Y entenderemos la lógica del Evangelio Preparemos el camino del Señor con alegría
"Ni siquiera hemos llegado al tiempo de siembra, porque antes es necesario que hagamos una tarea poco agradecida, pero del todo necesaria: desbrozar y preparar la tierra para el tiempo que vendrá, conscientes de cuál es el tiempo en el que vivimos"
«Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti» (Mt 11,10). Esta cita de la Escritura (Ex 23,20; Ml 3,1), el Evangelio de Mateo la aplica a Juan Bautista, el precursor, que prepara el camino del Señor. También nosotros podemos preguntarnos de qué manera debemos preparar el terreno, desde la perspectiva de la pastoral actual en nuestra Archidiócesis. Es fundamental que el anuncio del Reino vaya cuajando en la vida de nuestros conciudadanos y, poco a poco, podamos observar cómo la acción sanadora del Resucitado, mediante el don del Espíritu Santo, va sanando la vida de las personas, confirmando así que realmente Él es el Mesías que el Pueblo está esperando.
Para preparar el terreno es necesario que antes seamos conscientes de cuál es el tiempo en el que vivimos, porque no es lo mismo el otoño que el invierno, ni la primavera o el verano. Cuando me refiero a estos tiempos no lo hago desde la perspectiva estacional del calendario, sino desde la perspectiva pastoral del tiempo que nos ha tocado vivir. Está claro que no estamos en una primavera de la Iglesia donde todo florece y estalla la vida —aunque a menudo uno se encuentra con brotes verdes—, ni tampoco es el tiempo de las cosechas abundantes de principios o finales de verano. Diría que ni siquiera hemos llegado al tiempo de siembra, porque antes es necesario que hagamos una tarea poco agradecida, pero del todo necesaria: desbrozar y preparar la tierra para el tiempo que vendrá.
¿Qué significa esto? Significa que, pastoralmente, debemos aceptar que ya no nos movemos con las cifras de participación comprometida de épocas pasadas, que la cosecha quizá no es tan abundante como nos gustaría o desearíamos, que no sabemos ni siquiera si aquello que ahora estamos haciendo será semilla de futuras cosechas… pero que, a pesar de todo lo que hemos dicho, debemos continuar trabajando con fidelidad, arando sin mirar atrás y sacando del campo donde nos movemos todas aquellas actitudes que pueden impedir, ahogar, tapar o ensuciar la belleza del Mensaje que queremos sembrar y que llevamos en el corazón.
Estamos en el tiempo de desbrozar, de preparar el terreno para que cuando llegue el que es la Palabra pueda echar raíces en nuestros corazones y en nuestro entorno y crecer bien firme a la luz de la fe para futuras cosechas que quizá nosotros no veremos. Ser conscientes de ello requiere mucha humildad y sabiduría, mucha abnegación sumisa y fiel, reflejándonos en Aquel que para salvarnos se negó a Sí mismo, compartió nuestra pobre humanidad, tomó la Cruz, murió y resucitó.
¡Y todo esto debemos hacerlo con alegría! Porque, si lo hacemos, significa que hemos entendido cuál es la lógica del Evangelio, significa que no nos movemos por las cantidades, por el éxito, por las cifras o las estadísticas, sino por la fidelidad a Aquel que cuando éramos ciegos nos dio la fe, cuando no podíamos caminar nos levantó de nuestro desánimo frustrado, cuando nos sentíamos impuros nos lavó y cuando no oíamos nos llamó al fondo de nuestro corazón. Alegraos y celebremos todos juntos el hecho heroico de poder dejar, al menos, el terreno limpio para futuras cosechas que seguramente no veremos.