Joan Planellas ¿Para quién soy yo?

Columnistas_Joan Planellas
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«Señor, sigue pasando entre nosotros

y llama con fuerza a aquellos que has elegido

para ser testigos claros de tu amor.

Que confíen en tu fidelidad

y encuentren el apoyo de los hermanos».

Esta es la oración que os invito a hacer en la presente Jornada de las Vocaciones, así como en otros días del año. Hoy, cuarto domingo de Pascua, celebramos esta Jornada, que es organizada tanto por la Delegación de Vocaciones, como por la Delegación de Misiones y de Cooperación entre las Iglesias. Rogamos por cualquier vocación específica en la Iglesia: tanto sacerdotal, como religiosa, o misionera o laical consagrada.

Es cierto que el Señor pasa y sigue poniendo la mirada sobre muchos jóvenes, ellos y ellas. Pero hay un clima propicio para que su voz resuene. El clima normal de las vocaciones es la comunidad cristiana.

El Concilio Tarraconense hace una opción por la comunidad como mediación de todo don de Dios. La comunidad tiene por centro la persona de Jesucristo, celebra la donación de Jesucristo en la Eucaristía, y ayuda a gente muy diversa a vivir la experiencia de fe en Jesús y a llevarla al aprendizaje del amor fraterno.

Cuando una comunidad se va convirtiendo en una familia de seguidores de Jesucristo y no sólo de practicantes, crea un ámbito propicio para escuchar su voz y responder como el joven Samuel: «Habla, que tu siervo escucha» (1Sa 3,10).

Quizás tendremos que confesar, y que los Consejos parroquiales, arciprestales o el mismo Consejo Pastoral Diocesano... lo examinen, que las vocaciones consagradas plenamente a Dios para toda la vida no son valoradas como convendría. Normalmente se valora el servicio: el cuidado de enfermos, de ancianos, la presencia en el mundo escolar, el ministerio sacerdotal, etc.; pero a menudo pasamos por alto el hecho mismo de su dedicación plena al Señor, sea en la vida religiosa o en una consagración laical radical o en el sacerdocio. El que se deja poseer por Dios en exclusiva encuentra el camino de su felicidad en la fe. Lo deja todo para aferrarse a la esperanza que él nos ofrece.

Muchas veces ―afirma el Papa Francisco en su Exhortación apostólica Christus vivit, dirigida a los jóvenes― perdemos el tiempo preguntándonos solo para nosotros mismos. Podemos preguntarnos «quiénes somos» y pasar toda la vida buscando quien somos. En cambio, pregúntate: «¿Para quién soy yo?» (núm. 286).  Esta es la pregunta que vale la pena y que sirve de lema para la jornada de este año. Y la respuesta es, sin duda, que «eres para Dios». «Pero él quiere que seas también para los otros, y ha puesto en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para los demás».

Ante los desafíos del mundo contemporáneo se necesita una mayor audacia evangélica para llevar a cabo el compromiso de una consagración total. La comunidad cristiana debe tener claro que una vocación radical difícilmente madurará si no tiene la simpatía y el apoyo de la comunidad, si no se siente hija de la comunidad y hermana o hermano entre los hermanos.

En el mensaje de este año del papa Francisco para esta Jornada, en el año dedicado a San José, se alude a tres palabras clave para toda vocación: el sueño de una vida entregada por amor, el servicio desinteresado y la fidelidad que supera todo miedo. Oremos para que estas características que encontramos en la vida de San José se conviertan en la clave de una nueva primavera de vocaciones para nuestra Iglesia.

Vuestro,

† Joan Planellas i Barnosell

Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado

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