Migrantes, misioneros de esperanza "Como dice el papa León, el problema no son, en ningún caso, las personas"

"Este fin de semana del 4 y 5 de octubre, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado coincidiendo con el Jubileo de los migrantes y del mundo misionero, como quiso el papa Francisco"
"El papa León en el mensaje con motivo de esta Jornada, nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el vínculo entre esperanza, migración y misión"
"'Su coraje y su tenacidad son un testimonio heroico de una fe que ve más allá de lo que nuestros ojos pueden ver', expresa. 'Una vez han llegado entre nosotros, debemos acogerlos y amarlos con solicitud'"
"'Su coraje y su tenacidad son un testimonio heroico de una fe que ve más allá de lo que nuestros ojos pueden ver', expresa. 'Una vez han llegado entre nosotros, debemos acogerlos y amarlos con solicitud'"
Estimadas y estimados. Este fin de semana del 4 y 5 de octubre, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Además, se ha querido que coincidiera con el Jubileo de los migrantes y del mundo misionero, lo cual, como afirma el papa León en el mensaje con motivo de esta Jornada, nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el vínculo entre esperanza, migración y misión.
«Vendrán gentes de oriente y de occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios» (Lc 13,29), afirma Jesús en el Evangelio. Pienso que esta gente que viene de lejos, de oriente y de occidente, del norte y del sur, son nuestros migrantes. Entre nosotros, el tema de las migraciones se nos presenta y se vive muy a menudo como un problema. Y sí, lo es; lo es básicamente porque la casi totalidad de personas afectadas se ven obligadas a migrar, a marcharse de casa. Son migrantes forzados. Y eso significa que el problema no son, en ningún caso, las personas, sino que el problema son las situaciones y las causas que obligan a las personas a marcharse, a huir de su casa, a abandonar lo que es suyo. Migrar es un derecho, pero también lo es no tener que migrar forzadamente.
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Una vez han llegado entre nosotros, debemos acogerlos y amarlos con solicitud. En el banquete de la mesa eucarística, prenda y anticipo del banquete eterno, cada vez participan más católicos provenientes de otros países. Dan vida a muchas de nuestras comunidades. Curiosamente, cada vez tenemos más vocaciones laicales, religiosas o sacerdotales provenientes de fuera. Todas ellas son un bien y una gracia de Dios para nuestra Iglesia. Por lo tanto, no hagamos una pastoral «para» ellos —que significaría situarnos a distancia y mirar el fenómeno migratorio como algo que nos llega desde fuera—, sino que propongamos una pastoral y un trabajo «con» las personas migrantes que vienen a vivir en nuestra propia tienda.
En un mundo oscurecido por guerras e injusticias —afirma el Papa León en su mensaje—, los migrantes y los refugiados se erigen como mensajeros de esperanza. Su coraje y su tenacidad son un testimonio heroico de una fe que ve más allá de lo que nuestros ojos pueden ver y que les da la fuerza para desafiar la muerte en las diferentes rutas migratorias contemporáneas. De ahí que los migrantes y los refugiados recuerden a la Iglesia su dimensión peregrina, perennemente orientada a alcanzar la patria definitiva, sostenida por una esperanza que es virtud teologal, afirma el Papa.
Cada vez que la Iglesia cede a la tentación de la «sedentarización» y deja de ser un pueblo que peregrina hacia la patria celestial (cf. San Agustín, La ciudad de Dios), deja de estar «en el mundo» y pasa a ser «del mundo» (cf. Jn 15,19). Es así como, de manera particular, los migrantes y los refugiados católicos pueden convertirse hoy en misioneros de esperanza en nuestros ambientes. Acojámoslos de corazón.
