Lo saludable de un barrido electoral

La elecciones han dejado a algunos políticos con el trasero al aire. Trasero, hasta ahora, confortablemente asentado en una poltrona. La pregunta es: ¿cómo un partido político que se tenga en algo pudo elegir a un probado mediocre (digámoslo con piedad y respeto) para tan alto cargo? ¿Cómo pudieron mantenerlo en él por tan largo tiempo? ¿Habrá que calificar también, piadosamente, de mediocres a sus colaboradores inmediatos que lo rodearon sin rechistar? ¿A los que le dijeron amén, amén, aunque se equivocara de oración? ¿Y qué hizo toda la masa de cargos y miembros de ese partido, que jamás se rebeló contra la probada incapacidad de su “prohombre”?


Algo falla en la vida política española cuando puede aparecer en ella tan penoso fenómeno. La política, necesaria en sí, es un arte demasiado noble para rebajarla y convertirla en degradado espectáculo. Tan noble como la dedicación generosa al servicio ciudadano. ¿Sabe alguien por qué tiene que estar sometido un arte noble al silencio cómplice de tanto profesional interesado? ¿O por que no hay modo de que centenares o miles de colocados de un partido se decidan a hacer el más mínimo reproche, por qué mantienen su confortable status jerárquico y económico como si nada ocurriera? Nada es la culpa de un solo hombre, por perverso o incapaz que sea. Está demasiado extendida la tendencia a la adulación, a la obsecuencia, al silencio cómplice... Como no pertenezco a ninguna agrupación política, lo que afirmo me vale igual para cualquier partido que, en la actualidad o en el futuro, pueda hallarse en la situación descrita. Vale como crítica a la arrasadora maquinaria de los partidos.

Nuestra democracia es aún imperfecta y necesitaría algún enérgico retoque. No soy yo el llamado a entrar en detalles, que dejo a los expertos. Tiene, con todo, la actual democracia algo básico y saludable. Cada cuatro años, con el escobón del voto en las urnas, se puede hacer un barrido saludable que lleve a algunos hombres y mujeres públicos al agujero de donde nunca debieran haber salido.

La primera sátira que ofrezco, escrita en otras circunstancias, habla de la impostura de un encaramado. La segunda, compuesta hace décadas, del pobre hombre, desvalido en principio pero hinchado y disfrazado, al que cualquier oportuna adversidad puede devolver a su natural madriguera.

SE ENCARECE EL IMPUDOR DE UN POLÍTICO


Siempre que peroraba
amanecía su impudor tan recio
que hasta la propia aurora enrojecía
un punto más sus castos arreboles.
Dicen que hasta subían
a los anchos carrillos de la patria
dos nimbos de rubor o colorete...


Tan encendida
tronaba la oratoria del prohombre
encaramado a lo alto de su Olimpo,
siendo como era padre de la patria,
o cuñado quizá, o primo segundo...
O sólo era pariente muy lejano
y de leche...


(Obra Poética, p. 517)


CON TODO SU DISFRAZ DE RAYOS, DIENTES...


Con todo su disfraz de rayos, dientes
y gestos aurorales
vienen de las borrosas madrugadas
del hombre desvalido,
siendo diáfano
que sus corbatas miman tras la seda
otros nudos de angustia,
y si bien gozan
de una arrogancia prócer que les hincha
el globo pulmonar y en su voz funda
irisaciones de triunfal trompeta,
una ligera
mutación en el aire, un son de pasos
será ocasión sobrada
para que tornen a su oscuro origen:
con garbo ratonil al agujero.

(Obra poética 229)
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