La Ascensión, promesa de continuidad El tiempo de la Iglesia

"Durante cuarenta días los discípulos se han visto arropados por la presencia del Señor resucitado, que se les ha aparecido y ha seguido revelándoles los misterios del Reino … Hoy, ante sus ojos atónitos, Jesús ha ascendido al Cielo"
"¿Qué es lo que realmente ha sucedido? ¿Hemos quedado huérfanos de su presencia amorosa?"
"Se inaugura un nuevo tiempo en la historia de la salvación: el tiempo de la Iglesia. Él, cada uno desde su responsabilidad y madurez humanas"
"También nuestra Iglesia, la de hoy y aquí, debe seguir proclamando el mensaje auténtico"
"Se inaugura un nuevo tiempo en la historia de la salvación: el tiempo de la Iglesia. Él, cada uno desde su responsabilidad y madurez humanas"
"También nuestra Iglesia, la de hoy y aquí, debe seguir proclamando el mensaje auténtico"
Estimadas y estimados, durante cuarenta días los discípulos se han visto arropados por la presencia del Señor resucitado, que se les ha aparecido y ha seguido revelándoles los misterios del Reino.
Hoy, ante sus ojos atónitos, Jesús ha ascendido al Cielo. La alegría y la confusión vuelven a mezclarse en sus corazones. El Señor ha sido plenamente glorificado y ha subido a la derecha del Padre, al lugar que le corresponde desde toda la eternidad. Pero, ¿y nosotros? Dice el libro de los Hechos de los Apóstoles: «Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista» (Hechos 1,9). ¿Qué es lo que realmente ha sucedido? ¿Hemos quedado huérfanos de su presencia amorosa?
Esto nos provoca cierto vértigo. Quizás preferiríamos disfrutar de su visión, que nuestros sentidos tuvieran una certeza empírica. Así nos sería más fácil hacer crecer nuestra fe y dar razón de ella. No siendo así, es lógico que experimentemos dilemas y temores.

"Ahora nos toca a nosotros decidir y actuar, tomar la cruz de cada día y caminar tras Él, cada uno desde su responsabilidad y madurez humanas"
Se inaugura un nuevo tiempo en la historia de la salvación: el tiempo de la Iglesia. Y todo alumbramiento conlleva dolores de parto. Ahora nos toca a nosotros decidir y actuar, tomar la cruz de cada día y caminar tras Él, cada uno desde su responsabilidad y madurez humanas. Así, la Ascensión se convierte no en un acto de separación, sino en una promesa de continuidad.
Incluso antes de que sus dudas se disipen, todavía con la mirada puesta en el cielo, aquellos discípulos se aventuran a anunciar y predicar el nuevo mensaje de su Maestro. El coraje de ellos ha hecho posible nuestra fe, tal como lo expresa el Papa Benedicto XVI: «Los miembros de la Iglesia primitiva, iluminados por el Espíritu Santo, comenzaron a proclamar el anuncio pascual abiertamente y sin ningún temor. Y este anuncio, transmitido de generación en generación, ha llegado hasta nosotros y resuena cada año por Pascua con una fuerza nueva» (Audiencia general del 26 de marzo de 2008).
También nuestra Iglesia, la de hoy y aquí, debe seguir proclamando el mensaje auténtico, debe seguir haciéndolo visible en la fracción del pan, en el amor fraterno, en la búsqueda del bien y de la verdad, en el corazón de toda la humanidad. Hoy mismo celebramos con alegría la ordenación de un nuevo presbítero, Mn. Miquel Barcos, en la querida parroquia de Vimbodí. Es también este un momento de esperanza renovada y de compromiso con la comunidad. Que su testimonio de vida sea también, como el de todos, dejarse transformar por «la sabiduría y la fuerza del Espíritu Santo» (Hechos 6,10).
Solo así podremos construir un Reino de paz y fraternidad. Solo así podremos seguir soñando el mundo anhelado por Dios.
