Ante la reciente muerte del P. Joan Botam La “Capuchinada”

La Capuchinada
La Capuchinada

El P. Joan Botam, un fraile defensor de la libertad y de los derechos humanos, se convirtió en intermediario entre los encerrados y la policía, y se enfrentó a las autoridades franquistas “por, en nombre de la libertad, proteger, no solo la cincuentena de frailes que vivían en el convento, sino también los quinientos estudiantes que teníamos acogidos”

Les detenciones y las torturas de los estudiantes después del asalto de la “Capuchinada”, originaron una manifestación de protesta de unos cien presbíteros, que fueron desde la catedral de Barcelona a la comisaría de la Via Laietana, y que fueron repelidos a golpes por la policía franquista. Algunos de ellos, incluso, fueron condenados a prisión

La Iglesia Catalana de base, juntamente con las órdenes religiosas, durante la dictadura y por su compromiso con la libertad, la defensa de los Derechos Humanos y la democracia, se enfrentó al franquismo con la “Capuchinada”, un hecho que tuvo como precedente otra acción de protesta, como fue la fundación de CCOO, el 20 de noviembre de 1964 en la Iglesia de Sant Medir de Barcelona

La reciente muerte del P. Joan Botam, el pasado 30 de noviembre, me ha hecho recordar la llamada “Capuchinada”, que tuvo lugar del 9 al 11 de marzo de 1966, cuando alrededor de quinientos estudiantes y intelectuales catalanes (identificados con la resistencia cultural antifranquista), se reunieron en el convento de los frailes capuchinos de Sarrià, en Barcelona, para fundar el Sindicat Democràtic d’Estudiants de la Universitat y aprobar sus estatutos. Fue el P. Joan Botam, superior de la casa, quien los acogió y quien intentó frenar a la policía, al mando del terrorífico comisario valenciano, Vicente Juan Creix, que, mediante la violencia quería acabar con aquella reunión.

El P. Botam, Provincial de los Capuchinos se enfrentó al Gobernador Civil franquista, Antonio Ibáñez, que le pedía que les entregase a aquellos estudiantes sitiados por la policía en el convento.

En el libro, “Mirada de pau. Joan Botam, memòries”, este fraile capuchino explicaba la conversación que tuvo con el Gobernador: “Yo fui contundente: mire, le dije, yo no cumpliré lo que usted me manda y no sacaré a esta gente del convento, porque son nuestros huéspedes”.

El P. Joan Botam, un fraile defensor de la libertad y de los derechos humanos, se convirtió en intermediario entre los encerrados y la policía, y se enfrentó a las autoridades franquistas “por, en nombre de la libertad, proteger, no solo la cincuentena de frailes que vivían en el convento, sino también los quinientos estudiantes que teníamos acogidos”. 

Ante aquella situación, Franco decidió, en consejo de ministros, el desalojo del recinto por la fuerza, transgrediendo el Concordato con la Santa Sede. Como recuerda el P. Joan Botam, la policía “entró en el convento con violencia”, y “los policías, porra en mano, identificaren a todos, multaron a unos cantos y se llevaron a muchos a la comisaría”.

La "Capuchinada" de Sarriá
La "Capuchinada" de Sarriá Agencias

El asedio y el posterior asalto del convento con que acabó la “Capuchinada”, originó la redacción de una carta de protesta por la entrada violenta de la policía en los capuchinos de Sarrià. Además, los abades y los provinciales de las Ordenes Religiosas de Cataluña, firmaron un documento para apoyar la valiente acción de este capuchino, defensor de la libertad.

Desde el periódico “Arriba” y los otros medios del “Movimiento”, se difamó la “Capuchinada”, pero con este gesto valiente del P. Botam, un fraile acogedor y defensor de la libertad, en Roma se dieron cuenta que lo que había pasado en los capuchinos de Sarrià, ya había pasado antes en Italia, donde los miembros de la resistencia también se habían escondido en conventos e iglesias. Y aunque el franquismo intentó expulsar del Estado al P. Joan Botam, no lo consiguió.   

Como explicaba la escritora Montserrat Roig el 1976, diez años después de la “Capuchinada”, “los tres días de marzo (que son los que duró el encierro en el convento de los capuchinos) fueron una isla de libertad y de democracia. Fue la primera manifestación ciudadana de una sociedad herida que comenzaba a perder el miedo”. Montserrat Roig decía también: “La mayoría de nosotros teníamos veinte años y unas ganas locas de “tener”, de tener alguna cosa propia, nuestra habitación propia en un país que no sabíamos de quien era. Convivimos con los capuchinos de Sarrià, descubrimos su generosidad, su alegría, su sencillez, su austeridad”. Montserrat Roig recordaba también la relación con algún fraile capuchino, ya anciano, “que había sabido traducir la enseñanza de aquel revolucionario renacentista que fue Francisco de Asís”. En su texto de 1976, a propósito de la “Capuchinada”, Montserrat Roig recordaba las vivencias de aquellos días de marzo de 1966, en pleno franquismo, unos hechos que “los asediadores no podían entender porque tenían otro lenguaje, el de la fuerza, mientras que nosotros queríamos, con  nuestro pobre bagaje, implantar el lenguaje del dialogo y de la razón”.

Les detenciones y las torturas de los estudiantes después del asalto de la “Capuchinada”, originaron una manifestación de protesta de unos cien presbíteros, que fueron desde la catedral de Barcelona a la comisaría de la Via Laietana, y que fueron repelidos a golpes por la policía franquista. Algunos de ellos, incluso, fueron condenados a prisión.

La Iglesia Catalana de base, juntamente con las órdenes religiosas, durante la dictadura y por su compromiso con la libertad, la defensa de los Derechos Humanos y la democracia, se enfrentó al franquismo con la “Capuchinada”, un hecho que tuvo como precedente otra acción de protesta, como fue la fundación de CCOO, el 20 de noviembre de 1964 en la Iglesia de Sant Medir de Barcelona.

Después de la “Capuchinada”, la Iglesia Catalana continuó mostrando su compromiso con la libertad, con el encierro de intelectuales en Montserrat, el 1970, en protesta por el juicio de Burgos, o con la fundación de la Assemblea de Catalunya en la iglesia de San Agustín, también de Barcelona el 7 de noviembre de 1971.

Con la “Capuchinada” recordamos con afecto al P. Botam, ya que gracias a él, este encierro, convertido en una protesta pacífica, contribuyó a democratizar la vida pública de Cataluña desde la Iglesia Catalana, comprometida con la democracia y con los Derechos Humanos y Nacionales.

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