"La nuestra es una espiritualidad de comunión" Una mirada diocesana

"Nos estamos adaptando a los cambios del nuevo curso y, poco a poco, las unidades pastorales van encontrando su encaje. Aunque las novedades pueden suscitar incomodidad"
"Aparecerán nuevos retos que nos sacarán de nuestra zona de confort, pero precisamente por eso nos ayudarán a centrarnos en lo más necesario: "la edificación de la comunidad" (1Co 14,5.12)"
"¿De qué nos serviría separarnos por parroquias, por servicios, por misiones, si no nos reconociéramos como familia eclesial?"
"Ampliemos nuestra mirada eclesial y diocesana … La nuestra es una espiritualidad de comunión"
"¿De qué nos serviría separarnos por parroquias, por servicios, por misiones, si no nos reconociéramos como familia eclesial?"
"Ampliemos nuestra mirada eclesial y diocesana … La nuestra es una espiritualidad de comunión"
Estimadas y estimados: estamos a mediados de septiembre y todos nos estamos adaptando a los cambios del nuevo curso. En algunas parroquias ha habido relevo de sacerdotes, algunos cargos diocesanos han sufrido modificaciones y, poco a poco, las unidades pastorales van encontrando su encaje. Es sabido que las novedades pueden suscitar incomodidad, e incluso inquietud. Por eso, a todos vosotros —sacerdotes, laicos y religiosos— quiero agradecer la paciencia, la disponibilidad y la generosidad para irlas incorporando con grandeza de espíritu.
Los momentos de cambio, sin embargo, también pueden convertirse en oportunidades para crecer humana y espiritualmente. Aparecerán nuevos retos que nos sacarán de nuestra zona de confort, pero precisamente por eso nos ayudarán a centrarnos en lo más necesario: «la edificación de la comunidad» (1Co 14,5.12).
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Los cristianos hemos de ser conscientes de que las personas hemos sido creadas por Dios como seres relacionales, a imagen y semejanza de la misma Trinidad. El pueblo santo de Dios es, precisamente, eso: un pueblo que comparte una tarea colectiva y una forma comunitaria. ¿De qué nos serviría separarnos por parroquias, por servicios, por misiones, si no nos reconociéramos como familia eclesial? ¿Qué testimonio daríamos en un mundo ya demasiado castigado por los individualismos, los egoísmos, los enfrentamientos y las polarizaciones?

Ampliemos nuestra mirada eclesial y diocesana recordando las palabras de san Pablo: «Cristo es como el cuerpo humano, que es uno, aunque tenga muchos miembros: todos los miembros, por muchos que sean, forman un solo cuerpo» (1Co 12,12). Este es, precisamente, el contexto del lema elegido por el papa León XIV, extraído de la conocida alocución de san Agustín: In illo uno unum, que traducimos como «En aquel Uno, seamos uno» (Exposición sobre los Salmos, 126). El nuevo papa no oculta su deseo de engendrar una Iglesia unida en torno a Cristo.
La nuestra es una espiritualidad de comunión, donde todos nos escuchamos, todos nos ayudamos, todos nos pertenecemos, porque es Jesús quien habita en el interior de cada corazón y nos convierte en sarmientos de la única vid. Por eso, prioricemos la vivencia de una profunda unidad diocesana que nos permita superar intereses particulares o de grupo.
Ahora, pues, iniciemos este nuevo curso pastoral dejándonos sorprender una vez más por Cristo, que nos convoca y nos llama a ser discípulos comprometidos, que nos envía «de dos en dos» (Lc 10,1) para anunciar la alegría serena de un mundo fraternal y solidario. Miremos el ejemplo de aquellos doce apóstoles a quienes Jesús llamó «para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14), pasaje clave del Evangelio y lema que iremos profundizando en las prioridades pastorales de los próximos cursos.
