Reflexiones sobre la Jornada pro Orantibus 'Vulnerables': El reto de la vida contemplativa

Vida contemplativa. Abadesa Rosario del Camino.
Vida contemplativa. Abadesa Rosario del Camino.

Los monjes y las monjas hemos de tener el coraje y la audacia de profundizar nuestra fe y de soñar, para así hacer realidad, el Reino de Dios

"'La persona vulnerable es la que "sale del confort, para arriesgarse. Es lo contrario del que busca comodidades, que copia y no innova y hace las cosas que son fáciles'…  Esta reflexión de la Sra. Brown, que el periodista Ricard Ustrell comentaba, me hace pensar que los monjes y las monjas también hemos de ser vulnerables"

"Los monjes y las monjas hemos de ser hombres y mujeres nómadas y peregrinos, desinstalados, capaces de abrir nuevos caminos, el monasterio no nos aísla ni nos separa del mundo"

"Este es el reto de la vida contemplativa en pleno siglo XXI: llegar a ser hombres y mujeres creyentes y sobre todo, creíbles, abiertos a la novedad de la vida"

El domingo 15 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, y con el lema:Orar con fe, vivir con esperanza, la Iglesia nos invitaba a celebrar el día de la vida contemplativa, una jornada para recordar y orar por los monjes y por las monjas que viven en los monasterios.

En su discurso en la catedral de Rabat, el 31 de marzo de 2019, el papa Francisco nos recordaba que los consagrados, hemos de ser conscientes que nuestra misión radica únicamente en nuestro “encuentro con Jesucristo. El consagrado no es aquel que “se adhiere a una doctrina, a un templo o a un grupo étnico”, sino que lo es, cuando se reconoce perdonado y sobre todo, por su estrecha e íntima relación con Jesús, por su encuentro con el Resucitado. Además, cada consagrado ha de tener muy presente que es “sacramento vivo del diálogo que Dios quiere establecer con cada hombre y mujer” y por eso ha de intentar vivir con autenticidad su consagración.

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También recuerdo, porque me gustaron mucho, las palabras que el obispo Joseba Segura dijo en su ordenación episcopal, en la catedral de Bilbao y que podemos aplicar a la vida contemplativa: Más que nuevas ideas, lo que este mundo necesita es que vivamos en la verdad de lo que creemos. El obispo Joseba insistió en la importancia del testimonio y en el valor de la coherencia y por eso elogiaba a los hombres y a las mujeres que son “ejemplo de fe y de fortaleza y que han vivido con sencillez y fidelidad” a lo largo de su vida.   

El abad de Poblet, Rafel Barruè
El abad de Poblet, Rafel Barruè

De acuerdo con lo que decía el obispo de Bilbao, la vida contemplativa consiste en ir a fondo, en profundizar nuestra fe y nuestro amor a Dios y a los hermanos, de la misma manera que los pozos, cuando, vaciándose de ellos mismos, van profundizando en su interior. Así lo vemos en este cuento:

“Había una ciudad que no estaba habitada por personas, sino por pozos, pozos vivos…. Pero pozos, al fin y al cabo.

Los pozos se diferenciaban entre sí, no solo por el lugar donde estaban situados, sino por su brocal. Había pozos ostentosos, con brocales de mármol y pozos pobres y humildes que eran simples agujeros abiertos en la tierra.

La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal, y las noticias corrían rápidamente de punta a punta de la ciudad.

Vida contemplativa La hermana Rosana Izquierdo del monasterio de San Bernardo de Burgos, con las novicias
Vida contemplativa La hermana Rosana Izquierdo del monasterio de San Bernardo de Burgos, con las novicias

Un día llegó a aquella ciudad una moda que seguramente había nacido en algún poblado y según la cual, todo ser vivo había de cuidar mucho más su interior que el exterior. Lo importante no era la superficie, sino el contenido.

De esta manera los pozos comenzaron a llenarse de cosas: algunos se llenaron de joyas, otros de monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos optaron por el arte y se llenaron de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas postmodernas. Finalmente, los intelectuales se llenaron de libros, manifiestos ideológicos y revistas especializadas.

Pasó el tiempo y la mayor parte de los pozos se llenaron de todo.

Los pozos pensaron que habían de hacer alguna cosa para poder seguir almacenando más objetos en su interior.

A uno de los pozos, en lugar de comprimir todo lo que tenía en su interior, se le ocurrió aumentar su capacidad, ensanchándose. No pasó mucho tiempo antes de que la idea fuese imitada. Todos los pozos gastaban parte de sus energías en ensanchándose, para de esta manera poder hacer más espacio en su interior.

El abad Isidoro Anguita, de Huerta
El abad Isidoro Anguita, de Huerta

Un pozo pequeño y alejado del centro de la ciudad, vio como sus colegas se ensanchaban desmesuradamente. Él pensó que si continuaban ensanchándose así, muy pronto se confundirían sus límites y cada uno de ellos perdería su propia identidad. Por eso, a partir de esta idea, a este pozo se le ocurrió otra manera de aumentar su capacidad: consistía en crecer, no en amplitud, ensanchándose, sino en profundidad; hacerse más profundo en lugar de más ancho. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenía dentro, imposibilitaba la tarea de profundizar en su interior. Si quería ser más profundo, habría de vaciarse de todo lo que tenía en su interior. Al principio tuvo miedo al vacío, pero después vio que no tenía otra posibilidad, y así lo hizo.

Vacío de posesiones, el pozo que crecía hacia dentro, tuvo una sorpresa inesperada: muy a dentro…encontró agua. Nunca antes ningún pozo había encontrado agua, porque eran pozos secos.

Vida contemplativa. Superiora del monasterio de Villamayor
Vida contemplativa. Superiora del monasterio de Villamayor

El pozo superó su sorpresa y comenzó a jugar con el agua del fondo, mojando las paredes, salpicando cada parte de su interior y, finalmente, haciendo salir el agua hacia fuera.

La ciudad nunca no había sido regada sino por la lluvia, que, de hecho, era bastante escasa, así que la tierra de alrededor del pozo, revitalizada por el agua, comenzó a despertar. Las semillas de sus entrañas brotaron en hierba, en flores, en arbustos y en árboles. La vida estalló en colores alrededor de ese pozo alejado del centro de la ciudad, al que llamaron, “El Vergel”.

El abad de Montserrat, Manel  Gasch
El abad de Montserrat, Manel Gasch

Todos los otros pozos le preguntaban cómo había conseguido el milagro.

No existe ningún milagro, contestaba él. Se trata de buscar en el interior, en lo más  profundo que hay en nosotros.

Muchos otros pozos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero rechazaron la idea cuando se dieron cuenta que para ir a fondo habían de vaciarse. Ellos continuaron ensanchándose cada vez más, para llenarse de más y más cosas.

En la otra parte de la ciudad, otro pozo decidió correr el mismo riesgo del vacío. Y también comenzó a profundizar en su interior y se llenó de agua… y la esparció hacia fuera, creando un segundo oasis verde en el pueblo.

¿Qué harás cuando se acabe el agua? le preguntaban al pozo El Vergel.

No sé qué pasará; pero ahora, cuanta más saco, más agua hay.

Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento.

Las Agustinas de Sant Mateu
Las Agustinas de Sant Mateu

Un día, por casualidad, los dos pozos se dieron cuentaque el agua que habían encontrado en el fondo de ellos mismos, era la misma. Que el mismo río subterráneo que pasaba per uno de ellos, pasaba también por el otro. Se dieron cuenta que se abría para ellos una nueva vida. No solo podían comunicarse desde la boca del pozo, superficialmente, como todos los otros pozos, sino que profundizando en su interior, eso les había hecho descubrir un nuevo y secreto punto de contacto (José Carlos Bermejo. “Regálame la salud de un cuento” p. 104).    

Este domingo 15 de junio, que celebramos el día Pro Orantibus de oración por los contemplativos, los monjes y las monjas hemos de tener el coraje y la audacia de profundizar nuestra fe y de soñar, para así hacer realidad, el Reino de Dios. De aquí que las palabras que el papa Francisco dirigió a unos jóvenes de Italia, también pueden aplicarse a los monjes y a las monjas. El papa Francisco les decía: “La Iglesia necesita vuestra intuición, vuestros sueños, que se nos han dado para que nosotros los demos a los demás”. Por eso hace falta “tener el coraje de hacer un pasa adelante, un paso audaz para así construir una humanidad fraterna”. Y es que, como decía el papa Bergoglio a los jóvenes, “la Iglesia sin testimonio, sólo es humo”. Y unos días después, el papa Francisco se dirigía de nuevo a los jóvenes con unas palabras que también se pueden aplicar a la vida contemplativa: “El mundo necesita vuestra libertad de espíritu, vuestra mirada de confianza en el futuro, vuestra sed de verdad, de bondad, de belleza”.

Las benedictinas de Santiago
Las benedictinas de Santiago

El Espíritu que se nos ha dado, ha de hacernos vulnerables a los monjes y a las monjas. Y lo explico a partir de un interesante artículo del periodista Ricard Ustrell (El Periódico, 5 de junio de 2019). Este periodista contaba la situación que había vivido cuando tuvo “una fuerte presión en el pecho y un intenso dolor de cabeza”. Este episodio hacía hablar al Sr. Ustrell de la vulnerabilidad, que según la psicóloga Brené Brown, “es la capacidad que tenemos de anticipar, de sobrevivir y de resistir”. Por eso la persona vulnerable es la que “sale del confort, para arriesgarse. Es lo contrario del que busca comodidades, que copia y no innova y hace las cosas que son fáciles”.

Estareflexión de la Sra. Brown, que el periodista Ricard Ustrell comentaba, me hace pensar que los monjes y las monjas también hemos de ser vulnerables, para dejar el confort, la comodidad y el sedentarismo y arriesgar nuestra vida, saliendo de nuestro círculo cerrado.

Como nos recordaba, hace diez años, el arzobispo Joan Planellas de Tarragona, en el inicio de su ministerio episcopal, hemos de atrevernos a ser diferentes, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece, a dar testimonio de la belleza de la generosidad, de servicio, de la fidelidad a la propia vocación”.

Las Carmelitas Descalzas de Puçol
Las Carmelitas Descalzas de Puçol

Los monjes y las monjas hemos de ser hombres y mujeres nómadas y peregrinos, desinstalados, capaces de abrir nuevos caminos. Hombres y mujeres que no se conformen ni se resignen a repetir lo mismo, porque siempre se ha hecho así. Hombres y mujeres inconformistas, capaces de innovar, de nadar contracorriente para apostarlo todo por el Reino. Hombres y mujeres que reman mar a dentro, sin miedos n nostalgias de tiempos pasados. Hombres y mujeres que vivimos al día y que, al día, intentamos construir una comunidad fraterna y sencilla, donde la alegría, el perdón, la comunión y la oración, constituyen los ejes de nuestra vida. Hombres y mujeres acogedores, sensibles al sufrimiento de nuestro mundo, orantes por la paz y por la justicia. Hombres y mujeres comprometidos con las alegrías y las tristezas de nuestro mundo, con las angustias y el gozo de nuestros hermanos.

El monasterio no nos aísla ni nos separa del mundo. El monasterio no es una barrera que nos encierre en nosotros mismos, indiferentes a los demás. El monasterio siempre es una casa abierta, sobre todo para los que sufren de tantas maneras. Una casa de puertas abiertas para todos los que han perdido la esperanza y la ilusión por vivir. Hombres y mujeres constructores y a la vez, peregrinos de la paz y de la fraternidad.           

Este es el reto de la vida contemplativa en pleno siglo XXI: llegar a ser hombres y mujeres creyentes y sobre todo, creíbles, abiertos a la novedad de la vida. Hombres y mujeres que vivimos cada día como un regalo de Dios, que nos pide que en medio de tanto dolor, seamos artesanos de comunión y de paz, de alegría y de esperanza, para así llegar a ser significativos. Independientemente de que seamos muchos o pocos. Y es que sólo si somos hombres y mujeres de Dios, seremos fermento de una nueva humanidad y sal que traerá a nuestro mundo el sabor de Dios, la mirada compasiva del Padre, la ternura maternal de la Iglesia y la sonrisa del perdón y de la fraternidad.

Las Cistercienses de Carrizo
Las Cistercienses de Carrizo

Así lo hacen las Cartujas de Benifassà, las Agustinas de Oriola y de Sant Mateu, las Carmelitas Descalzas de Serra, Tarragona, Puçol, les Alqueries, Villar del Arzobispo, Elx y Altea, las Dominicas de Oriola y de Paterna, las benedictinas de Sant Benet, Sant Pere, Sant Daniel, Puiggraciós, Santiago, León y Alba de Tormes, los Cistercienses de Sobrado, Solius, Poblet, Cardeña, Huerta, Viaceli y Dueñas, las Clarisas de Vila-real, Canals, Oriola, Elx y Gandía, la Fraternidad Monástica de Mutxamel, los benedictinos de Silos, Montserrat, Leire y Lazkao, los Cartujos de Porta Coeli, Montalegre y Miraflores, las Cistercienses de Carrizo, Vallbona, Villamayor, Valldonzella, Burgos o Tulebras.

Con nuestra vida, que ha de ser un testimonio, hemos de ser mujeres y hombres de oración y signos de comunión y de esperanza para nuestro mundo. 

Monjes de Cardeña
Monjes de Cardeña

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