"Como Martin Luther King, también yo hoy he tenido un sueño" De Aylan al niño de Chicago

Martin Luther King
Martin Luther King

"La muerte de Aylan y del pequeño tiroteado en Chicago, es una llamada a acabar con la violencia y a hacer realidad un mundo más humano, para así descubrir en estos niños y en todos los que sufren, la carne de Cristo"

"Recientemente, con motivo del Día Internacional contra la esclavitud Infantil, el papa Francisco decía: 'Nos avergonzamos delante de Dios' por esta lacra que sigue eslavizando miles de niños"

"El título del libro del papa, 'Soñemos juntos' y su llamada a no desentendernos de los pobres, como Aylan y el pequeño tiroteado en Chicago, me recuerdan el sueño que tuvo Martin Luther King en 1963"

"58 años después del famoso discurso de Martin Luther King, también yo hoy he tenido un sueño"

Todos recordamos con estupor e indignación la trágica muerte del pequeño Aylan, el niño siriano de origen kurdo, que con solo tres años apareció ahogado en una playa turca. Esta tragedia, una más de las que pasan cada día con las familias que huyen de la guerra y del hambre, tuvo lugar en septiembre de 2015. El último drama conocido, con otro niño muerto, ésta vez por los disparos de un policía de Chicago, ocurrió hace solo unos días. El terrible suceso se produjo cuando la policía disparó a este niño de solo 13 años, en el barrio hispano la Villita, a pesar de que el pequeño estaba con los brazos en alto y desarmado. En las duras imágenes de televisión, se puede ver claramente al agente disparando al pecho y el pequeño cayendo inmediatamente en el suelo.

Recientemente, con motivo del Día Internacional contra la esclavitud Infantil, el papa Francisco decía: “Nos avergonzamos delante de Dios” por esta lacra que sigue eslavizando miles de niños.

También hace unos días, el papa dirigió un mensaje a los participantes en la conferencia Internacional, “Una política enraizada en el pueblo” (Flama, 16 de abril de 2021), afirmando que “una política que se desentiende de los pobres, nunca podrá promover el bien común”. Cabe recordar que esta conferencia tiene como base el nuevo libro de Francisco, “Soñemos juntos”.

El título del libro del papa, “Soñemos juntos” y su llamada a no desentendernos de los pobres, como Aylan y el pequeño tiroteado en Chicago, me recuerdan el sueño que tuvo Martin Luther King en 1963.

Por eso, 58 años después del famoso discurso de Martin Luther King, también yo hoy he tenido un sueño.

He soñado un mundo basado en la justicia y en la fraternidad. Un mundo donde los más fuertes no abusaban de los más débiles y donde la paz hacía posible la libertad y el final de las guerras y del odio.

He soñado que todos comprendíamos, como dijo Gandhi, que “no existe un camino para la paz”, sino que “la paz es el camino”. Y por eso destruíamos las armas y acabábamos con la industria bélica.

He soñado que el hambre y el analfabetismo eran erradicados del planeta. Y que la cultura llegaba a todos los pueblos y a todos los hombres y mujeres.

He soñado que los niños podían crecer y jugar en libertad, sin haber de trabajar (en condiciones infrahumanas) de sol a sol, y así poder llegar a ser hombres y mujeres libres.

He soñado que la naturaleza era respetada, que el aire era limpio y que el agua, un derecho universal, llegaba a todos los pueblos.

He soñado que se acababa la esclavitud (las esclavitudes) que sufren las mujeres y los niños y que todos ellos podían vivir con dignidad, sin ser nunca más, propiedad de los hombres.

He soñado que había trabajo para todo el mundo, que se acaba el paro y que los jóvenes no habían de dejar el país, para tener un trabajo digno.

He soñado que se acababan los desahucios, y que el derecho a la vivienda era respetado y protegido.

He soñado bancos y entidades financieras con rostro humano, que no pisotean a los más desvalidos, sino que con un espíritu ético, ayudaban a los que más lo necesitaban. He soñado que por encima de los beneficios, los bancos eran entidades que apoyaban a los que estaban pasando una situación crítica.

He soñado que los gobernantes eran hombres honrados, que rechazaban la corrupción, el fraude y la mentira y que se preocupaban de verdad por el bien de los ciudadanos.

He soñado una sanidad al alcance de todos, sin recortes ni listas de espera escandalosas. He soñado que los gobernantes tenían una sensibilidad por los más desvalidos y que los enfermos dependientes eren atendidos con solicitud.

He soñado que los pensionistas podían vivir con dignidad y no con la pensión de miseria que cobren muchos de ellos.

He soñado también, que los niños podían crecer en libertad, sin hambre, guerras ni injusticias.

He soñado que se extinguía el racismo, la xenofobia y todo tipo de ideología totalitaria, que no hacen sino degradar a la humanidad.

He soñado una fraternidad universal, donde todo el mundo se sentía hermano y hermana de los demás y de la creación, sin diferencias de razas, de lenguas y de sexo.

He soñado, como Martin Luther King, que este sueño podía hacerse realidad, si todos poníamos de nuestra parte lo mejor que tenemos. Y si somos capaces de mirarnos los unos a los otros con el corazón.

El 24 de mayo de 2013, el papa Francisco decía: “Quiero invitaros a percibir la luz de la esperanza en los ojos y en el corazón de los refugiados”. Y añadía aun: “No olvidéis la carne de Cristo que está en la carne de los refugiados”. Y dos meses después, el papa se lamentaba de un hecho lamentable, con los “inmigrantes muertos en el mar por unas barcas que en lugar de ser una vía de esperanza, ha sido una vía de muerte”.
Hoy la carne de Cristo la encontramos en el pequeño Aylan y en el niño muerto en Chicago y en todos aquellos que continúan llorando, sufriendo y muriendo.

La Pascua que estamos viviendo es una llamada a la fraternidad. Hace unos días, el profesor Josep Mª Esquirol (Catalunya Cristiana, 18 de abril de 2021) decía que “amar es el infinitivo de la vida”. Por eso las acciones más sensatas “son aquellas que hacen que el mundo sea más harmonioso o que la vida tenga más intensidad. Y ciertamente, cuando se ama, la vida adquiere más fuerza”.

La muerte de Aylan y del pequeño tiroteado en Chicago, es una llamada a acabar con la violencia y a hacer realidad un mundo más humano, para así descubrir en estos niños y en todos los que sufren, la carne de Cristo. La reciente muerte del niño de Chicago nos urge a soñar juntos, como nos pide el papa, y a poner todos los medios para que ningún niño (ni nadie) no haya de morir violentamente, ni viva en condiciones de vida infrahumanas.

Sueño

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