En el 50 aniversario de su ordenación episcopal El obispo Ramon Buxarrais, profeta del Reino que supo transmitir el Evangelio con pasión

El obispo Ramon Buxarrais
El obispo Ramon Buxarrais

"En 1.967 Ramon Buxarrais ingresó como postulante en el monasterio trapense de Azul, en Argentina, que tuvo que dejar por enfermedad"

"Trabajador incansable y hombre sencillo, el obispo Buxarrais dejó el palacio episcopal y se fue a vivir con un grupo de curas, a una residencia del barrio de Carranque de Málaga"

"50 años después de su consagración episcopal, hoy damos gracias a Dios por el testimonio del obispo Buxarrais y por su vida de profeta de la verdad y de la justicia y defensor de los más desheredados"

"El obispo Ramon es un hombre que sabe sonreír y que, con unos ojos limpios, mira a los demás con el corazón, sin juzgar, sin prejuzgar, sin condenar. Un obispo que prefiere escuchar más que hablar"

Este domingo, 3 de octubre, recordamos al obispo Ramon Buxarrais, en el 50 aniversario de su ordenación episcopal. Nacido el 12 de diciembre de 1.929 en la localidad catalana de Santa Perpètua de Mogoda, estudió en el Seminario Conciliar de Barcelona y en la Facultad de Teología, en Sant Cugat del Vallès. Ramon Buxarrais, que fue ordenado presbítero el 17 de diciembre de 1.955, fue nombrado coadjutor de la parroquia de San Pío X de la ciudad condal y después sirvió la comunidad cristiana de Lliçà de Munt.

En 1.959 Buxarrais fue a Chile al servicio de la diócesis de Antofagasta, donde fue vice-rector y director espiritual del instituto “Obispo Silva Lezaeta” en Calama y también coadjutor de la JOC y capellán de la cárcel. En 1.962 fue nombrado rector de la parroquia del Buen Pastor de Antofagasta y el año siguiente, vicario general de Pastoral de Antofagasta y rector de la parroquia de San Joan Bautista de Calama y Administrador Apostólico de la Prelatura de Calama.

Buxarrais

En 1.967 Ramon Buxarrais ingresó como postulante en el monasterio trapense de Azul, en Argentina, que tuvo que dejar por enfermedad.

Buxarrais volvió a Cataluña y en 1.969 fue nombrado rector de la parroquia de Sant Esteve de Granollers y después, arcipreste. Y fue el 19 de agosto de 1.971 cuando el papa Pablo VI lo nombró obispo de Zamora, donde fue consagrado hoy hace 50 años.

Posteriormente, el 14 de abril de 1.973, el papa lo nombró obispo de Málaga, donde en esta diócesis andaluza trabajó para profundizar y fomentar la piedad cristiana. También favoreció la caridad social por medio de Cáritas y supo transmitir el Evangelio con sus libros, como: “Cartas a Valerio”, “Confesiones de un obispo que no quiso serlo” o “Elisenda: vocación de ser raíz”.

Trabajador incansable y hombre sencillo, el obispo Buxarrais dejó el palacio episcopal y se fue a vivir con un grupo de curas, a una residencia del barrio de Carranque.

En la diócesis de Málaga instauró el diaconado permanente y cedió diversos bienes de la Iglesia para crear puestos de trabajo.

Libro de Buxarrais

El 11 de septiembre de 1.991, ahora hace 30 años, el obispo Buxarrais renunció al servicio episcopal de la diócesis de Málaga y se fue a Melilla como capellán de un centro asistencial confiado a las Hijas de la Caridad, la llamada, la “Gota de leche”, que acogía ancianos y niños. También fue capellán de la cárcel.

Profeta del Reino, el obispo Buxarrais supo transmitir el Evangelio con pasión, y sensible al drama de la pobreza, defendió siempre la justicia ante el abuso de los poderosos de turno. Además de sus buenos libros, punzantes y a la vez llenos de ternura, sus cartas pastorales llegaban al corazón de los andaluces, ya que trataban de situaciones concretas de la vida. Y es que el obispo Ramon tenía un oído muy atento al Evangelio y el otro, al pueblo que servía con solicitud.

Así, en marzo de 1.987 escribió la carta: “Dejémonos evangelizar por la Cuaresma” y en Navidad de 1.988 escribió la carta: “Nos han secuestrado el Niño”, donde el obispo Ramon nos mostraba el contrasentido de celebrar la Navidad con el Niño Jesús “secuestrado”, marginado y olvidado por el turrón, el cava, las fiestas y los regalos. En 1.991, con motivo de la Jornada Pro orantibus, el obispo Buxarrais escribió la carta: “Unas monjas que pierden el tiempo”, recordándonos la importancia que para la Iglesia tiene la vida contemplativa.

Buxarrais y el Padre Ángel

También sus homilías no dejaban indiferente a nadie. Su homilía más conocida (y que más revuelto levantó), desatando una gran polémica, fue la que, en julio de 1.981, escandalizó a la jet set de Marbella. En su homilía, el obispo Ramon denunciaba, con razón, como las “carcajadas de los ricos parecen ahogar el grito de los pobres”. El obispo Buxarrais presentaba el problema del paro y del sufrimiento de la gente más vulnerable de su diócesis, contraponiéndolos a las “fiestas y aniversarios provocativos en la Costa del Sol”. Y es que al lado de la gente que tenía problemas económicos, la jet set de Marbella se rodeaba de “joyas, viajes y comidas” escandalosas. Por eso el obispo Buxarrais reivindicaba “tiempo libre y turismo sin esclavitud, y diversión sin corrupción”.

Con esta homilía, el obispo Buxarrais mostraba el escándalo de la parábola del rico y de Lázaro (Lc 16:19ss) que se repetía en Marbella con la ostentación (y a la vez, el vacio) de la jet set. Como en el caso del profeta Amós, el obispo Buxarrais denunciaba la pobreza que sufría la gente, un dolor que convivía con la deshonestidad de algunos políticos, la corrupción de los jueces, la explotación de los ricos y de los poderosos y el autoritarismo de los funcionarios. Por eso el obispo Buxarrais, por su testimonio evangélico, fue calumniado y vilipendiado, como lo fue Jesús, acusado por los fariseos y por los maestros de la Ley.

El obispo Buxarrais nos hizo los ejercicios a los monjes de Montserrat, unas reflexiones que todos aún recordamos con afecto, porque con su buen humor y con su palabra, siempre acertada, nos transmitía, con gozo, el mensaje del Reino.

50 años después de su consagración episcopal, hoy damos gracias a Dios por el testimonio del obispo Buxarrais y por su vida de profeta de la verdad y de la justicia y defensor de los más desheredados.

El joven Buxarrais

Hace unos años, el obispo Ramon definió muy acertadamente a la Iglesia (como lo ha hecho el papa Francisco, diciendo que ha de ser un hospital de campaña), como “aquel lugar donde la gente que lo pasa mal pueda sentirse bien, pueda ser acogido con amor”. Por eso es bueno dar a conocer a los más jóvenes al obispo Ramon, ya que su ministerio episcopal ha sido un auténtico servicio al Evangelio.

El obispo Ramon, en su servicio a las diócesis de Zamora y luego en Málaga, es un hombre de Dios, un obispo con olor a oveja. Un testigo del Evangelio, que ha sembrado semillas de paz, de esperanza y de alegría. El obispo Ramon Buxarrais es un cristiano que ha sabido acoger y transmitir la ternura de un Dios que nos ama y que nos invita a amar a los demás, sin que hagamos diferencias de religión, de sexo o de nación, porque todos somos hijos de un mismo Padre.

El obispo Ramon es un obispo cristiano de verdad, un obispo que cree en Jesús y que por eso mismo es testigo del Evangelio. No solo es un maestro, sino sobre todo un testigo. Y es que el maestro se limita a explicar lo que sabe, lo que ha aprendido. Pero el testigo, como el obispo Ramon Buxarrais, no se ha limitado a explicar lo que sabe, sino que en su vida ha transmitido lo que vive, lo que él es.

El papa Pablo VI, nombrando obispo a D. Ramon, nos envió (a Zamora primero y luego a Málaga) un profeta. Un hombre lleno de bondad y de misericordia. Un obispo con sentido del humor, que eso es muy importante en el episcopado, alejado de rigideces y de rigorismos, abierto a todos, sencillo y humilde.

Buxarrais

El obispo Ramon es un hombre que sabe sonreír y que, con unos ojos limpios, mira a los demás con el corazón, sin juzgar, sin prejuzgar, sin condenar. Un obispo que prefiere escuchar más que hablar, que acoge sin condenar, que perdona sin juzgar. Por eso, en este cincuenta aniversario de su ordenación episcopal, hemos de dar gracias a Dios por haber dado a la Iglesia un pastor bueno y un padre bondadoso.

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