una palabra más alta que otra. ¿Lo de Librepensadores? Si verdaderamente piensan y además son libres, bienvenidos.

Yo aquí no me propongo hacer apologética. Menos, apologética barata. El poema que ofrezco a continuación lo escribí, lo viví, hace varios decenios y sigo encontrándome en él como en mi casa. Es más, es uno de los poemas a los que tengo mayor apego. Es una afirmación incondicional y entregada a la existencia y a la omnipresencia amorosa de Dios.

Por cierto, mi fe en Dios y mis convicciones religiosas me llevan a rezar continuamente por todos los hombres, incluidos, cómo no, los ateos y agnósticos. Además, en mi condición de sacerdote,

lo haré de manera muy especial el próximo Viernes Santo, con el formulario oficial de la Iglesia Católica. Lo haré como siempre de corazón y, faltaría más, sin el más mínimo resentimiento.



Ahí va mi poema de Dios y su permanente presencia amparadora.

ALLÍ ESTÁS TÚ



Si subo a las montañas o si hojeo los libros,
si bajo a mi memoria o me interno en el bosque,
si me baño en el mar o si abro las ventanas
que dan sobre los hombres,
me topo con tu esfera
de tiempo transparente,
multiplico mis manos
al palparte en el día.

Si aliento, si me quejo, si llevo mi palabra
hacia algo dolorido,
allí estás Tú.


Si monto sobre los siete días de la semana,
si se me paran de tedio los lunes,
si se me caen de fatiga los martes,
si me trotan animosos los miércoles,
si se me quedan sin aliento los jueves,
si se me arrasan de lágrimas los viernes,
si se me desbocan de deseos los sábados,
si tal vez me relinchan de gozo los domingos,
allí, allí estás Tú.


En enero, en febrero, en la luz del verano,
en las cuatro estaciones, en los mil calendarios,
en los faros marinos, en los mapas sin límites,
tras la última lente de los mil telescopios,
allí estás Tú.


Cuandoquiera que ame, que recuerde, que gima,
como quiera que grite, me levante o alumbre,
dondequiera que vuele, me desmaye o pregunte,
allí,
allí estás Tú.


(Obra poética, p. 250)
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